"Sant Jordi" por Púrpura Tenue

25 de abril de 2009

Desde los tiempos de Rodolfo II cuenta una antigua leyenda checa que,
durante la noche de luna llena, un ser mitad hombre mitad bestia recorre los bosques hasta las aldeas en busca de alimento. Entonces esta tierra era conocida como Bohemia.

Pero esta criatura no sólo busca sangre, carne humana… también es un animal asustadizo, que huye casi con el rabo entre las piernas al escuchar un sonido desconocido. A pesar de ser una bestia primitiva, su alma, mitad humana mitad lobo, lo convierten en una criatura solitaria, repudiada por el resto de las especies.

Para los lobos sólo es un ser híbrido, un ‘impuro’ que tiene prohibido acercarse al resto de la manada. Para los humanos es un monstruo salido del mismísimo infierno al que hay que exterminar.

Condenado a deambular en las noches más claras en absoluta soledad, el ‘hombre-lobo’, dominado por su parte menos racional, suele alimentar sus instintos más primarios cazando otras criaturas, a veces, incluso se atreve con el ganado de los lugareños. Si en este momento es sorprendido por algún hombre, y si no se siente amenazado, probablemente saldrá corriendo en busca de un lugar más seguro. En cambio, si es su parte racional la que le invade, no dudará en asesinar, torturar y despedazar a quien se le ponga por delante.

Como no hay manera de adivinar el estado de ánimo de un hombre lobo, la gente de estas tierras suele ir cubierta de plata de los pies a la cabeza durante la luna llena. Cuello, muñecas, corazón, tobillos,… Hay que proteger las zonas donde la sangre fluye con más ímpetu. Podrían oírla. La plata es para los hombres lobo lo que el ajo para los vampiros.

Cientos de años después, los turistas se han convertido en una presa fácil. Como cuentan los viejos del lugar, el hombre lobo de Praga tiene el aspecto de un perro grande y suele aparecerse a transeúntes, corredores y turistas despistados en noches de luna llena. Si escuchas unos leves pasos a unos metros de distancia, presta atención y gira la cabeza de vez en cuando.

"Sant Jordi" por Verde Bósforo

24 de abril de 2009

Érase una vez un príncipe sin castillo, sin tronos ni cortesanos. Este príncipe tuvo que marchar pronto del seno familiar pues su pueblo acechaba desde hacía tiempo a las puertas del castillo reclamando lo que les pertenecía y amenazando con degollar a toda la familia real pues no dejaban opción al diálogo mientras se aferraban a los bienes agenciados. Así es como el príncipe perdió su castillo, o el castillo le perdió de vista a él.

Cabalgó durante días a lomos de su caballo blanco, a diferencia de las sirvientas de la corte éste nunca se quejaba cuando lo montaban y el camino era demasiado largo como para hacerlo uno sólo. Teniendo que ganarse el pan día tras día pues se había gastado sus últimas monedas en un bonito traje de terciopelo azul bordado por el famoso modisto de la zona, sir David Linch, tuvo que aprender a seducir a los nobles caballeros que paseaban a horas noctámbulas en las que uno sólo busca compañero de lanza, pues nuestro príncipe no había aprendido profesión alguna pese a haber asistido a los más prestigiosos collegues.

Cierto día soleado recibió una especie de carta allá donde se alojaba, una pequeña y miserable pensión, sin ventanas ni hilo trovador que olía a Aragorn, regentado por un enano que no se lavaba los pies. Fue todo un problema pues la carta no se entendía apenas, escrita a modo pergamino hablaba sobre algo que denominaban ‘casa madre’, probablemente un punto estratégico de encuentro para delincuentes organizados lo cual le llamó la atención pues bien sabida era la precariedad de su trabajo, buscaba algo más estable con lo que poder mantener como mínimo cierto ritmo de vida al que se había acostumbrado antes de perder el resplandor en los ojos que le había hecho tiempo atrás tan irresistible a aquellos hombres de deseo insaciable, de bonitas promesas y firmes brazos.

Sin embargo, a medida que seguía leyendo la carta, esta era cada vez más críptica, usaba cierta terminología temporal, muy recurrente a lo largo de toda ella, hacía referencia a un denominado santo, ¡pero qué santo! ¡Sant Jordi! ¿Quién era ese?

¡Por Dios todopoderoso, veneran a un hereje! El príncipe empezó a atar cabos, después claro de haber acudido a la hemeroteca del feudo y consultar extensas bibliografías encontró la respuesta al enigma de ese nuevo santo, Jordi, por lo visto en ciertas tierras de la lejana Hispania se creía en un héroe que tiempo atrás había matado a un dragón para obtener a cambio como recompensa a una princesa, uso y disfrute de esta con pleno consentimiento de su padre, incluso según sus investigaciones, era bastante probable que el mata dragones se quedara también con el reino del padre de la mujer-ofertón. El príncipe, no acostumbrado a la lectura, se sumió en un profundo sueño, en este recordó un viaje estival con su familia cuando sólo era un infante en costas valencianas donde con asombro acudieron como invitados a un gran evento.

Siendo sólo un niño le habían quedado grabados en llama aquellos recuerdos, toda la muchedumbre aplaudiendo a un hombre que brillaba en medio de una plaza de arena al acabar con la vida de un hermoso y soberbio animal despojado de esperanzas, era el héroe nacional, su Sant Jordi, que mata sólo por reafirmación viril. De repente, en su sueño, los vítores que iban dirigidos al matador de toros gritaban al unísono Jordi, mientras éste en medio de la plaza brillaba más que nunca. El ruido cada vez era más distorsionado y Jordi brillaba más y más, las resplandecientes escamas de su traje de luces adquirían formas más pronunciadas y sin darse cuenta ahora Jordi no era humano, era un ser alargado, una especie de pez enorme y brillante con largos bigotes que se enroscaba sobre si mismo y dormía placenteramente ajeno al ruido de la plaza.

El príncipe despertó y comprendió lo que pasaba, había un motivo por el cual era a él y sólo a él a quien había llegado aquella carta, cifrada, encriptada, ¡un palimpsesto que sólo él entendería!

