"ANIMAL" de FUCKSIA ANORAK

30 de octubre de 2012

La vieja hembra mona sigue a su grupo agazapada, escondida entre las frondosas ramas de los verdas árboles, buscando la triste aceptación de una pequeña comunidad que la había rechazado. Ella, que había sido concubina del líder. Ella, que en tiempos pretéritos le había dado tres pequeños descendientes a su amado líder.

Ahora las otras hembras la habían rechazado, sus propios vástagos la ignoraban y su esplendoroso líder mono se había apareado con otra mona. Los sigue a escondidas, come los restos de fruta que deja el grupo a su paso. No puede acercarse mucho: la última vez que lo hizo le agredieron y se mofaron con crueldad. Pero, ¿qué podía hacer? Estaba sola y abandonada. Su vida era su grupo y, aunque no la quisieran, no iba a abandonarlos. Era lo único que conocía y otros grupos, seguramente, le harían cosas peores.

Su orgullo se diluía entre tanto verde. Tenía que esperar su momento. Esta parte de la selva la conoce, aqui es donde salió con vida de la sigilosa pantera. Tal vez, las cosas volverían a su cauce. No diría nada, tenía la esperanza de que la sibilina pantera aparecería otra vez y mataría un par de hembras. Inmóvil etá, contiene la respiración. Aparece, negra pantera, ayúdame a recuperar mi trono. Mata a mi sangre, asesina a alguien. Por favor.

Pero su grupo sale ileso y ella niega con la cabeza. Resignada, prosigue su decadente persecución. Pero, de repente, ve desde lo alto del árbol a la sigilosa pantera estirada y relamiéndose la pata izquierda en el suelo. ¡Shhh! Poco a poco, que no se percate de mi presencia, piensa la mona. Crack. La mona contiene el aliento. Algo ha crujido a su espalda. ¿Será otro mono? ¿Será la pareja de la pantera? No puede abandonar a su grupo, aunque ya no la quieran. Crack.

"ANIMAL" de VERDE ESMERALDA

22 de octubre de 2012


LA BESTIA HUMANA





Parecía una mañana como cualquier otra, con el despertar recibí la maravillosa sensación de amor y paz que me llega con la luz del amanecer, me hundí en mi misma para agradecer la oportunidad de contemplar una vez más la grandeza de Dios en todo y en todos, al sentir el agua en la ducha me sentí motivada a bendecirla y bañé con ella mis pequeñeces, con reverencia di gracias por mis capacidades, imploré se me concediera verlas mejor y así fortalecerlas para bien mío y de los que me rodean, agradecí por mi desayuno caliente y servido en una mesa, compartí con mi familia a través de las maravillas del ordenador, me despedí y salí al encuentro de mi rutina diaria.
Tomé el metro, para llegar a la escuela, de esta nueva ciudad adonde me encuentro haciendo unos cursos de especialización en parapsicología, presté atención a la gente, me entretuve pensando como cada uno va con su mundo personal a cuestas, algunos se miran más seguros que otros, presiento que marchan con la confianza de que tienen el control de sus vidas, y si no es así, celosamente guardan su inseguridad a fin de que nadie se entere de sus temores y frustraciones.
Al rato veo a una mujer que deja entrever su dolor, extiende las tristezas de su pequeño mundo, mira alrededor en busca de auxilio y solo encuentra su propia soledad, las corazas que resguardan las almas permanecen cerradas. Al fondo, del vagón, un grupo de jóvenes, llenan de alegría el ambiente con sus risas y carcajadas compartidas, algunos las reciben con ánimo otros fruncen el seño, en muestra de solapada envidia, y algunos otros despiden antipatía por perturbarles sus murallas.
El tren se sacude, al entrar bajo tierra y detenerse en la estación de subsuelo, al encenderse la luz artificial, salgo de mis cavilaciones, las puertas se abren, salen unos y entran otros, de pronto no puedo contener una exhalación, al mirarle entrar por la puerta del medio, a los ojos de todos es un hombre más, de unos cuarenta años, alto, de cara recia muy varonil, bien parecido, de porte elegante, parece profesional de oficina de buena posición, sólo que yo he aprendido a observar y logro ver los reflejos de su aura, me atrevo a calificarle como una bestia humana, es uno de esos seres que al pasar van absorbiendo y consumiendo la energía de los que están desprevenidos, las murallas personales no son defensa, solo la fuerza del espíritu que se entrega al mundo en una mirada fija y penetrante puede contener su canibalismo.
Veo como al pasar va dejando sin energía a los que están a su alrededor, y entre más consume más elegante y poderoso va a apareciendo a los ojos de todos, una mujer empieza a gemir luego de que pasa a su lado, una pareja empieza a discutir acaloradamente, unos niños comienzan a pelear, un anciano se empieza a quejar de dolor.
El ambiente en el tren ha cambiado de repente, ya todos están con sus energías abajo, indefensos y cansados, una chica guapa con pose de modelo, empieza a tirarle miradas de ¡aquí estoy! totalmente desprotegida, le extiende una mirada de súplica, él la mira de arriba a abajo para luego golpearla con su indiferencia y recoger toda su energía, observo como ella le entrega todo a manos llenas, si pudiera allí mismo se le entregaba, pero el arma del animal fue rechazarla.
Está a unos pasos míos, sé cuál es su estrategia, recojo mi energía con una exhalación profunda, me revisto de Luz y Amor Divinos, y me quedo mirándole justo en el medio de sus ojos, se da cuenta, y se esfuerza en revolcarme, entramos en una lucha de poder de miradas, él un animal devorador de voluntades, yo una mortal que ha aprendido a protegerse, le ordeno devolver lo que ha robado, se resiste, su naturaleza es devorar, la mía proteger, en segundos entablamos una callada lucha, es poderoso, pero en ese momento el cielo se pone de mi parte, el tren sale de la profundidad y asciende a la superficie, la luz del sol penetra incandescente e inunda todo el vagón, al instante el hombre, cierra sus ojos y al hacerlo le dirijo la luz del cielo con la fuerza de Dios en mi mirada, al instante se le escapen las energías que había robado, la pareja deja de discutir, los niños empiezan a reír, la mujer sacude su cabeza y se mira de nuevo tranquila, el anciano se pone de pie con renovadas fuerzas, y el animal, baja la cabeza, busca a la chica con pose de modelo, pero ella ya está reforzada y le ignora, no le queda más que bajar del tren en busca de nuevos indefensos.
Yo estoy exhausta, pero completa y renovada al ver tantas almas que sin saberlo recibieron una lección de amor, doy gracias al cielo por la gratuidad con que protege y bendice a sus hijos, nunca estamos solos, solo se necesita saberlo y hacerlo vida.

