"MATAR A ALGUIEN" SEGÚN NARANJA PASADO

24 de marzo de 2008



Aquella era la caja en la que estos últimos días había estado guardando cuidadosamente los recuerdos que deberían ser olvidados. Horripilantes y sangrientas escenas que jamás deberían salir a la luz. Imágenes de un acto salvaje y teñido de rojo intenso. Y ahora, en este cuarto oscuro y húmedo, la sostengo en mi mano sin saber el porqué de guardarlos.

Supongo que así somos los psicópatas.

Miro a mi alrededor y me maravilla el aspecto de lo que me rodea. El color de la sangre, desde que tengo memoria, me hechiza. Y en este justo instante todo lo que mi vista recorre está salpicado de ese rojo que solo sale a la vista cuando destrozas a alguien como yo lo he hecho.

Te equivocas al juzgarme si crees que tenía un motivo: no existía tal. Simplemente lo hice. Si eso te hace sentir mejor contigo mismo, más seguro, o más cuerdo, considera a la víctima como el resultado de unos azares que él no pudo jugar. Estaba en el sitio equivocado, en el momento equivocado, y de la peor manera que podía estarlo. Siempre que elijo una víctima me muevo por azar.

Te equivocas también si piensas que aquí plantado, entre toda esta sangre y restos de lo que hasta hace unas horas era una persona, soy un monstruo producto de una infancia sórdida, o de un desamparo económico, o de un desorden pasional. Y eso es, quizás, lo que mas te asustaría si supieras quien soy: que tengo la misma apariencia que tú. Podrías estarte cruzando cada día conmigo en un pasillo, o en la parada de taxis, o en el centro comercial, y sonreírme al dejarte pasar educadamente o al aguantarte la puerta abierta para que pases tu primero.

Me levanto de la cómoda silla en la que llevo unos minutos inmóvil, aún con la caja en mi mano. Jugueteo con el cierre como si fuera una caja-broma, una de ésas que de pequeño hacían que la gente sospechara que era diferente; todos esperaban una cara aterrorizada cuando el monigote hacía “boing!” y salía disparado, con esa horrenda cara de payaso adicto al crack en un día gris. La gente que me rodeaba soltaba sus “oh!” al asustarse, los otros niños reían gritaban o lloraban, y yo simplemente miraba, impasible, y me preguntaba cuánto dinero debía cobrar la persona encargada de aprisionar monigotes durante ocho horas al día, cinco días a la semana. No era eso lo que más asustaría a aquellos otros niños y padres..

Te equivocas cuando crees que no tengo cerebro. Soy mucho más listo que tú. No quiero darte pistas sobre mi origen ni mi vida, pero debes saber que he pasado por la Universidad. Para mí fue un mero trámite, una manera más de ocultar el animal vacío que siempre he sido en un mundo de corderos blancos. Estudié, hice falsos amigos, acudí a fiestas, simulé borracheras, aprové y suspendí examenes tal y como se esperaba de mí, y conseguí un título que avala mi capacidad intelectual y la equipara a la de las personas normales. Pero yo no tengo nada de normal. Y cuando veas lo que he hecho hoy, lo entenderás.

Miro la hora. Son las 17:22h. Dentro de poco alguien comenzará a echar de menos a la persona despedazada que ahora yace en el cuarto de baño (y de hecho, también en la cocina, y en el sótano, y en las lámparas del comedor). Dentro de un poco más, ese alguien llamará a tu departamento, extrañado por la falta de puntualidad de mi víctima. Dentro de un día, cuando yo ya estaré suficientemente lejos (o cerca, nunca lo sabrás), daréis a esta persona por desaparecida y un policía (puede que seas tú, amigo mío) llamará a esta puerta, y encontrará esta carta y este magnífico espectáculo que dejo atrás. Espero que lo sepáis apreciar.

Me levanto y busco en la nevera algo que beber. Tanto ejercicio me ha abierto el apetito. Encuentro una botella de leche a la mitad y me la acabo. Tiro el brick vacío a una bolsa de basura para que no puedas encontrar pistas de nada, y enciendo el equipo de música que este tipo tiene al lado del televisor. Suena Bach. Tenía buen gusto, el pobre diablo.

¿Sabes? La música clásica siempre ha tenido la propiedad de amansarme. De alguna manera calma las ansias rojas que siempre, en todo momento y a toda hora, guardo dentro. La armonía en las notas, esas pautas matemáticas y exquisitas que se convierten en sonidos, esas subidas y bajadas en los ritmos, esa total ausencia de un ritmo definido como en las músicas actuales, carnaza para estridentes baterías y ciclos de sonidos repetidos una y otra vez… Si, creo que la música clásica, de alguna manera, es capaz de definir mis pausas de comportamiento. Impredecible, fruto de una vacuidad de la que soy totalmente consciente y en la cual me recreo.

Te equivocas si crees que siento miedo, o asco, o alguna de esas cosas que indiquen remordimientos. Como te he dicho, soy un psicópata, y soy plenamente consciente de ello. Dentro de mí no hay nada, y fuera de mí todo es fachada.

La canción ha acabado, y comienza a ser hora de que me vaya. Para cuando encuentres esta nota, sobre la caja, en este cuartucho ensangrentado, yo estaré ya en mi guarida. Sí, me gusta pensar en ella como una guarida, no como en una casa o piso o alojamiento normal. Porque lo que contiene es a mí: una bestia con apariencia humana, un lobo con piel de cordero grapada a su lomo, un monstruo fabricado con retales de sí mismo que hace muchos siglos que se convirtió en su propio creador.

Recuerda: si crees que lo que te rodea al leer estas líneas es inhumano, te aconsejo que no abras esta caja. Con sinceridad te digo que lo único que hay son fotos; el contenido de las mismas ya te lo puedes imaginar. Pero te advierto de algo… esa sensación que te rodeará, ese cosquilleo, esa especie de fascinación horrorosa que te hará desplazar la tapa y ojear su contenido… ah, amigo mío… no hace más que confirmar la eterna sospecha que todo ser humano tendrá siempre sobre si mismo.

Que todos tenemos un lobo dentro, y en todo caso algunos lo sacamos y tomamos la carne y la sangre. Y que, como en tu caso, existen otro tipo de lobos. Los que permanecen detrás de la manada y observan como la presa muere, y se fascinan horrorizados ante el cadáver y la desgracia.

Y en las noches más oscuras, pasados unos días o meses o siglos, intentarán olvidar lo que quisieron ver.

Recibe un cordial saludo,

Firmado: Yo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

me ha encantado y enganchado hasta el final *_*