Camuflado con vulgares alusiones a princesas, hadas y demás sexo barato al que cualquiera se hubiera tirado de cabeza, el dragón había querido ponerse en contacto con él, le había citado en un lugar y a una hora para poder escapar juntos y soñar con un futuro mejor, libre de impuestos y gonorrea.

‘La hora en la que se ponga el Sol, en la casa madre...’mmm como todo el mundo sabe la casa madre de un dragón es China, pero éste es el reino donde el Sol sale, no se pone... de hecho nuestro príncipe no conocía las tierras donde se ponía el Sol pues aún faltaban unos años para que naciera el señor Colón.

Así es como de este criptograma dedujo que debía ir galopando hasta China, la tierra madre del Sol, y ponerse de opio hasta las cejas hasta que por fin encontrara a su amado dragón quien le sacaría volando de este terrible desierto circular que le asfixiaba el alma, juntos atravesarían las nubes más hermosas.

Lo que el desgarbado príncipe no sospechó nunca fue que esa carta no iba dirigida a él sino al líder de una secta que todavía estaba por nacer, una vez más el Dr. Who se había equivocado de destinatario...

"Sant Jordi" por Fucksia Anorak

...Y la discordia se asentó cuando asumieron sus respectivos papeles. Un dragón, un príncipe y una princesa. La relación empeoró, los reproches surgieron...Así que decidieron cambiar los papeles, pero la historia seguía igual. Mentira: empeoraba.
Decidieron dar una vuelta de tuerca al asunto y reescribieron la historia. Nada tenía que ver con el original.
Apareció el dragón muerto, tiñendo de sangre su pequeño huerto.
La princesa apareció rodeada de rosas, pero sin signos vitales.
El príncipe apareció con un mordisco en el costado izquierdo: había muerto desangrado.
El autor tenía su revancha, sus personajes su dictadura y tu el poder de soñar.

"Sant Jordi" por Blanco Niebla

Caminaba despacio, no sabía de donde había salido todo aquello ni de donde venía yo, solo que allí estaba, rodeada de enormes sauces y contemplando una vista alucinante, una maravillosa puesta de sol. Noté algo extraño en mis costillas, algo no me dejaba respirar, me oprimía, miré hacía mis pechos; dios! Pero que demonios llevaba puesto?? No me extrañaba nada que no pudiera ni coger aire, llevaba puesto un corsé que oprimía mis costillas y dificultaba encarecidamente mi respiración, aunque la verdad sea dicha, me hacía una cinturita de avispa que jamás hubiera conseguido por mi misma.. Acompañaba al corsé una falda larga y aterciopelada a conjunto con unos zapatitos que bien podían haber salido de una de las mejores tiendas de la quinta avenida.. No me preocupé, me sentía bien a pesar de que no sabía donde me encontraba. Ví a lo lejos un camino y decidí seguirlo puesto que estaba anocheciendo y no era plan de quedarse allí plantada, en medio del bosque, un bosque que no conocía de nada..

Continué caminando por el amplio sendero, agotada y sin expectativas de encontrar ningún hotel 5 estrellas en aquel paraje inhóspito decidí acurrucarme bajo un árbol, me dormí en menos que canta un gallo.

Al despertar noté algo blando bajo mi cabeza, debía de ser tarde porque notaba un calor propio del sol de mediodía. Me incorporé. Oh, oh!! No estaba bajo el árbol que había sido mi cama por aquella noche, me encontraba en una cama!!, una preciosa cama con dosel sobre la que caía una tela transparente que hacía mucho mas voluptuoso aquel espejismo. Chillé, mire bajo mi sábana y el maravilloso vestido había desaparecido, en su lugar me encontré un precioso camisón de seda que me llegaba hasta los pies. Pero ¿Qué me estaba pasando?¿donde me encontraba?, todo parecía el guión de cualquiera de las películas surrealistas que tenía Jack, reservadas, según sus propias palabras “para una ocasión especial”. Me incorporé, no había nadie, estudie detenidamente la habitación en la que había pasado ¿la noche entera?, miles de preguntas invadían mi mente. Lo que estaba claro, muy pero que muy claro, era que aquella habitación no pertenecía a una casa del siglo XXI, o por lo menos, no a una casa convencional. Los muros eran de piedra maciza, adornados por semicolumnas de capiteles jónicos –las clases de arte habían servido para algo- que intercalaban con enormes ventanales por los que entraba con todo descaro un sol abrasador. El mobiliario era espectacular, todo en madera, propio de cualquier castillo medieval; descansaba sobre una de las sillas –por llamarla de algún modo- un espectacular vestido blanco del cual me quedé prendada; ¿sería para mi?¿quien quiera que me hubiese llevado hasta allí quería que me lo pusiera?.


De repente, sin previo aviso, entraron alborotando en “mi” habitación 5 mujeres, todas ataviadas con lujosos vestidos; me sentí indefensa, confundida y comencé a chillar y a esconderme de ellas entre los numerosos muebles.

- ¿pero que haces?
- Pero mírala, pero niña, no te escondas! O, ¿acaso es que no quieres salir ahí afuera para que todos vean lo hermosa que eres?

Yo las miraba, desconcertada, me agarraron, yo las miraba, comprendí que no me harían daño, y también, que no responderían a ninguna de mis preguntas, así que decidí seguir el hilo de la historia. Mientras una me peina, otra me enjuagaba el cuerpo con aceites. Entre dos me pusieron el vestido; i cuando estuve “lista” me empujaron hacía la puerta.

