"ALMA" por GRIS CENIZA

7 de noviembre de 2013







     El bosque permanecía en silencio, como si hubiera muerto junto a todos aquellos hombres. El cielo gris, avergonzado por haber presenciado aquella masacre, lloraba grandes copos de nieve para ocultar los cuerpos sin vida y los charcos de sangre roja, envolviéndolo todo en una blanca mortaja.
     El campamento improvisado había sido arrasado, y los indios asesinados sin contemplaciones. Apenas una hora antes, las persecuciones y los disparos habían quebrado la calma de aquel lugar sagrado, pero ya no se escuchaba ni a los moribundos ni a aquellos que se encargaban de rematarles. Todos se habían ido ya.  
     Aunque no era del todo cierto. Lejos de las tiendas destrozadas, sentado con la espalda apoyada en un árbol, Garra de Águila se aferraba a la vida con toda su fuerza de voluntad. Un disparo le había destrozado la garganta y la clavícula, y lo dejaron atrás creyéndole muerto. Se sujetaba la herida con una mano congelada. Ya no sentía dolor, ni frío, ni miedo, simplemente esperaba la llegada del amanecer con la certeza de que cuando se despidiera del sol moriría. Miraba, con los ojos entrecerrados, las ramas altas de los árboles, hacia el enorme cielo cada vez más claro. Garra de Águila ya podía morir tranquilo, pero sentía que los dioses exigían una última demostración de su fe. Debía honrar al sol durante el amanecer, así se convertiría en el guía de las almas de su pueblo caído, si no, vagarían todos eternamente en aquel lugar, maldiciendo el bosque sagrado. El tiempo se detuvo un instante para confirmarle aquella certeza: vio los copos de nieve suspendidos en el aire, el viento, que hasta ese momento rugía, enmudeció, incluso su propia respiración desapareció. Fue un momento tan hermoso que las lágrimas se asomaron a los ojos de Garra de Águila, y cuando éstas se congelaron el mundo volvió a agitarse.
     Algo se movió unos metros frente a él. Un lobo blanco y sucio se acercaba sin hacer ruido, lentamente, casi pidiendo permiso a cada paso. Garra de Aguila hizo un esfuerzo para mover la cabeza y mirar al animal, y fue en ese instante cuando tuvo el presentimiento de que moriría en aquel lugar pero no a causa de aquel disparo.
     De cerca, el lobo no le pareció una amenaza. Olía a perro mojado, pero lo reconoció como uno de los espíritus del bosque que venía a velar por el viaje de su alma. Eso le hizo preguntarse si no estaría muerto ya. Miró su mano manchada de rojo oscuro, y se tocó la herida, apretando los dientes a causa del regreso del dolor. No, el espíritu del bosque había llegado justo a tiempo. 
     El lobo se sentó frente a él, paciente, y le explicó que su cuerpo y su alma no entendían qué estaba pasando. Encontrarán el camino y la manera de decirse adiós, pero mientras tanto, tendrás que demostrar tu valor y superar esta prueba.
     El cielo seguía siendo una mancha gris apenas salpicada de luz. ¿Porque tarda tanto el sol? Pensó. Trae mala suerte combatir de noche, pero ellos nos han atacado. No tengo que pagar su ofensa. Tampoco debo sentir culpa, he sido generoso con los míos durante el combate. He sido valiente. En cambio ¿no aguantaré ésta última prueba? ¿Yo que he sido el guía de mi pueblo tantos años?
     Sus ojos encontraron los del lobo, y supo que aquel era el fin. Garra de Aguila sintió como se le escapaba el alma a través de la boca abierta. No pudo ni intentar cerrarla. Veía como se formaba entre ellos dos una figura gaseosa; algo que era él mismo y que tenía conciencia propia a la vez. Y por un instante pudo ver a través de los ojos de su propio espíritu. Garra de Aguila, brujo y guía de su tribu, se vio a si mismo desde fuera. Su espíritu se disponía a despedirse de su cuerpo cuando advirtió que el lobo tenía dos cabezas y que ambas sonreían complacidas. El brujo supo que conocía a aquel espíritu embustero, y con un esfuerzo imposible para cualquier otro hombre, cogió una bocanada de aire, y absorbió de nuevo su alma dentro de su cuerpo



"ALMA" por MALVA MITÓMANO

5 de noviembre de 2013


La cinco mil ocho








Llevaba esperando ya largo tiempo, y sinceramente, podía esperar más de tiempo. Mucho más tiempo.

- Número cinco mil ocho, favor de pasar a asignaciones.-  La odiosa vocecita irrumpió en los pensamientos con los que había logrado mantenerse en paz. Con un tenebroso suspiro, se obligó a incorporarse y pasar por la burda puerta grisácea que se integraba delante de él, la que dirigía al departamento de asignaciones que tan bien conocía.

