"Despedida de un infiel" según Púrpura Tenue.

1 de marzo de 2008

Aquella parecía una mañana como tantas otras. Beatriz había puesto el despertador a la misma hora de siempre, con el tiempo justo de vestirse y tomarse el primer café del día, prácticamente frío. Sentada en la cama, sonrió al recordar cuántas veces se había prometido así misma que cambiaría aquella rutina diaria, que se despertaría más temprano y que aprovecharía mejor el día. Por lo menos le daría tiempo a tomar un desayuno en condiciones. Pero luego, ya devuelta a la realidad, pensó que aquello jamás sería posible, que hay cosas que no hay manera de cambiar.
Sobre todo, a Beatriz le gustaba el trayecto de su casa al trabajo. Montarse en el coche y sintonizar su emisora favorita, dónde la música comercial era una utopía. A su lado, en el asiento del copiloto, lápiz y papel esperaban, ansiosos, por ser utilizados. Era raro el día que no escuchara una versión o un tema nuevo, totalmente, desconocido para ella, capaz de convertir su atmósfera en algo hipnótico, acelerando hasta la última gota de flujo sanguíneo. Siempre se las ingeniaba para conducir y escribir a la vez, aprovechando el tráfico y las continuas paradas para anotar cualquier información sobre el nombre de la canción o intérprete para luego, una vez en el trabajo, buscar la pista por Internet.
Esta costumbre, la de tener lápiz y papel a mano, se la había copiado a Javi, un fanático de la música, con pinta de estrella de rock y grandes dotes de seducción. En realidad era un canalla egocéntrico y algo mentiroso que terminó por dejarle el corazón hueco y un gran déficit emocional capaz de cuestionarle el sentido de la amistad.
Todavía en la cama, Beatriz recuerda las tardes de domingo en la barra del bar. Marta, Javi y ella. El “Triángulo de las Bermudas”, como solía decirles cuando iba completamente borracha. Nunca faltaban a la cita: música electro rock, cerveza de importación a manta, alguna que otra conversación banal y un desfile miradas intrigantes entre los tres.
Había tensión desde que Marta le confesó que se sentía ‘atraída por Javi’, que se ‘habían hecho muy amigos y que solía grabarle c’ds. Beatriz no dijo nada porque sentía que el corazón de Javi todavía le pertenecía. Después de todo lo que habían vivido juntos, él seguía poniéndola a prueba y que, si flirteaba con Marta, tan sólo era para vengarse del daño que ella le había hecho.
Beatriz recordó el email que Javi le mandó. Todavía no se había vestido y, aunque ya iba justa de tiempo, encendió el ordenador dispuesta a recordar las palabras que terminaron por cambiarlo todo. Ahí estaban, a la izquierda de la bandeja de entrada, los once emails que había intercambiado con su querido ‘holandés errante’. En su desesperación, abrió el último con fecha de 7 de febrero de 2004 y leyó las palabras que, por miedo, nunca nadie se atrevió a pronunciar en voz alta:
No me ha llegado ningún sms tuyo ni ayer ni hoy. Vi una llamada perdida de un número privado pero no sabía que eras tú. No soy adivino... Dime, ¿qué valor tiene una llamada perdida con número oculto? Para mí, ninguno. Y cuando aparece tu número..., sólo es un toque, un saludo y si, además, no me llegan tus sms... (me llegan los de todo el mundo menos los tuyos). Como tú bien dices, esto parece el puto Triángulo de las Bermudas… ¡Tú me dirás! Hasta hace poco, para mi eras lo más importante pero tuviste que mandarlo todo a la mierda y todo por un tío al que nunca le importaste. Dices que sientes ‘una angustia terrible’, unos celos desmedidos que te queman por dentro cada vez que quedo con Marta. Sabes, yo soy incapaz de describir cómo me sentí cuando te vi con él. En fin, ya es demasiado tarde, supongo que tendrás que vivir con ello. Tal vez te mereces todo esto y, aunque es verdad que he evitado responder a todas tus preguntas, la verdad es que ya no sé qué decirte. Estoy agotado. Quizá sea una respuesta cobarde por mi parte, sin dar la cara y sé, que a medida que lees estas líneas, más me odiarás. Seguramente ahora mismo piensas que todo este tiempo te he estado engañando y razón no te falta porque he negado hasta la saciedad lo que era más que evidente, pero recuerda que tú empezaste todo esto. No creo que sea buena idea que nos volvamos a ver.

Apenas terminó de leer la última línea, Beatriz se volvió a la cama y hecha un ovillo cerró los ojos con la ilusión de no despertar jamás.

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