- venga! Ánimo! Déjalos deslumbrados!
- Pero mírala, es la princesa más hermosa que jamás nadie haya visto
- Hemos hecho un buen trabajo chicas, así se hace

Me giré y las miré con cara de asombro. ¿Deslumbrados?¿PRINCESA?¿pero en que jaleo me había metido esta vez?. Está bien, cogí aire y me adelanté unos pasos; frente a mi se extendía un enorme pasillo, a medida que avanzaba pude contemplar los enormes cuadros que a mi cabeza se alzaban. La verdad es que estaba flipando, los cuadros representaban a ¿mis antepasados? En algunos salían caballeros con armadura y en otros grupos de familias enteras, lo más curioso es que pude distinguir el cuadro de mi bisabuelo colgado en una de las esquinas, ¿Qué demonios hacía ese cuadro aquí?, a medida que me acercaba hacía lo que parecía una abertura pude escuchar un gran bullicio, las notas de un órgano inundaban mis oídos y mi mente; me acerqué y… dios!! Aquella sala estaba a rebosar de gente, y todos vestidos de época!! ¿Estaba en un baile de disfraces y yo era la reina del carnaval de ese año? No me lo podía creer!! De repente, entre la multitud se abrió un círculo y como por arte de magia se posó ante mis ojos un joven que se arrodilló y estiró el brazo hacía mi, que continuaba en lo alto de la escalera. Me entró la risa, su traje era verdaderamente ridículo, llevaba leotardos!! El chaval se había tomado la fiesta con un ímpetu asombroso.. todos me aclamaban, un señor de barba blanca me pedía que bajara de una vez; la fiesta no podía empezar sin mi, sin la PRINCESA..

El chico me besó la mano y me cogió del brazo, me llevó hasta el centro de la sala oval y de repente la melodía se convirtió en algo más alegre y él me indujo a bailar, ¿Dónde había aprendido a bailar así? , mi madre siempre insistía en que me apuntara a clases de bailes de salón pero me oponía rotundamente, era cursi.. Argggghhh, pero ahí me teníais, bailando música de salón y de la mano de un apuesto caballerete.

De repente, sin previo avisto el chavalín – pues no debería de ser mucho más mayor que yo- se inclinó y me besó, fue un beso tan dulce que me dejé llevar y entonces..


- Annaaaaaaaaaa!!!!!! Arribaa!!!! Son ya las 7!! Hora de levantarse!!
- ¿¿QUEEE?? ¿¿Cómo que hora de levantarse?? ¿¿y mi príncipe?? Aghhhhhh, quita Vincent!! Me estas llenando de babas!!

Nuestro Particular Sant Jordi

21 de abril de 2009

"Funeral" por Fucksia anorak

Elisa me pidió que la acompañase al funeral de una tal Marta y, por supuesto, no me podía negar. No me dijo quien era la difunta, pero alguien importante tenía que ser para alterar la luminosa sonrisa de Elisa.

En un cuarto de hora me pasaba a recoger, ya que ella era la única que tenía carnet de conducir. No sabía cómo vestirme. Tenía prendas de color negro, sí, pero todas eran camisetas de grupos de rock. Ah, y una chilaba pero no era cuestión de ser el centro de atención,¿ no ?

Cinco minutos pasaron y aún estaba indeciso. Me puse una camisa azul (la única prenda de vestir elegante que tenía...desde hace siete años) unos tejanos azul oscuro y unos zapatos negros que parecían ortopédicos. Me miré en el espejo y justo Elisa llamaba por el interfono. En menos de treinta segundos ya estaba en el ascensor. Hice mi último repaso ocular a mi chovinista imagen en el manoseado espejo del ascensor y me percaté de que la longeva camisa azul tenía una mancha cerca del pezón izquierdo. Me tapé con la mano derecha, haciendo ver que me rascaba y así estuve el resto de la jornada.

Pensé en volver a cambiarme, pero una vecina abrió la puerta del ascensor cuando llegó a la planta baja y me daba mucha vergüenza volver a subir sin haber salido del ascensor.
Salí del edificio rascándome y saludé a Elisa. No dijo nada. Tan solo un áspero: ¡Vamos!. Le pregunté quien era esa tal Marta pero me evitaba con evasivas del tipo : ¿ Te ha picado algo ?. Sólo me comentó que había sido alguien importante en su vida.

.........................................

Yo pensaba que los funerales se celebraban ( ¿celebrar? ) en los cementerios. Y es que el cine, a veces, construye realidades que no son del todo ciertas. O sí. No sé. La realidad supera la ficción. Pues no, Elisa me dijo que íbamos al tanatorio. Y el tanatorio es como un edificio lleno de voluntariosos funcionarios, es decir, gris. Pero no gris porque hayan muertos, no, es gris porqué es público y no destaca en nada. Vamos, que si me dijeran (o dijesen) que ese era el edifico del Catastro no lo hubiera (o hubiese) dudado. Aunque estoy pensando que se parece a un hospital pero con menos vida.

Al fin llegamos al tanatorio y nos atendió una mujer con el pelo teñido de rubio cuyas raíces oscuras dañaban seriamente su credibilidad. Le preguntamos dónde estaba Marta V. y, mientras minimizaba las ventanillas de Internet (sí, eso se nota más que esconder un diario) nos sonreía. Aunque puede que fuera (o fuese) por lo que estaba leyendo ( o viendo) por Internet. Nos dijo que estaba en la planta de abajo. Ves, eso me parecía adecuado.

Bajamos y vimos un largo pasillo. A la derecha, en pequeñas salas, estaban los féretros. A la izquierda, en lo alto de la pared casi tocando el techo, habían unos pequeños ventanales rectangulares. Dejaban pasar la luz y poco más. Y al fondo del pasillo, una papelera. Y debajo de la papelera, un extintor.
La mujer de recepción nos dijo la puerta tres y nos dirigimos hacia allí.
¡ Vaya shock! En una urna de cristal estaba ella. Nunca había visto un muero, me parecía curioso estar cerca de alguien sin vida. Ignoré al resto de la gente que había en la minúscula sala. Estaba anonadado, un nudo ocupó mi garganta, casi no podía respirar, mis pupilas se dilataron y no pude reprimirme, dije en voz alta:

“Oh funesta vida,
acompañada de talentosa muerte.
¿ A quién has arrebatado
esta vez la mirada?
¿ A quién has sellado
esta vez una
sonrisa sincera?
Te veo porque tú
me ves, pero reniego
de ti y de tu
inmortalidad.
y...”