"ANIMAL" de GRIS CENIZA

16 de octubre de 2012


Los cuentos de Kirinek






Kirinek se miró en el espejo y sus largas orejas se agitaron en un gesto de aprobación. El bigote seguía tieso y caprichoso, pero el resto de su pelo se veía limpio y bien peinado. Se puso el sombreo de copa y se sintió satisfecho; su propia visión le proporcionaba seguridad en si mismo. Sonrió y aparecieron sus colmillos. Rebuscó en el chaleco con su zarpa y sacó el reloj de bolsillo. ¡Ah, por fin era la hora!
De la estantería cogió un viejo libro y la pequeña piedra que guardaba junto a él. Dibujó, en la pared más despejada de la cueva-casa, el contorno de una puerta rascando con la piedra, creando una melodía desafinada y áspera, de la que brotó un extraño pomo grabado con intrincadas enredaderas. Empujó la puerta hacia dentro y entró, y cuando aún no se había acostumbrado a la oscuridad se cerró la puerta tras suyo con un suave clic.
Tras tantear durante un instante la oscuridad, sus largas uñas encontraron una mesa, y sobre ésta una vela y una caja de cerillas. Un chispazo de luz, y poco a poco la vela fue iluminando el resto, la silla y la copa de cristal. El olor del fósforo le inundó el hocico, y le agradaba en gran manera, más aún cuando se trataba de aquella estancia de poderosa alquimia que tantos éxitos le estaba dando. Una vez sentado, abrió el libro y fue directo a uno de los cuentos, a aquel que no le gustaba el final y que pensaba reescribir. ¡Oh, que feliz se sentía! Todo aquel aprendizaje, todos los preparatorios y rituales que le habían proporcionado aquel don... Desde el momento en que cazaba los libros, y cuando la piedra cantaba sobre la pared, hasta que el olor de la cerilla le indicaba que estaba apunto de suceder. ¡Que nervios y que placer cada vez que usaba su nuevo poder! Tomó la copa de cristal y bebió de aquel espeso jugo, dulce y eléctrico a la vez. Entonces se lanzó corriendo contra la pared opuesta a la entrada...
Apareció corriendo en medio del bosque, cerca de una cabaña en la que, en la entrada, una niña asustada se cubría con una capa roja. Dejó atrás a la niña, que al verlo se encerró dentro, y se dirigió a toda prisa hacia la figura que había salido corriendo de la casa, persiguiendo también al objetivo de Kirinek.
El leñador tenía acorralado a su presa. Ésta, cubierta con un viejo camisón de seda amarillenta, se cubría los ojos asustada. Bajo el gorro de dormir asomaba un largo hocico, y apenas pudo mostrar sus dientes, ya que el poderosos leñador, empujado por su furia, tenía la pesada hacha alzada sobre su cabeza apunto de dar el golpe mortal.
Kirinek saltó a la desesperada, con el reloj de bolsillo en una de sus zarpas, y tocó con la otra a la presa justo antes de parar el reloj con una uña. Ambos desaparecieron, y el golpe asesino del leñador cayó con estrépito sobre las raíces de un árbol.

Un instante después, ambos aparecieron en el suelo de la habitación oscura, donde todavía olía a fósforo. Kirinek aspiró y pensó en la grandeza de lo que terminaba de hacer. He cambiado la historia, pensó, y le sonrió a la loba, dejando sus colmillos al descubierto.