"PESADILLAS" por GRIS CENIZA

14 de septiembre de 2010

Ando por un gigantesco campo verde en un día donde el sol brilla con energía. El viento juega con la hierba, que me llega hasta las rodillas, y hace que su roce me moje las piernas. Es una sensación agradable.
Se que estoy soñando. No siento calor, ni frío, ni la humedad, ni el viento, pero la sensación es de paz, de tranquilidad, de seguridad, de bienestar. Será porque se que andas cerca.
Veo la pendiente que desciende, y como, a lo lejos, el mar verde por el que ando se une al mar azul del cielo. Sonrío porque se que nunca te separas de mí, y aunque aun no puedo verte, se que estás aquí. Puede que agachada entre la hierba, esperando que me despiste para salir corriendo, y que yo te persiga entre risas, te alcance, y caigamos rodando el uno sobre el otro en esta infinita almohada verde.
Mientras desciendo hago visera con mi mano: veo la casa de madera que construimos no hace tanto; cerca, el pequeño muelle que pisa tímidamente el lago, con nuestra balsa, en la que cada día paseamos y nos contamos un cuento nuevo. Pero no hay rastro de ti.
Ya debería haberte encontrado.
Al otro lado se alza imponente el faro. Nunca nos ha gustado. No solemos acercarnos. Pero hoy, algo en su autoritaria presencia, me llama y me habla de ti.
Y allí te encuentro, de espaldas, mirando el acantilado de púas de piedra negra. Ni siquiera cuando llego a tu lado me miras. Sigues con la vista fija en el vacío, con una expresión tuya que desconozco. Diría que no es enfado, sino una mezcla de tristeza y burla. Y aunque al abrazarte parece que despiertas, apenas reaccionas, solo un intento de sonrisa que no consigue convencerme. Y te separas de mi.
Se que la hierba es verde porque me lo dijiste tantísimas veces. Pero sabes que para mi podría ser roja. Y en ese momento ya es ciertamente roja. Y tú, ahora que te miro bien, estás muy blanca. Tus pómulos se marcan aun más. Tu piel parece de hielo, y tus venas azules la cruzan como si fueran grietas. Llueven hojas con forma de corazón, por eso el suelo es rojo. En realidad todo es blanco nieve, pero el suelo es de lágrimas rojas sobre un mar de frío.
Tus ojos, que siempre he pensado que son azul-gris-amarillo, pasan a ser un desenfoque que al principio creo que son lágrimas, pero simplemente son la nada que hay en la verdad más absoluta.
Y esa verdad es que ya no sientes nada por mi. Nada. Y mientras yo lo repito sin lograr entender, das otro paso y te dejas caer al vacío.

"RELATO ERÓTICO" de MAGENTA OBSTINADO

8 de septiembre de 2010

Al entrar, está oscuro. Casi tanto como fuera en la noche, excepto por una pequeña lámpara sobre un mostrador de entrada del que sale una voluptuosa mujer rubia de unos cincuenta años a recibirnos. Él la conoce, se saludan con besos y me presenta como su pareja. Ella bien podría ser la camarera de un bar de carretera en una película de David Lynch, pero es amable y hasta cariñosa, ve en mis ojos la inseguridad y me dice que no va a pasar nada.
Nos lleva a otra habitación con mesas y sofás, iluminada casi únicamente por algo de luz que llega de una pantalla de televisión en un soporte elevado en una pared. Necesito beber alcohol para no salir corriendo por donde entré. Él pide para los dos, está tranquilo y seguro de sí mismo, incluso alegre por haberme traído. Yo no sé decirle que no a nada, me lo impide una especie de magnetismo incontrolable que desprende y que hace que me resulte imposible alejarme de él.
Los nervios mojados en ron me hacen reír, y la velocidad en terminar dos copas borra la sensación de miedo que me oprimía el estómago. Él me explica las condiciones del lugar. Me asegura que no tengo que hacer nada que no quiera y por supuesto podemos marcharnos en cuanto yo lo diga. Mientras habla, se sienta una pareja a nuestro lado e inmediatamente me siento interesada por ellos. Él transmite una mezcla de fuerza por su cuerpo y de dulzura por su mirada y ella por algún motivo me resulta como una amiga mayor a la que podría pedir consejo si alguna vez lo necesitara. En algún momento pierdo la concentración en ellos y cuando vuelvo a mirar ya no están, no sé ni cuándo ni hacia dónde han ido, pero continúo sentada donde estaba pues mi imán sigue allí conmigo.
Cuando por fin nos levantamos, el suelo baila bajo mis pies. Pero sólo unos segundos, no me siento mal, ni mareada, simplemente he perdido la noción de mi misma. Él me da la mano y me guía por unas escaleras al piso de abajo, donde hay algo más de luz y puedo ver a una mujer a medio cubrir por una toalla, masturbando a un hombre desnudo sentado a su lado, un jacuzzi donde varias personas practican el sexo mientras otros los miran, el ruido de fondo son chapoteos y gemidos, y el vapor y la luz tenue dan una sensación de irrealidad que me hace pensar que estoy en un sueño. Al fondo hay una pequeña habitación con la puerta abierta y es allí hacia donde nos dirigimos. Me sorprendo al reconocer a la pareja del piso de arriba, desnudos, él sobre ella haciéndole el amor con esa mezcla de fuerza y dulzura que ya había percibido antes. Nos aceptan con una sonrisa, nos miran fijamente a los ojos y cerramos la puerta al entrar.
Mi acompañante me ayuda a sentarme y comienza a besarme. Como siempre, siento desaparecer el suelo y flotar en el aire, sus caricias me hacen olvidar que hay alguien más allí, y para cuando me ha quitado la ropa y está sobre mí, ya no sé ni dónde estoy. Pasan minutos y minutos de pura intensidad, hasta que de pronto siento un cosquilleo en el brazo. Es ella, me acaricia suavemente. Al momento él me acaricia el muslo. Ambos me miran como esperando consentimiento. No hago nada, pero tampoco los aparto. Ella se acerca un poco más, me roza el cuello con la lengua y sube despacio hasta los labios. Nunca he besado a una mujer antes. Es suave. Él aprovecha mi posición de rodillas para rodearme con sus brazos desde atrás y tocarme el pecho y bajar lentamente hacia el abdomen, mientras ella continúa besándome y acariciándome. Todas las personas de la pequeña habitación me han hecho objeto de su deseo y siento fuego en cada uno de los poros de mi piel. No sé si el tiempo se para o pasan horas, pero cuando por fin se acaba todo, estoy exhausta.
Al contrario de lo que podía haber pensado antes de que todo empezara, no me siento cohibida ni quiero salir de la habitación para huir de sus miradas. Es una sensación extraña pero todos nos ponemos a hablar como si fuéramos amigos desde siempre, aunque no sepamos ni nuestros nombres. Se ha creado una intimidad sin palabras que ha nacido tan rápido como termina, pues cuando nos despedimos, sabemos que nunca más nos volveremos a ver, y en cierto modo, ni siquiera importa.