Elisa-¡ Te has equivocado de sala, idiota!

"Funeral" por Blanco Niebla

6 de abril de 2009

“Bienvenidos, coged asiento, hoy yo seré la protagonista..

Hola mama, hola papa, que tal estáis? Hace tiempo que no os veía... Supongo que os preguntareis el porqué de toda esta situación en la que ahora os estáis viendo directamente involucrados. Hola cariño, a ti solo decirte que lo siento; en definitiva hola a todos los que os encontráis en esta sala. Supongo que en todas vuestras cabecitas os estaréis haciendo la siguiente pregunta: ¿por qué?, la explicación es muy sencilla, la explicaré a continuación:

No sé cómo podéis sentiros tan extrañados, habéis estado viendo día a día el proceso que ha llevado a lo que tenéis enfrente de vuestras narices y no habéis hecho nada para evitarlo; así es el mundo en el que vivimos hoy, un mundo egoísta, cada uno solo mira por sí mismo, nadie se preocupa de lo que le pasa al vecino, muchas veces ni nos preocupamos de nosotros mismos!!, no hace falta ser adivino para saber que esto llegaría algún día, que os sentaríais todos alrededor de un féretro en el cual se encontraría mi cuerpo.

Nunca he sido feliz, si, no os sorprendáis, Tú mamá, desde que era pequeña me lo vienes repitiendo “nunca serás feliz”, y mira por donde, lo adivinaste, nunca lo fui, Papá tenía razón cuando me decía que algún día me acordaría de todos los consejos que me dábais, de todas las frases que entonces me parecían carentes de sentido; pues esa frase ha resonado en mi cabeza hasta el momento justo en que decidí pasar a mejor vida. Solo Dios sabe si eso fue un vaticinio o un empujoncito más a lo que después vendría, quizás por eso decidí distanciarme de vosotros, la verdad es que solo quiero pediros perdón por todo lo que según vosotros os hice pasar mientras permanecí a vuestro lado, no he sido el mejor ejemplo a seguir, pero… yo nunca quise ser un ejemplo, la vida común no me llenaba y por eso decidí buscar más allá de lo que vosotros me podíais ofrecer, una carrera, dinero, una casa etc..

A ti, mi mayor locura, mi otra parte, mi alma, mi alegría y mi penuria... ahora puedes empezar a vivir. Darte las gracias por el tiempo que pase a tu lado, por tu amor incondicional y por todas las noches que dormí abrazada a ti... Gracias.

A los de las últimas filas, aún os debéis de seguir preguntando por qué habéis recibido la invitación a este funeral; pues bien, quería que todas las personas que han pasado por mi vida, para bien o para mal estubieran presentes un día como hoy.. no sabéis lo que significa para mi oíros decir: “era una tía de puta madre” o “en el fondo sufría”, la verdad es que me encantan los funerales por eso, todo el mundo se comporta diplomáticamente, ninguno de vosotros será capaz de decir que me odiabais o que me guardabais alguna mala pasada. Si, siempre seré recordada como una niña buena, la verdad, es que me da igual cómo me recordéis vosotros, lo que me importa es cómo os recuerdo yo; gracias por formar parte de la cuchilla que rasgó las venas de mi muñeca porque sin ella no estaríais aquí, reunidos de nuevo y derramando lágrimas de cocodrilo.


Gracias a todos por venir a despediros de mi cuerpo pues mi alma hace horas que pasó a formar parte del resto de vuestras vidas…”

"Funeral" por Púrpura Tenue

En su cuarto, había estado mezclando diazepan con bourbon. No quería que las piernas le temblaran cuando le viera. El cóctel de narcóticos con alcohol le otorgaba cierta templanza, seguridad, aunque por dentro su corazón parecía una bomba a punto de reventar.
Se miró al espejo por última vez mientras se atusaba el vestido de seda que había comprado para la ocasión. Esta vez no se le escaparía. Había estado planeando aquella cita desde el funeral de su querida madre.
En aquella ocasión llevaba un traje de chaqueta gris oscuro, una camisa beige y unos zapatos negros de Jimmy Choo. “Demasiado aburrido” en comparación con el modelo que llevaba ahora, pensó.
Junto a su hermana, sorteó el desfile de afligidos invitados que se amontonaban por darles el pésame. Amigos, familiares y compañeros de trabajo les mostraban su afecto mientras saqueaban los licores del mueble bar. Si no fuera por la foto que dominaba el salón, aquélla donde su madre tenía cierto aire a Jackie Kennedy, y por la marea de trajes negros, bien podría parecerse a uno de los cócteles que solía organizar la familia en primavera.


Medio anestesiado, su cuerpo comenzó el vaivén escaleras abajo. Cuatro peldaños antes de llegar al salón, buscó al desconocido del funeral de su madre. Entonces hacía un día fantástico. Su madre lo hubiera disfrutado. Aquella mañana, mientras se fumaba un cigarrillo a escondidas, la imaginó, con una copa de Jerez en la mano, burlándose de la gente que sólo se atrevía a decir cosas buenas de ella.
Mientras la recordaba, un hombre al que jamás antes había visto le dirigió una sonrisa. Tenía buena planta y unos ojos color avellana que parecían salir de una canción de Jorge Drexler. Intrigada por aquella visión, entró de nuevo en la casa esperando encontrarse con el desconocido.
Como un adolescente al que han cambiado de instituto, inspeccionó, nerviosa, cada rincón. Mentalmente ensayó las palabras que podría decirle sin parecer demasiado interesada. Por desgracia, sorprendió al misterioso caballero susurrándole algo al oído a una rubia muy alta y extremadamente delgada. La chica, parecía disfrutar de la conversación; mientras sonreía, apoyaba su brazo izquierdo en el pecho del hombre y él le respondía poniéndole una de sus manos en la cintura. Los dos reían. La complicidad que parecía haber entre la rubia y el desconocido terminó enfureciéndola. Dos whiskies dobles después pensó que no tenía nada que perder y, con paso firme, se dirigió hacia el hombre misterioso.
Notó cómo aquellos ojos avellana la observaban acercarse. Definitivamente no eran de este mundo. El desconocido volvió a sonreírle y la rubia delgadísima pasó a un tercer plano. Entonces, su estómago encogió y encogió hasta quedar del tamaño de una habichuela. Cuando creía que tenía la jugada ganada, su hermana le cortó el paso, quería saber por qué su padre todavía no había llegado al funeral.
Para cuando dirigió su mirada de nuevo al desconocido, éste ya había desaparecido. Tampoco había rastro de la rubia. Buscó por toda la casa mientras maldecía a su hermana por inoportuna, a su padre por no dar señales de vida y la rubia anoréxica porque, seguro, había terminado largándose con su hombre misterioso.