Al otro lado de la puerta, se encontró delante del rancio escritorio negro de siempre, al cual su cabeza apena alcanzaba la altura de sus patas. Como siempre, sólo pudo ver el respaldo azul de una silla digna del más excelso rey. Y no era para menos; se encontraba delante de un abominable y severo tirano. Nunca había sabido darle un nombre, pero en sus viajes había aprendido que en la Tierra tenía muchos, pero le llamaban, generalmente, Dios.

- Estoy decepcionado de tu último desempeño - Su voz era como el eco de muchas voces antiguas, y no hablaba en una lengua que se pudiera clasificar en romance u oriental. Simplemente, hablaba, y él tragó con dificultad antes de contestar -Lo sé. -

La silla de Dos crujió bajo su enojo, pero su voz continuó tranquila - Suicidio. De nuevo. Tu cuerpo no llegó ni siquiera a los veintiocho años. -  El número cinco mil ocho apretó los ojos y a mandíbula. - No lo puedo explicar, simplemente, ya no me gusta. -

Un fuerte manotazo sobre el escritorio negro hizo que todo temblara y él perdiera el equilibrio. Se incorporó sobre sus rodillas después de una torpe caída, y continuó con la cabeza gacha, pensando que en la Tierra, seguramente pasarían ahora por un terremoto  más. -Tengo un número limitado de almas- bramó Dios. - Pero los humanos insisten en procrear más de lo que la tierra y yo podemos soportar. Y tú, un alma de las más milenarias, bajas a cumplir con una vida destinada a la riqueza, y decides suicidarte.-  La silla se giro, y el número cinco mil ocho supo que si volteaba, vería por primera vez el rostro de Dios. Las llamas de un fuerte resplandor amenazaron con quemarle,y lentamente reposó su cabeza en el suelo, eligiendo permanecer con su curiosidad y su existencia intactas.

- Te voy a mandar a la Tierra - empezó Dios, pero el alma le interrumpió con la poca voz que pudo alojar en su terror - No, por favor, ya no más-  -¡Te voy a mandar a la Tierra! - vociferó aquella voz de trueno perteneciente a Zeus, Thor y Rá - Y vas a vivir, muchos años. Una larga y próspera vida, y tu vida seguirá siendo destinada a entretener.- El alma número cinco mil ocho sintió el peso de su asignación caer sobre él una vez más. - Entendido.-

El fulgor que le quemaba la espalda se fue evaporando y supo que Dios le había dado la espalda una vez más. Se levantó y miró de reojo la enorme silla azul. El incómodo silencio entre ambos terminó cuando el alma ya se había dado la vuelta para regresar por donde había llegado, pero Dios le volvió a hablar - Tu castigo será que, esta vez, no tendrás talento alguno. Tu gloria no la merecerás jamás y serás objeto de burla. Y si te vuelvo a ver antes de que pasen al menos ochenta años, te obligaré a que veas mi rostro.-  El alma cinco mil ocho permaneció de pie un momento más antes de abalanzarse sobre la puerta y salir de aquella habitación. Afuera, ya él esperaba la siguiente puerta que debía atravesar. Una puerta color salmón que leía sobre el picaporte el nombre por el que sería conocido una vida más. Aquella alma que había sido una vez escultor de maravillas, cuentista reconocido y estrella de rock, esta vez se llamaría Justin.