"FIN DEL MUNDO" por FUCKSIA ANORAK

3 de septiembre de 2010

El delirio somete a las rígidas paredes de esta prisión. Gritos, gritos, llantos, gritos, violencia, gritos. Todo es rojo, ésas son las tripas de mi padre. El gato no tiene mal sabor. Gritos, otra vez.
El polvo sirve de sábana para la ausencia de sueños. No existen los sueños, solamente cosas reales como esos gritos. ¿De quién serán? Mirada confusa. Suciedad.
Otra vez, estalla una luz cegadora. El polvo intenta escapar el sol, pero los gritos lo impiden. Cascotes en el salón, restos de comida podrida, oteo el paisaje por la ventana cuya persiana está casi intacta. Hace un día soleado, me duele el dedo, lo tengo que amputar. Hace un día soleado. Grito, el corte ha sido limpio. Cojo el dedo amputado y, atándolo, me los pongo de cuerno como si fuese un robusto unicornio. Es hora de salir.
En la calle apenas se puede ver, todo es humo, polvo y gritos. Voy corriendo y embistiendo a los cadáveres con mi cuerno mágico. A uno le arranco una oreja. Aunque sea un unicornio, aúllo con armonía. Apenas hay gente viva en la calle. Me ha parecido ver a otro unicornio. A dos calles, veo un hombre apuñalando a otro hombre cuyo nombre no sabía. Podría ser James o Wolford. Aúllo. Mis aullidos se mezclan con los sonoros gritos, con el polvo, con la suciedad, con el sol…Con todo menos con el mañana.

"PESADILLAS" por VERD IRISAT

“Malsons”

Obro la porta i una glopada d’aire fred em distreu dels meus pensaments. M’apujo el coll de l’abric, m’enfonso el barret tant avall com puc i començo a caminar cap a casa. Cau una fina pluja gairebé imperceptible en el meu cos però que ha convertit els carrers empedrats de la ciutat vella en una espècie de mirall on la meva ombra és un rastre desdibuixat. Enfilo el carrer de l’Escola amb el cap cot. Els ulls juguen a reconèixer la meva cara en els bassals i en l’empedrat del costerut camí. La meva ment està perduda en algun punt que no puc desxifrar. Tinc la sensació que el carrer s’ha allargassat i que no acabarà mai. Per fi. El camí s’aplana.
En girar la cantonada m’envolta una espessa i impenetrable boira. Pertorbat m’aturo uns segons en aquesta ceguesa blanca. “Tranquil”, em dic a mi mateix, el primer carrer a la dreta i després a l’esquerra i encara un altre cop a l’esquerra i ja hi seré. Les meves passes tornen a ressonar en els carrers buits i de cop... Una paret m’impedeix avançar. On m’he equivocat? He girat a l’esquerra primer? O a la dreta en el segon trencall? És igual, ara ja és massa tard. Dono mitja volta sobre mi mateix i em disposo a desenfilar el carreró.
Una llum bellugadissa, probablement la dèbil flama d’un quinquer, em fa aturar. M’acosto a la casa i una olor agredolça, una barreja de resclosit i perfum, m’envaeix les narius. Una melodia de piano que no aconsegueixo descobrir a qui pertany em dibuixa en la ment uns dits llargaruts, suaus i alhora enèrgics, sobre les tecles. Allargo la mà cap a la porta de forma inconscient i cedeix donant pas a un passadís ennegrit pels anys i el fum. Allà sóc, avançant seduït pels meus sentits cap a l’interior d’una minúscula casa d’un minúscul carrer de la ciutat que mai abans havia trepitjat. Avançant completament aliè al malson que m’espera.