Fue entonces cuando empezó a idear el plan. Lo cierto es que fue muy fácil, igual que en las películas.


A pesar de que apenas hacía una semana del funeral de su madre, la repentina muerte de su hermana no había levantado ninguna sospecha. Como la autopsia no reveló nada extraño, la Policía dio por sentado que la muerte de la chica se había producido por un ‘fatal y trágico accidente’. El parte policial dictaminó que su hermana se había ahogado en la bañera al perder la conciencia debido ‘al cansancio mezclado con unas copas vino’. Tras los acontecimientos vividos durante los últimos días y el estatus social de la familia, a nadie se le ocurrió pensar en otra cosa.



Anestesiada, y con el sabor del bourbon en sus labios, bajó las escaleras lo más normal que pudo. Por un instante pensó que había vuelto al pasado. Al final de las escaleras, la misma gente vestida de negro. Las mujeres hablaban de lo guapa que era su hermana y de lo que se parecía a su madre, y los hombres se reunían en corrillos para comentar movimientos bursátiles y dirigir miradas intrigantes a las amigas de sus esposas.


El vestido le quedaba realmente bien. Parecía más alta, más delgada. Sintió un hormigueo por todo su cuerpo al imaginar lo poco que faltaba para encontrarse con el desconocido. Pellizcó sus mejillas por última vez, y continúo escaleras abajo.



Mientras limpiaba el cristal de sus gafas, Sebastián lanzó una mirada a Teo. “¿Te apetece jugar a un juego?” Le preguntó. Al ver que su interlocutor no hacía el menor atisbo de responderle, continuó como si nada con su exposición. “Imagínate a una mujer en el funeral de su madre. En mitad del duelo, y con toda la familia revoloteando por ahí, se encuentra con un desconocido del que se enamora perdidamente. De repente, éste desaparece sin dejar rastro. Unos días después, la mujer, desconsolada, mata a su hermana, ¿por qué?”
Teo había estado escuchando desde el otro lado de la habitación sin prestarle demasiada atención. Últimamente se aburría en cada sesión. Desde su rincón, y sin apartar la mirada de ventana pensó que Sebastián ya no sabía de qué más hablarle al preguntarle aquello. “Porque sólo así tendría la oportunidad de volverle a ver”, respondió después de varios minutos en silencio. Sebastián sintió cómo un escalofrío le atravesaba todo el cuerpo.

"Funeral" por Magenta Obstinado

Qué me pongo es una decisión siempre más difícil para una mujer que para un hombre. Primero, debes resolver la cuestión del estilo; falda o pantalón, vestido, traje, zapatos planos o de tacón, tono serio o alegre, elegante según el modelo clásico o atrevido pero nunca fuera de lugar. A continuación, por supuesto, vienen los complementos, un pequeño pero gran mundo de posibilidades, combinaciones, colores y tamaños: bolso grande o pequeño, a juego con los zapatos o con la chaqueta, pendientes llamativos si la ropa no lo es tanto, o sencillos si el escote del vestido ya llama suficientemente la atención. Pulseras o anillos, al gusto de cada una, pero sin excederse en la cantidad o corremos el riesgo de parecer un bazar. Si finalmente decidimos falda, también hay que pensar bien el tono y opacidad de las medias, muy tupidas, medianamente tupidas o poco tupidas, y si son color piel, podemos elegirla más o menos bronceada.

Cuando por fin estás ante el espejo, completamente vestida, puede parecer que ya no queda mucho para estar preparada, pero no es así en absoluto, todavía falta por supervisar el peinado y el maquillaje. Pelo suelto o recogido, sombras y lápiz de ojos, rímel, colorete, barra de labios… Nunca he sido gran entusiasta de utilizar correctores para la piel, esas masas pastosas para unificar la cara en un mismo color extraño, sin poros ni lunares ni marcas de ningún tipo. Nada más que una curiosa piel de muñeca Barbie, aunque siempre con la opción de elegir si queremos el tono más o menos bronceado, a juego claro, con las medias. Sin embargo, esta vez creo que sí usaré un poco. Tengo la piel algo amarilla.

La vida del hombre, siempre me pareció un poco más sencilla en muchos aspectos, pero sobre todo a la hora de vestir. Un traje oscuro, camisa y una bonita corbata, y listo para cualquier evento más o menos formal.

En esta ocasión en particular, he elegido un vestido negro con pequeñas flores rosas muy pálidas, abotonado en el centro y hasta la rodilla. Al final he preferido la sencillez y dejar de lado la seriedad y gravedad del asunto. Me siento más yo misma cuando lo llevo puesto, y siempre me ha dado cierta buena suerte, aunque ahora ya no sirva de mucho.

Como calzado, usaré las preciosas sandalias que me regaló mi hermana en mi último cumpleaños. Después de todo, ya no tendré problemas para soportar los tacones porque estaré acostada todo el tiempo. Espero que al tomar las medidas hayan dejado espacio suficiente en la parte de abajo, sino tendré que estar descalza.

El pelo, he optado por liso y suelto, como lo he llevado siempre, como espero que me recuerde mi madre, por mucho que me dijera tantas y tantas veces que me lo retirara de la cara en una coleta bien alta pues “no hay peinado más bonito en una mujer que una coleta”, un pensamiento tan anticuado como falto de verdad, según mi opinión.