"Base común" de GRIS CENIZA

3 de octubre de 2013













    Hay un lugar al que nadie nunca va. Un territorio atrapado entre la roca y un sol negro que escupe fuego. Las temperaturas son tan altas que nada vivo crece allí y sería imposible sobrevivir si alguien llegara accidentalmente. Pero si conseguís apartar vuestra sorprendida mirada de las lenguas de fuego que saltan sobre las rocas a medio fundir, encontraréis una figura solitaria caminado distraídamente, ajena a todas estas adversidades.
    Es una mancha pálida perdida entre el negro y el naranja del paisaje que le engulle, tan diminuto e insignificante en su quietud que resalta aún más dentro del caos que le rodea. De lejos puede parecer un pájaro enorme, pero si nos acercamos veréis que su cuerpo no está cubierto de plumas sino de largos pelos de color ocre, y en las partes interiores de las alas tiene extraños símbolos en relieve, complicadas espirales y figuras geométricas de nacimiento. El pico es recto y rígido, de dos palmos por lo menos. Las finas patas son cortas y aparentemente frágiles, pero un buen observador habrá advertido que las lenguas de fuego le llegan casi hasta las rodillas y a Zarastros no parece preocuparle el mar de llamas sobre el que camina. Si le preguntáramos qué hace allí respondería que no tiene ni idea. Se frota la cabeza con los tres dedos con los que terminan sus alas, frunce el ceño. Por mucho que se esfuerza no consigue recordar nada.
   Avanza con paso descuidado, pisando charcos humeantes de manera accidental, mirando alrededor extrañado. Pasa el tiempo y, aburrido, se sienta en un pedrusco. Gesticula hacia el cielo sin demasiada convicción. Cuenta los intervalos de tiempo entre las llamaradas que lanza el sol, y deduce que el motor de aquel caos es aleatorio, no podría ser de otra manera. Coloca la mano cerca de una pequeña lengua de fuego que se arrastra en su dirección y se deja oler por ésta, se toma su tiempo, pero la lengua termina aceptando la invitación. Salta a su mano tímidamente, y tras varios amagos sube por sus alas enrollándose en su cuello. Ya no se siente tan solo. Ambos se ríen, son amigos. Juegan y se persiguen frenéticamente hasta que les duele todo de tanto reír. Pero la lengua termina despidiéndose y se aleja siseando. Zarastros se siente más solo que nunca. Decide que no quiere volver a tener amigos nunca más, porqué luego te abandonan y te quedas triste. Se lo promete a sí mismo en voz alta antes de levantarse.
    Sigue andando entre cortinas de vapor, metiendo sus garras en los charcos de lava con desgana. Rebusca entre los pliegues de su cuerpo, bajo las alas, y saca un trozo de espejo que es todo su equipaje. No quería volver a sacarlo porqué el ser que habita en el reflejo es odioso, pero el aburrimiento es insoportable. Por lo menos tú sigues aquí, le dice al reflejo, no me has abandonado. El tipo del pico largo le mira pero no contesta. Parece enfadado. Piensa que él también lo estaría si lo hubieran tenido encerrado bajo una ala tanto rato. Busca algunas palabras para excusarse pero no quiere pedir disculpas abiertamente, eso sería bastante vergonzoso. El reflejo sigue callado, sólo le mira como si estuviera planeando algo. Al final Zarastros explota: ¡pues si no vas a decir nada yo tampoco! Juraría que el del espejo acaba de decir algo. Ahora le mira sorprendido pero hace tan sólo un segundo le hacía muecas, está seguro. Ambos rostros pasan del enfado al sobresalto a la misma velocidad; se estudian, planifican su siguiente movimiento, tantean al adversario que tienen enfrente. Entonces, el reflejado hace algo inesperado, se saca la cabeza tirando hacia arriba y se la ofrece a Zarastros en señal de buena voluntad. Como él no quiere ser menos, ya tiene su propia cabeza en sus manos también y las intercambian para cerrar la paz. Comprueba que nadie le esté observando, y cuando va a ponerse la que tiene en las manos nota que ya le ha crecido una nueva entre los hombros. Se fija en el espejo y Zeta, así le ha bautizado, le mira con el viejo rostro de Zarastros. Ambos sonríen a la vez. Convierten la sonrisa en una carcajada atronadora; sorda entre la lluvia de fuego, las rocas fundiéndose, y las explosiones de vapor, pero ensordecedora para nuestro protagonista. Se ríe tan fuerte que llora de felicidad. Cuando consigue detener la hemorragia de risas, se pasa una mano por los ojos llorosos y mira a su nuevo amigo que le devuelve la sonrisa tras el espejo. ¿Tú nunca me abandonarás verdad? Sabe que no. Confía tanto en él que sin despedirse vuelve a guardar el espejo bajo su ala, y vuelve a andar, vagando sin rumbo por esta extraña tierra de fuego, mientras silva una melodía a coro con Zeta.

"Base Común" de MALVA MITÓMANO

1 de octubre de 2013













Cuantos soles habían ya carcomido la piel desnuda de mi espalda, no lo sé, pues perdí la cuenta cuando el agua salada me curó las llagas de las ámpulas que tapizaban mi piel.

Sé que hubo, en algún momento, un barco. Pero ahora debe ser hogar de tiburones y corales. Fui un triste naufrago de barbas y lamentos eternos, la sin figura de la desgracia humana en pantalones roídos. Pero aún flotaba sin destino ni salvación en el eterno Pacífico.

Mi barcaza era un enorme trozo de espejo ovalado, lo único que había flotado a mi lado cuando el navío y todas sus almas se hundía. Y eso que siempre pensé que los espejos no flotaban. Pero este lo hacía, y me salvaba la vida día tras día, aunque también me mostraba desdeñoso mi rostro hundido, hambriento y enfermo. Lo amaba y lo odiaba más que a mi mujer. Pero ella ya tenía su propia húmeda tumba, y yo debía seguir flotando, porque soy un cobarde y los cobardes somos demasiado valientes como para suicidarnos.

Una noche, me atacó una tormenta, y creía que por fin moriría. Hasta recordé a mi madre cuando la cuarta sacudida me hacía aferrarme más a mi espejo, cortándome los dedos con sadismo. Cerré los ojos, pues ya no podía aguantar seguir contemplando mi cara convertida en terror. Traté y logré recordar mi nombre, pero ya no tenía importancia. El quinta y más violento encontronazo de olas, nos volteó y yo dejé ir al espejo y a mi mente.