Y por último, un simple adorno, el anillo que me regaló Iago. Me lo llevo conmigo aunque no nos haya dado tiempo a celebrar la boda por culpa de la enfermedad. Es una pena que él se quede y yo me vaya. Ojalá hubiera podido ser de otra manera. Pero no lo ha sido.

Y por fin, creo que ya estoy preparada para mi funeral.

"Funeral" por Naranja Pasado

Lluvia. Frío. Paraguas negros, americanas negras, corbatas negras y pantalones negros. Todo negro. Sonríe sin que nadie la vea, asombrada al ver que la realidad, a veces, es más parecida a una película de las de Hollywood de lo que debería ser. No le hubiera extrañado ver una cámara detrás de los allí congregados, justo al lado de los primos a los que afortunadamente no volverá a ver nunca. Y tras la cámara un equipo de dirección, concentradisimo en su trabajo, indicándole con su presencia que todo forma parte de la enésima película de otro director sin futuro.

Pero no es así: no hay cámaras, ni extras. Tan solo la broma de un dios menor que tiró los dados del azar y sacó un par de unos. Piensa en lo poética que es esta frase y en la posibilidad de utilizarla en el messenger, en el facebook, en una de esas mil mierdas en las que vomitar los estados de ánimo, y se le antoja un mundo de ficción a años luz de distancia.

Se acurruca junto a su hermano intentando superar el frío. Su padre ha sido el encargado de buscarle ropa para este día, y era de esperar que no fuera capaz de preveer que con esa falda y ese tiempo acabaría congelada. Era consciente de ello mientras su padre la vestía, a primera hora de la mañana, mientras le decía que todo iba a salir bien y que saldrían de esta. Y ella, callada, obediente, no quiso convertirse en un problema. Y calló. Y ahora está temblando.

Decide que cuando llegue a casa cogerá esas ropas y las tirará a la basura: no quiere volver a verlas más para que no le recuerden este día.

Y para superar la pena, ese profundo, oscuro y rasgante nudo que le corroe el estómago, sigue buscando frases lapidarias para su blog. Vía de escape desde el más profundo vacío para poder escapar del show.

La vida es una puta.

"Funeral" por Verde Bósforo

Desde un punto de vista práctico es interesante mantener la cabeza sobre los hombros, tanto si eres un homo sapiens como un conejo. El hecho de notar su cabeza dando vueltas por encima del mármol de la cocina era un mal indicador, para él. Siempre había deseado que le hicieran un funeral, en fin, desde algún punto de vista aquello era un funeral; una olla con patatas rondando por allá acompañadas con unas cebolletas, de aquellas pequeñas francesas, de las dulces. Algo de romero, qué gracia, antes el romero era uno de sus platos preferidos y ahora era su compañero de ataúd.
Curiosamente siempre le habían dicho que era un buen conejo, así que ahora realmente podía llegar a ser un muy buen conejo.
Olores muy fuertes, voces en alto inundaban la casa, rebotaban en las paredes. El olor a especias y el brillante acero no aliviaban. Aceite, vino blanco, embriaguez y más voces. De hecho tampoco había esperado tanto, la vida de un conejo es de todo menos lenta, llena de encuentros furtivos, el corazón exhausto dándolo todo a cada segundo, los sentidos siempre despiertos y atentos al mundo. No iba a ser él quien amargara el día a los comensales.
‘Haz de tu vida una obra de arte’ se repetía mientras pensaba en la purificación del fuego y el vino, ‘…una obra de arte....’
Demasiado joven para morir, dirían sus compañeros y familiares, era el mejor de todos, nos lo han robado en la flor de la vida. Nunca se llevaban a nadie que no estuviera en un estado físico óptimo, casi olímpico, cadáveres hermosos sobre la mesa. Sinuosos lienzos bañados por suculentas salsas.
Nunca más despertaré sobre tu hombro, mi primer aliento, el único recuerdo. No podré olerte al acercarme.
De repente la cabeza aceleraba, era asqueroso sentir la pringue que empapaba el mármol. Ya no tengo frío, ya no me siento sólo ni agotado. Ahora ya no siento.

"Funeral" por Gris Ceniza

- Dime J ¿que es lo que ves?
J tardó unos segundos en responder, pensando si la pregunta tenía trampa.
- Pues... son dos funerales- una breve pausa-. Ésta chica lo está pasando fatal, y en cambio ésta otra- dijo señalando el monitor de la derecha- parece que lo acepta bastante bien.
-¿Sabes porqué te he hecho llamar?- silencio-. ¿Sabes que es lo que me preocupa?- J parecía dispuesto a contestar, pero él siguió hablando, dejándolo con la boca abierta-. Esos dos funerales se han celebrado en mis instalaciones, y a esa gente la han atendido mis empleados. Piensa en el dineral que han pagado para contratar nuestros servicios. ¿Ves a esa joven llorando? ¿La entiendes? ¡Pues yo no!- lanzó el vaso de plástico a la basura con violencia.
-Señor X no creo que deba preocuparse por eso. Esa gente ha contratado los servicios de la empresa por voluntad propia. Usted se ha encargado de que no falte ningún lujo. Contamos con los mejores profesionales... Nadie en el mundo puede ofrecer lo que usted a desarrollado y a convertido en realidad. Insisto señor, no creo que tenga porque preocuparse.
-Si no me preocupara por esos detalles nunca hubiera llegado hasta aquí- su voz había perdido el tono violento, pero lo había sustituido uno más frío y pausado que aterrorizó a J. Encendió un cigarrillo, y tras varias caladas cortas lo apagó en un cenicero-. La diferencia entre usted y yo, J, es que yo me pongo en la piel de ellos, y si uno de mis clientes se siente mal durante...
-Uno entre un millón- lo interrumpió.
-Si ha pasado una vez, puede volver a pasar!- gritó en un nuevo estallido de ira-. Eso podría ser el fin de mi empresa. Y lo que es peor, el fin de todo por lo que he luchado- se miró las manos, y su vista se detuvo en su muñeca izquierda, donde una pulsera tenía un número 14 grabado-. Nada tendría sentido...- terminó en un susurro.

Ambos permanecieron callados durante algunos minutos, mientras veían las imágenes en los dos monitores encendidos. En ellos transcurrían dos escenas similares, solo que en una la cliente parecía contenta, y en la otra una joven parecía desolada.


***


Era una mujer elegante y atractiva. Embutida en aquel vestido negro, tan ceñido y escotado, no aparentaba sus sesenta años. Mantenía una buena figura fruto del gimnasio, y una dieta sana (y una buena cantidad de polvos diarios. "Uno me los da mi marido y los esnifo; y los otros son los amigos de mi marido y me los tiro"). Todos los allí reunidos estaban de muy buen humor, comían y bebían disfrutando del funeral.
Ella se sabía el centro de atención, y se recreaba en todas las conversaciones. Disfrutaba poniendo en apuros a aquellos hombres con los que se acostaba y habían acudido allí con sus esposas. Les sonreía a ellas también, claro, soltaba algún comentario fuera de lugar y los dejaba allí plantados, donde ellas empezaban una larga batería de preguntas que ellos no sabían contestar.
Así que cuando se abrieron las puertas y la música y las luces cambiaron a un ambiente más íntimo, ella perdió todo su protagonismo y el último pensamiento que le dedicó a su difunto marido fue de rabia, y el primer sentimiento hacia su nuevo marido fue de odio.


***


En el monitor de la izquierda aparecía el mismo decorado, las mismas instalaciones. Era una grabación posterior. Pero era una imagen totalmente distinta. Los invitados estaban preocupados por la joven que ocupaba el centro de todas las miradas. En mayor o menor medida, contratar los servicios de R-Aenima les había supuesto un alivio a todos. El padre del joven fallecido tendría una oportunidad de redimirse, y aplacar cierto sentimiento de culpa. Los padres de la temprana viuda tenían la esperanza de que su hija recuperase las ganas de vivir. Incluso el jefe del difunto, intentaría no perder su artículo semanal en su publicación. Y allí estaba ella, la joven destrozada por el dolor, tan indefensa, tan diminuta, sola en medio del salón. Todos lo habían intentado, pero nadie sabía como consolarla. Así que cuando se abrieron las puertas, y la música y las luces dejaron paso a un ambiente más íntimo, ella contuvo su llanto un instante (no pudo hacer lo mismo con sus lágrimas, que seguían resbalando mejilla abajo), y levantó la vista, sin esperanza, para ver el momento clave de la ceremonia.


***


En ambas pantallas la ceremonia transcurría de forma idéntica, tal como exigía el protocolo de la empresa. Los empleados apenas se dejaban ver por los clientes, como si todo fuera obra del gran dios invisible, omnipresente y todopoderoso.
Las luces bajaron de intensidad, y la música cambió a una suave melodía clásica. Una pantalla gigante, descendida desde el techo de manera imperceptible, mostraba imágenes de la vida del fallecido en orden cronológico, hasta llegar al video del entierro, rodado tan solo una hora antes. La música subió de intensidad acompañando el nudo que todos tenían en la garganta.
Entonces, en cada una de las dos escenas, las grandes puertas dobles se abrieron solas, y empezó a a brotar una cortina de humo desde una máquina oculta. La silueta de una persona apareció en el marco de la puerta, y tras una breve pausa, atravesó el humo de colores, y entró en salón. Cada una de las viudas tenía frente a sí a su nuevo marido.


***


A sus sesenta años no le hubiera costado nada sacar a relucir su sonrisa menos sincera (lo había hecho tantas veces con él...), pero realmente estaba contenta. Su marido era un estorbo, si. La llamaba constantemente al móvil, se preocupaba por ella y sus largas excursiones. Le hacía asistir cogida del brazo a reuniones de trabajo (aunque no olvidaba que era allí donde había conocido a la mayoría de sus ricos amantes). También era consciente de que él nunca le pedía explicaciones; le pagaba sus eternas vacaciones y sus lujos. La verdad es que sin él, toda esa vida se acababa, porque por razones que no entendía, su ex-mujer y socia, tenía reservada gran parte de la tarta que era el dinero de él. Por eso contrató a esta empresa, que era un gran gasto pero también una inversión.
Y allí estaba, emocionándose incluso al volver a aquel viejo al que no se le levantaba su cosa. Empezó a correr hacia él para darle un abrazo, consciente de que todos la miraban, de que todos los ojos de los machos no perdían detalle de como sus pechos se peleaban por saltar del escote en cada saltito. Cuando llegó frente a él se abrazaron. Él miraba, sonriendo, a todos los presentes, y ella descansaba su cabeza en su hombro, complacida, pensando donde sería su próximo viaje.


***


La joven se acercó despacio, incrédula. Aguantó la respiración mientras acariciaba delicadamente aquel rostro tan conocido. Era su hombre, o más bien, era igual que su hombre. Su mirada era la misma, sus gestos idénticos, su sonrisa mantenía su sello personal. La abrazó y la besó sin que ella supiera resistirse. El beso debería haberla calmado, porque los labios no mentía, el calor de su aliento, los rincones secretos de su lengua, todo era como había sido siempre.
Pero ella lo había visto morir en sus brazos. Ella sintió como la vida se escapaba de él, como sus ojos se despedían con tristeza en un último instante, luego aspiró y se quedó con la vista perdida, y luego él ya no estaba allí.
No podía soportarlo, verlo allí de nuevo le ponía los pelos de punta, le dolía el alma. Se dio la vuela, y echó a correr, saliendo del salón y dejando a los demás presentes con la sonrisa congelada en sus caras.