Cuando desperté, me decepcioné de seguir con vida. Y me solté a llorar cuando vi al espejo encallado a mi lado. No estaba listo para levantarme y saberme solo en un pedazo de tierra no habitado por hombre o alimaña alguna.

- Bonita roca - una voz femenina me hizo saltar de miedo y emoción. Ella admiraba el espejo, pero lo admirable era su presencia, pero jamás la cuestioné - Por favor, ayuda. Agua. - Fue todo el uso de palabras que logré tartamudear al caminar un paso, para después desplomarme contra la tibia arena. Ella me miró un segundo, y volvió su mirada al espejo.
-Te daré agua si me das tu roca. - Desde luego que no tuve objeción alguna a su extraña petición y asentí desesperado, estiré todo el amasijo de huesos y piel que aún hacían mi cuerpo hacía ella. Volví a caer inconsciente, pero me estaba encerrado en un descanso profundo, pesado y tan severo como su mirada.

Desperté, y sentí mi garganta en calma. Tardé en comprender, que después de mucho tiempo, ya no sentía hambre ni sed. A mi alrededor, no había más que la inmaculada arena latigueada por el mar. Y ella, aún contemplándose en el espejo, inmóvil y sin un ápice de coquetería, como si quisiera comprender qué era lo que veía en él. Era una mujercita pequeña y sin gracia, de cabellos tan largos como sus piernas que caían fatigados e impenetrables sobre su cuerpo. Me fue imposible saber si estaba desnuda o no. Me miró solo un segundo, y comprobé la frigidez de sus ojos azules. - Si quieres irte de aquí, yo puedo ayudarte- me dijo con su voz de campana. - ¿Dónde estamos? - pregunté, pero ella se encogió de hombros - Aquí estamos el mar, la arena y yo. Nada más.-

Traté de ver si mentía, si alcanzaba a ver algún animal, una palmera, algún fruto olvidado entre corales. No vi ni siquiera un alga o concha abandonada. Solo arena, blanquísima y eterna. - ¿Pero cómo has sobrevivido? ¿Cómo me alimentaste? - Ella pareció no escucharme y  después de unos minutos en los que yo insistí con preguntas, volvió a hablar con severidad - Me molesta tu lengua. Dámela, y haré algo bueno por ti -. Me enmudecí de inmediato. No pensaba aceptar su segundo trato, pero mi silencio fue interpretado como consentimiento absoluto. En mi boca ya no había movimiento, sólo dientes firmes en su lugar. Grité buscando con mi mano una lengua que ya no estaba. Emití odio, miedo y confusión en alaridos que no llegaban a ser palabras, pero ella sólo veía su espejo.
- Vete ya, y no regreses - suspiró. Y yo volví a callar.

No la he vuelto a ver desde entonces, y en realidad nunca vi nada más en mi vida. Sólo esta arena blanquísima, el mar despiadado y oscuro y mis propias barbas, cada vez más eternas. No he vuelto a hablar desde aquel encuentro, ni he sentido hambre, sed o soledad. Siento ahora un bulto redondo dentro de mi boca, y él habla todo lo que yo he callado. Quisiera saber que es, pero para ello necesitaría poder ver mi reflejo.




Por: Malva Mitómano

"Base común" por MONO MARRÓN

20 de septiembre de 2013

Año 2024. La jodida bomba explotó, como amenazaban los japoneses. Tras ella la amenaza química de Estados Unidos, arrasando a todo tipo de ser vivo.

Yo he conseguido sobrevivir, con un traje que me aísla de cualquier enfermedad, y escondido en un búnker, junto a cincuenta personas más.
Pero lo jodido de todo es que después del estruendo he olvidado quién coño soy, y de donde vengo.
Dentro del bolsillo derecho de mi pantalón un espejo, que no se para que lo llevo.
El mundo terrestre arrasado, y resulta que para pasar por un acantilado con un puente hecho con un tronco caído tengo que pagar, pero no tengo dinero, el dueño del puente me pide mi mano derecha, colecciona manos, me tuve que quitar el traje y dejarme cortar la mano, el aire contaminado entra en la parte cortada, y me empieza a picar mucho, de repente me crece otra cabeza!! Mierda, no tengo bastante con la mía, que me crece otra!! Al final consigo llegar al otro lado del puente.
Comienzo a andar y a un kilómetro veo más gente, pero están deformes, no son gente, coño!! Son zombies, y vienen por mi, no se que hacer, y saco el cacho de espejo como arma, y les apunto con él. Del espejo sale como un rayo, y empieza a quemar zombies!!! Se ve que en el búnker había un espejo que se rompió, por la vibración, pero las bacterias químicas hicieron un espejo letal para zombies.

Maté a todos los zombies.

Entre la maleza me encontré a una mujer que iba también en el búnker, la única sobreviviente junto a mi. Todos los demás habían sido comida de los zombies.
Con ella a mi lado volvimos a repoblar la Tierra, teniendo nueve hijos, cinco mujeres, cuatro hombres. Estos procrearon, y al final conseguimos hacer una aldea, de seres mutantes por el aire contaminado.

Seres con dos cabezas.
Con dos cuellos.
Y diez dedos en cada mano.
Pero seres vivos.

Conseguimos sobrevivir.

"Base Común" de FUCKSIA ANORAK

19 de septiembre de 2013

Ni una sombra acaricia al arrugado suelo. Todo es lejanía, olvido y cuestiones que no tienen respuestas. Días más abultados de la cuenta, segundos que no tienen fin,…Todo plano e insípido. Intenta recordar un recuerdo inexistente, su identidad es blanca, ni un solo trazo la perfila. Y camina, sin saber su meta. Y respira, sin ser consciente de que las nubes ya no existen.


Entonces, ve algo parecido a una figura. Mide dos metros, cree. Afina la vista y se percata que le falta una mano, está seguro. Toca la misteriosa figura. No sabe de qué está hecha. Parece piedra, parece cemento, parece algo consistente. No sabe que es y, cómo su memoria es ausencia, no puede discernir ni razonar qué demonios es esa fascinante figura. De repente, siente el deseo irrefrenable de completar la sibilina figura y decide amputarse la mano. Lo hace a mordiscos. No siente dolor al hacerlo. Incrusta su mano en el brazo de la misteriosa figura y sonríe. Sonríe y se desmaya.


Al despertarse, la misteriosa figura ya no está. Mira hacia su inexistente mano y ve cómo una cabeza ocupa su lugar y le mira fijamente. Duda. No sabe si esa nueva cabeza es la misma que la suya o no. Se lo pregunta. La nueva cabeza le saca la lengua y se duerme. La amamanta, la abraza cuidadosamente y, mientras le acaricia con la única mano que le queda, le canta una canción que no recuerda. No me moveré más, piensa. Y la nueva cabeza, sea idéntica a la suya o no, sueña con una figura de dos metros a la cual le falta una mano.

"SUEÑOS PRESTADOS" de GRIS CENIZA

18 de junio de 2013

     Atravieso corriendo un laberinto de metal; los estrechos pasillos devuelven mi reflejo borroso, y el suelo helado hiere mis pies como la cuchilla de una espada. Me falta el aire y mis zancadas son cada vez más cortas, pero sé que no puedo detenerme, como si al quedarme quieta aquel lugar fuera a devorarme.
     Mi cuerpo quiere descansar pero mi instinto se opone. El miedo araña las paredes de mi cráneo, me duele por dentro un lugar imposible de localizar. La presión se acumula en mi cabeza y empuja tras los ojos, como una gran tormenta que me arrastra y me confunde. No se de qué huyo, pero me aterra. Entonces, desde un rincón interno, se apodera de mí la certeza de que el peligro está fuera del metal. Eso lo cambia todo. Nada es lo que parece aquí dentro. Corro hacia mi fin sin reservas, ignorando que la salida no es la salvación, sinó la muerte eterna e inacabable de mi esperanza. El impacto de la revelación es tan grande que tropiezo desorientada. Un lamento muere antes de partir de mi garganta seca y caigo de rodillas apoyando las manos en el suelo. La gran verdad se muestra tras el reflejo que me contempla. Sobre mi cabeza una mancha negra infinita; es la vastedad del cielo la que me encierra aquí.
     Siento que el mal ahora me mira directamente; una voz incomprensible me lo grita, resuena su eco en mis oídos. La sangre bombea con más fuerza. La cabeza hierve. El corazón se aplasta contra las costillas a cada latido. Los músculos de mi cuerpo se agarrotan, los nervios se contraen y sacuden mi estómago. Mis manos, convertidas en dos garras rígidas, aprietan mi cuello. Los ecos rebotan todavía más fuerte. El terror me posee y necesito expulsarlo a través de un grito que no llega nunca a mis labios. Desesperada, con un raciocinio antediluviano, más instinto que razón, clavo mis dedos en mi cara, y busco a tientas la llave que me libere. Acaricio mis ojos, escarbo caminos inexistentes en sus cuencas, trazo un nuevo mapa sangriento para entrar y termino aplastándolos. Tiro de la gelatina filamentosa en la que se han convertido y arranco la masa viscosa; la sensación es como si tiraran de mi cerebro y mi alma se fuera detrás. Explosión de luces y sombras. Chasquidos eléctricos que ensordecen a los zumbidos y a los ecos. Luego el fin, la nada.