***


-Sigo sin entenderlo J. Les concedo el mayor milagro visto jamás. Les regalo la vida. Solo yo tengo ese don y lo he puesto a su servicio... ¡Los he convertido en inmortales! ¡No lo entiendo! ¿Porque sigue llorando?- No había rabia, sino lástima en su voz.
J se ralamía los labios secos. Había temido que llegara ese momento, y ahora ya no tenía dudas, era tal como se lo había descrito su antecesor. Disimulando lo mejor que pudo, metió las manos dentro de su gabardina. Por suerte, la reunión del día anterior lo había puesto sobre aviso y estaba preparado, sino todo hubiera sido mucho más difícil.
-No se porqué sucede todo esto- la voz del viejo era poco más que un susurro. Se pasó una mano por la cara-. ¿Porqueee?
J sacó la mano del interior de la gabardina, la extendió temblorosa delante de sí mismo, a unos centímetros de la cabeza del señor X, y mientras veía como el cañón del arma se tambaleaba de un lado a otro, cerró los ojos y apretó el gatillo. Se oyó un pequeño silvido seco seguido de un crujido. Cuando volvió a abrir los ojos, vio como el cadáver del anciano se desplomaba sobre el escritorio con un pequeño agujero sangrante bajo uno de los pómulos.
Tras varios minutos en los que J. lloró silenciosamente, cogió el tabaco del otro y encendió un cigarrillo. La segunda calada le provocó un ataque de tos, y machacó la colilla en el cenicero. Eso le sacó del estado de shock en que se encontraba, y continuó el trabajo que había empezado. De pie, desde detrás del cadáver, tecleó en la computadora un código secreto que ni el difunto jefe conocía. Era parte del plan de seguridad que el señor X original había diseñado tantos años atrás.
A los pocos minutos se abrieron las puertas mecánicas del despacho y entró por ellas el señor X. Durante unos instantes J se quedó pasmado mirando alternativamente a los dos hombres iguales. Estaba prevenido sobre lo que iba a ocurrir, incluso él había activado el plan de emergencia xo...
-Vamos J, por el amor de dios, no dramaticemos. Llame al servicio de limpieza para que arreglen este pequeño desastre. Tomaremos u café mientras, y luego me mostrará esos vídeos con los que parece que tenemos un problemilla- levantó una mano coronada con una pulsera con el número 15, la puso sobre el hombro de J, y empezaron a andar hacia el exterior.

"Funeral" por Blanco Hielo

Ayer a media tarde me acerqué a La Almudena. Por la mañana había sido el funeral oficial, al que yo no tenía derecho a asistir a pesar de la limpieza de mi nombre, mi conciencia y mis manos. Así que, unas horas más tarde, me presenté yo a hacer mi velatorio y despedida personal.
El cementerio estaba desierto de vivos y abarrotado de muertos, por lo que en un principio hubiese sido difícil encontrar el lugar que buscaba, pero las notas del piano de Chopin aún resonaban en el mármol, y así como los sollozos de las personas que aquélla mañana habían llorado por él por primera vez, y guiándome por mi oído conseguí llegar a la lápida. Grabado sobre ella estaba su nombre, que no me venía de nuevas; su primer apellido -que solía ocultar en su faceta artística por ser demasiado vulgar- y su segundo apellido. Debajo aparecía esa fecha de nacimiento que no logró grabarse en mi memoria hasta que decidí olvidarla, y al lado de ésta, la de hacía dos días: seis de abril de dos mil nueve. Pensé, con irónica maldad, que ahora ya habría un seis de abril más memorable que el de dos mil ocho. Pero lo pensé para mis adentros, no se lo dije. Hace más o menos un año aprendí que es inútil hablar con trozos de mármol. Y sin embargo, dos días antes lo había hecho por última vez…
Recordé cómo las dos cápsulas de arsénico se revolvían inquietas en mis bolsillos, impacientes, esperando cada una su estómago de destino, y cuando resbalaron silenciosas por los esófagos de esos dos desgraciados, fui yo quien rió la última. Ahora vamos a ver quién le ha quitado la vida a quién, dije en voz baja.
Y allí estaba yo ayer, saboreando mi victoria con deportividad frente al sepelio repleto de flores frescas. Después de todo -esto también lo pensé, sin decirlo en alto-, lo importante es participar, ¿no?
Estas eran las cosas que transitaban por mi cabeza cuando de repente una mano cálida tomó la mía. Sin apartar los ojos siquiera de la lápida pude averiguar quién era.
- ¿Natalia? -pregunté.
- Sí, soy yo -me respondió-. ¿Me conoces?
- Alguna vez me habló de ti. Supuse que tú también vendrías después del funeral. Pero aun así falta…
Y antes de que pudiera terminar la frase ella me contestó, sin volver la cabeza siquiera, como si lo presintiera igual que yo había presentido antes su presencia.
- Tania viene por allí.
Efectivamente, cuando miré hacia atrás vi a Tania, que caminaba con paso ligero hacia nosotras mientras su larga melena rubia ondeaba en el aire. Al llegar hasta donde estábamos tenía un rostro sereno, pero al ver la lápida frente a sí se estremeció y estrechó suavemente mi mano en la suya. Así permanecimos durante unos minutos, las tres cogidas de la mano y en silencio. Hasta que Tania lo rompió:
- No estamos todas…
- Bueno, ella no ha podido venir a acompañarnos -contesté.
- Estará destrozada…
- Puede que lo esté. Puede que los gusanos ya la hayan destrozado. En cualquier caso ella ahora se encuentra a muchos kilómetros de distancia de aquí, y a varios metros de profundidad.
- ¿Quieres decir que…?
Mi única respuesta fue una leve sonrisa que ambas supieron comprender fácilmente.
- Dinos que nosotras también les matamos -me pidió Natalia.
- Como si lo hubieseis hecho con vuestras propias manos -le dije.
Ambas sonrieron y apretaron mi mano a la vez. Una lágrima de felicidad resbaló por mi mejilla, después por la de Natalia y por último por la de Tania.
Tras ese momento las tres juntas nos marchamos del cementerio, dejando atrás el cadáver, entre muchas otras cosas. Yo, por ejemplo, dejé una nota sobre la lápida, en la que, parafraseando a su ídolo Win Butler le daba la única y última explicación que le debía: Tú tuviste tus razones… y yo he tenido las mías. Después no recuerdo dónde fuimos; qué más da si a reír o a llorar nuestra suerte. Pero sé que esta noche ha sido la primera en un año que he podido descansar en paz.