     Sobre sus cabezas las estrellas siguen salpicando la noche. Antiguos astros que mueren lentamente dejando una huella milenaria, un último aliento moribundo. Es la época en la que el mundo gira más deprisa y el cielo pasa cerca del suelo, incluso algunas luces caen cerca del mar, dejando grandes fragmentos de roca negra hirviendo.
Ella se toca de manera inconsciente los ojos, asegurándose de que siguen en su sitio, y pregunta que significado le encuentra a su sueño. El druida la mira fijamente bajo su capucha, no hay dudas en lo que va a responder. La maraña de pelo que le cubre la cara enmarca sus labios gruesos que se humedece antes de contestar.
     -Mujer, estás embarazada.

"Sueños prestados" de VERDE ANTÁRTICO

12 de mayo de 2013


Es el quinto este mes. No entiendo como la gente puede seguir cayendo ahí, ya es prácticamente una leyenda urbana en la ciudad. El ascensor del centro comercial.
Joder, digo yo que podrían señalizarlo o algo, pero de todos modos, ¿quién es tan imbécil de caer por el hueco de un ascensor vacío? Ya lo decía mi madre, de subnormales está el mundo lleno.
Lo más curioso es que nunca he visto a alguien caer, es decir, en plena caída.Trabajo como vigilante de seguridad, debería haber visto alguna de ellas al menos  Es más, llegaron a hacerme reforzar las vigilancias en el punto del ascensor para poder prevenir este tipo de accidentes.
Pero pese a todo, siempre caen cuando yo estoy en otro lugar.
Como si conmigo no fuera la cosa.
De hecho, la cosa, nunca va conmigo. No soy más que un "segurata" decentro comercial, de esos a los que el uniforme les viene grande y provocan más risas que temor en la gente.
 Me han ordenado que vaya a echar un ojo, para ver si hay algo que pueda ser el detonante de tantas caídas  Así que hacia allí es adonde me dirijo ahora mismo, para ver cómo está la zona.
Nada fuera de lo común, un ascensor averiado hace tiempo. En unos grandes almacenes que antaño fueron concurridos pero que a día de hoy ni tan solo pueden costearse la reparación. Es por eso que el hueco está vacío.
Me giro, dispuesto a volver al vestuario y quitarme ponerme la ropa de calle, salir de una vez de esa cárcel de consumismo que me atrapa y me muestra cada día, a una muchedumbre que me ve invisible.

- Te necesito.

No reconocía la voz. Ni falta que me hacía.
Sonaba a madre complaciente.
A amante apasionada.
A esposa dedicada.
A amigo inseparable.
A persona de confianza.
Sonaba a todo aquello que nunca había escuchado. A miles de voces que había soñado millares de veces sin la esperanza de que se presentaran ante mi.
Estupefacto, me volví hacia el hueco del ascensor, de donde provenía aquella llamada y sin pensarlo un segundo, me lancé en su ayuda.
Durante la caída no sufrí pánico alguno. Ni dolor, ni angustia. Me hallaba feliz conmigo mismo, con quién había sido y con lo que había ofrecido. Al fin tenía mi recompensa.
El aire fregando contra mis pelos cambió cuando estos se volvieron plumas.
Mi respiración se torno más lenta y pausada cuando mi nariz se tornó pico. Mis piernas se retrajeron y achicaron, escondiéndose bajo mi vientre plumado.
Mientras mi antiguo cuerpo caía, sin otro destino que el de estamparse en el suelo, yo eché a volar.
Nadie echó en falta al “segurata” de gafas y uniforme inmenso.
Todos repararon en que aquella noche un halcón surcaba los cielos del barrio. Algo extraño sin duda.

"SUEÑOS PRESTADOS" por FUCKSIA ANORAK

25 de abril de 2013

¡Pobrecito el vampiro con dolor de muelas! Sufre, los antibióticos no le funcionan. Le dice en un perfecto inglés a su amiga alemana: ¡venga! y se diririgen al dentista. Cómo tienen algo de dinero cogen un dragón de metal evitando así ir por los canales low-cost. Llega al centro comercial donde está un dentista muy bueno de verdad y sube en el ascensor. De repente se hace el vacio y el vampiro cae velozmente. Su amiga alemana coge el pastel de zanahorias que tenía escondido en el bolsillo izquierdo y lo utiliza de colchón. El vampiro, al tocar el suelo, se transforma en Robert de Niro. Ve a su amiga alemana y le invita al estreno de su última película : "pero si ya lo conozco amor,que también me crié aquí". Pero el estreno de su último film resulta confuso, pues al llegar tuercen a la derecha cuando, en realidad, tenían que seguir todo recto y van a dar a un laberinto de hojalata con su amigo Al Pacino en llamas en el interior. Gracias a dios, dice Robert de Niro, ya no me duelen las muelas

"VUELTA AL TRABAJO" de VERDE ANTÁRTICO

4 de abril de 2013

EL DÍA ANTES

Abro un ojo. El verde despertador que me regaló aquella arpía me mira de manera amenazadora. “Ya queda menos”, me susurra mientras sus agujas se contonean al son de “tic, tac, tic, tac, tic, tac…”.
Una brisa que parece provenir del mismísimo antártico me envuelve por un instante e imediatamente, como un acto reflejo, me acurruco en la manta nórdica, buscando asilo del exterior.
“No, eso nunca.” Me digo convencido. Llevo meses esperando este momento, no puedo dormirme ahora. 
Me armo de valor, como cuando de niño debía tirarme de golpe a la piscina para evitar pensar en lo fría que estaba el agua. He de conciliar el sueño. He de conseguirlo.
Mirando fijamente al techo, me pregunto si recordaré cómo se hacía. Si podré. Las sombras de la habitación fijan su mirada en mi, burlonas, acechando mi posible fracaso.
Cierro los ojos. Hacía mucho que mi cerebro no trabajaba a tal velocidad, justo ahora, que necesito que entre en coma. 
Tras horas de un arduo estudio sobre la postura correcta para descansar, ese puto cacharro verde comienza a berrear. 
Solo cinco minutos más.

"Conversación de dos prostitutas en un bar" de BLANCO FUTURISTA

16 de marzo de 2013

Si no fuera por un pegote de rimel, tan experto como fruto de la descuidada repetición, por un camino en la media delator de la falta de ilusión del disfraz aquel del "estar guapa"; Si no hubiese ocurrido el accidente de la ira hace un par de noches y del negro al verde, al morado y amarillo su ojo no se hubiese mudado; si no, si nada si nunca; Estela podría pasar esta noche por una chica normal. Por unas o por otras trastadas divinas, por aquellas lecciones magistrales que gustan de esconderse en los detalles; Estela parecía hoy tan puta como ayer como hace un mes y así sucesivamente y hacia el pasado. Allí, en la barra aquella, manoseando el frío mármol que la traía a casa, a un hogar sin puertas ni ventanas y acostumbrándose a ese olor que la llevaba de vuelta a la familiar sordidez; era el centro y la luz de todo el oscuro bar. Si era una mirada inexperta la que, atraída por esa luz ensayada a fuerza de ser denigrada como mujer y respetada como diosa, la que se detenía sobre ella; podría por un instante parecer una chica, sin más, sin el pliegue de un mapa que dejaba en su semblante las latitudes de sus vergüenzas. Pero ahora no era la inexperiencia de un chicuelo curioso, ni la lascivia de un egoísta sexual la que detuvo en este momento su atención en Estela, sino otra puta más, llamada, para mortificarla: chica de vida alegre. Rosa era casi antagónica en esencia a Estela, pero el espectador embrutecido por una vida de perseguir deseos sin percatarse de sus sombras, no captaría el abismo entre las dos, cayendo en la simpleza de: otra puta más. Tetas deseando intimidad, caderas des-divinizadas , templo convertido en vulgar iglesia. Rosa era más de lo que ella se permitía creer. Se intuía, a poco que se gustase verla, unos ojos de sótanos y trasteros, un mirar como de puerta entornada que no puede cerrar. Mirada de mazmorra húmeda. Titiritera de ella misma supo siempre, adaptativa, involutiva, hacer pasar su mirar como "mirada profunda", "ojos misteriosos" , dejando de serlo, por otra parte, ante la acuosidad suplicante que Rosa no había sido capaz de esconder. En los ojos siempre queda un pequeño reducto que ni el más poderoso de los miedos puede aniquilar. Así, Rosa y Estela, puta y mujer, diosa y ramera, hablaron de sus cárceles, de sus acorazados fuertes, de sus más profundos miedos, y lo hicieron con la sinceridad que ofrece el relámpago de la primera mirada. Se hicieron íntimamente amigas, hermanadas por un instante de verdad poco habitual, por otra parte, en sus vidas. Tras esta electricidad fugaz, sus miradas se rearmaron, atrincheraron, reclutaron a sus ejércitos de fantasmas y, la una y la otra, cada cuan en su parte del bar, acordaron sin palabras que se odiarían para siempre.

"DETECTIVES" por FUCKSIA ANORAK

29 de enero de 2013

Detective-Las lombrices nos indican que murió hace más de un minuto

Policia-Eso lo sé hasta yo

Detective-Pero usted no puede hablar con ellas

Policia-Pero sí con los muertos

Detective-¿Entonces por qué me ha contratado?

Policia-Para desgrabar a la seguridad social

"Fantasía Erótica Freak en Noche de Reyes" de BLANCO FUTURISTA

11 de enero de 2013


Noche de reyes.
Los ojos estaban endiabladamente obcecados en poner aire entre sus párpados. Ni las altas horas de la madrugada podían lidiar con la inocencia interrumpida en aquella noche especial, palpitante de futuras y, casi inmediatas, sorpresas. Las sábanas ensayaban nudos marineros bajo los pliegues de su cuerpo, la manta no podía cubrir toda aquella impaciencia y los pies salían inquietos a batallar contra el frío de la noche; batalla perdida. Sus padres, no ajenos por completo a aquella mordida al insomnio, descansaban con la paciencia que solo la ilusión lavada y relavada puede dar, en aquellas noches marcadas con un signo bermejo en el dígito numérico. El sudor hizo su aparición, primero tímidamente entre sus pechos de jovenzuela y las palmas de la mano casi al unísono. En poco tiempo era su lecho el mar y su cuerpo la incómoda embarcación que va a cualquier lugar menos al descanso. La mano tanteó bajo la almohada y con la eficiencia que la la repetida costumbre asió el móvil que le iluminó el rostro al consultar la hora: 4.30 am, muy pronto para todo. Temerosa pero empujada por mil manos gamberras, puso un pié en el frío suelo, con sumo cuidado, como si en su aventura de la verticalidad fuese a romper un antiguo encantamiento, y se puso de pies. El silencio de la noche la miraba con más ganas de delatarla que de arropar su viaje furtivo. Sabía donde iba; lo había ensayado muchas veces, midiendo los movimientos, las acciones controladas, pero en ese instante el ensayo quedaba solo en el cuerpo aprendido, ahora tenía que vérselas con el estreno de la obra deseada. Se empapó los labio al sacar la lengua como un ritual antiguo de una tribu amazónica, que daba a su concentración aspecto de sobre esfuerzo. Los labios parecían engordar, y el latido tenía su réplica en las muñecas, en las sienes y en el sexo. Las manecillas de las puertas fueron propicias, y callaron en su chirriar de metal, como para darle abrigo en su camino hacia colmar el deseo prohibido. El ensayo de los días anteriores, al contrario de lo que se pueda adivinar, no la tranquilizaba en estos momentos, sino que pesaba como una obligación impuesta a repetir movimientos que, ahora, en el momento de la verdad, no le parecían tan útiles. Así, nerviosa, palpitante, excitada, llegó al cuarto de estar. Allí se amontonaban un millón de paquetes de todos los colores, con lazos y papel maché, brillando al cobijo de un árbol recargado y colorista que no engañaba a nadie en su vago intento de hacerse pasar por natural. La cara se le iluminaba y apagaba con los ritmos histéricos de sus luces rojas, azules y verdes, y su movimiento parecía, por tal efecto, más robótico que humano. "Estúpidos regalos" pensó, y paso entre ellos sin hacerles el menor caso. Un ruido al final de la casa hizo que doblase las piernas y estirase los brazos en horizontal, dándole un aspecto de amazona que realiza su danza sagrada. Así, en esta postura, incómoda, nerviosa, con la boca secándose de pronto y los ojos muy abiertos, esperó unos instantes, temiendo la vergüenza de ser sorprendida, como una criatura que quiere ver sus regalos de navidad por no tener paciencia para esperar a la mañana. "Todo menos eso" se dijo, y es que a sus 14 años, lo último para su ego juvenil era menguar en edad y respeto. Así, en cuclillas, con sus blancas piernas desnudas sobresaliendo bajo la camiseta blanca de mercadillo (fea incluyo para dormir), siguió su avance discreto hacia su destino. Ya andaba cerca. En un pliegue oculto en el antiguo sillón, aquel que nadie usaba, aquel que era solo pieza del recuerdo, metió su mano temblorosa y rebusco unos instantes, mientras controlaba la puerta. Encontró lo que buscaba: un objeto metálico y alargado hurtado, hacía unas horas y bajo previo estudio, del falso fondo del cajón de la cómoda de su descuidada madre...

"DETECTIVES" por "BLANCO FUTURISTA"

3 de enero de 2013


La certeza la llevaba por dentro, inscrita en la parte interior de una costilla cualquiera. A esa altura ya sabía que algo no marchaba bien y su olfato detectivesco le hizo obcecarse en la idea. Una imagen recurrente, como de carne podrida, y un puñado de días arruinados por la imposibilidad de ignorar los malos olores. Aún así se sintió forzado a actuar, con el respaldo del que no sabe nada se lanzó, con poco más que una certeza de vísceras incómodas, a intentar desarmar el misterio; pieza a pieza, lado a lado sentir a sentir. Y así fue como, con los contornos aún goteando de sangre, se vio con la costilla en la mano, girada hacia la luz para observarla mejor, y en mitad el último aliento de consciencia, suspiró mientras corroboraba, con el alivio del reafirmado en su intuición, que todo marchaba bien de tórax hacia dentro, que solamente la pura resistencia al absurdo reinante exterior fue la que le llevó a extirparse aquel miembro, que solo por mera fricción por el entorno estaba ahora muriendo con las pruebas en la mano. El desmayo era inminente, y la sonrisa no empaño su último gran caso resuelto.