"MEMORIA" de OCRE DE OTOÑO

15 de diciembre de 2011

Voy a contarlo todo tal y como sucedió. O al menos tal y como yo recuerdo el orden de las cosas. Me pediste que jugara. Me costó decidirme pero al final acepté. Jugamos en la calle, cerca de tu casa, en un banco, un viernes a las nueve de la mañana. Cuando la ciudad ya llevaba horas despierta, nosotros todavía no nos habíamos acostado. No nos habíamos acostado. Jugamos en tu cama. Jugamos a palas a las tres de la madrugada en medio de la calle Aragón. ¡Qué bien nos lo pasamos! Me acuerdo como si fuera ayer...
También jugamos en el Hotel Coronado de Poble Séc. ¿Recuerdas? Fuimos al teatro de improvisado y, al no encontrar la dirección exacta, se nos pasó la hora. Decidimos ir a cenar. A la Bella Napoli, en la calle Margarit. Allí me volviste a pedir que jugara en una tentativa mía de pedirte tiempo muerto. “Juega”, me dijiste. Acepté cuando salimos del restaurante. Acepté porque me acorralaste en un portal, como si tuviéramos quince años, y me robaste uno de nuestros últimos besos. De esos besos tuyos embriagadores. De esos besos que hacen girar el mundo alrededor. De esos besos que hacen perder la conciencia. Que desmayan. Que cortan la respiración.
“Está bien, juego”. Mi condena. Pronunciar aquellas palabras fue mi condena. Corrimos de la mano calle arriba hasta toparnos con el Hotel Coronado. Una luz en medio de la noche. Una luz en una esquina en medio de la noche. Nos paramos en seco. Nos miramos. Tanteamos el terreno. Y entramos. “Habitación para dos”. ¿Te acuerdas? Veinticinco euros tú. Veinticinco euros yo. Subimos en ascensor. Las paredes rojas. Entramos en la habitación. Una habitación rosa. “Rosa, como los moteles de carretera en Estados Unidos”, creo recordar que pensé. Y entonces jugamos en aquellas camas. Nos enredamos en una maraña de besos y abrazos. Tu pelo con el mío. Tu olor con mi olor. Tu risa y mi risa. Nuestra respiración. La respiración. Tus besos me cortaban la respiración.
Voy a seguir recordando, mi memoria a veces me juega malas pasadas. Voy a seguir contando todo tal y como creo que sucedió. Pero antes quisiera preguntarte algo. ¿Quién -y repito, ¿Quién?- te va a idolatrar tanto como yo? Bien. No lo sé. No lo sé.
Recuerdo jugar hasta el último momento, el 24 de diciembre de 2010. Todo el día pegados. Apegados. Inseparables. Comimos a las cinco de la tarde porque se nos pasaron las horas volando. A tu lado, todo volaba. Hasta las promesas, volaron. Nos costó despedirnos. Yo te regalé un libro con una nota dentro. ¿Recuerdas? “X, ets molt guapo”. La leíste meses después.
Y nuestro último encuentro. El 29 de diciembre. Viniste a despedirte a la puerta de mi casa. Marchabas de viaje durante cuatro días. Para mí, esos cuatro días significaban una eternidad. Viniste a despedirte para cuatro días. Yo sabía... bueno, en realidad yo no lo sabía, algo me lo decía en mi fuero interno. Sabía que aquello era una despedida real. Una despedida para siempre. Los lazos, rotos. Te quiero, te quiero, te quiero. Hubiera querido decirte tantas veces te quiero. Jugué, jugamos hasta el último momento.
Volviste de tus cuatro días de vacaciones y decidiste dejar de jugar. Yo estaba a punto de marcar gol y tú dejaste de jugar. Paraste el tiempo. Te llevaste el campo. Los espectadores, los aficionados, los jugadores. Lo apartaste todo. Me quedé sola. Las puertas cerradas. Todos salieron. Yo no fui capaz. No he sido capaz. Te quiero. Te quiero. Te quiero.
Leíste la nota meses después, ya no jugabas. Yo seguía en el campo. Sigo en el campo. Quisiera arrancarte de mi memoria.

"Amor pasional/amor racional" de VERDE ALMA

10 de octubre de 2011

Esa era la primera vez que tenía a una mujer entre sus piernas. Fue mágico y estremecedor. Sensual y atrevido.
Saboreó la pasión, lejos de lo que ella conocía como racionalidad.

Por la mañana se despiden, sus labios todavía tienen el sabor a sexo de la eterna noche. Se jura no verla nunca más, siempre ha sido cuidadosa con los temas del amor.
Nota una punción en el pecho, le falta aire, la ansiedad llena su estómago, se siente atrapada en un sinfín de imágenes y recuerdos inmediatos de esa misma habitación. Solo hace un rato que la sombra de esa mujer ha dejado un rastro de perfume a patchouli al salir por la puerta. En su cama yace algún cabello castaño largo de esa hada tan hermosa que ha acariciado su cuerpo.
Se mira en el espejo, sigue desnuda, su mano se balancea por sus pechos como una mariposa, baja suavemente por su vientre hasta llegar a su sexo, no puede evitar sentir la pasión de nuevo. Se asusta, piensa en ella, esa noche la ha amado.

Lucha con sus monstruos durante unos días, su mente es cuadriculada, nunca se sale de la línea, intenta ser cautelosa para no clavarse astillas en lo mas profundo de su cuerpo.
Deja la racionalidad a un lado, para pensar en ella de nuevo.
Decide abrir las puertas al amor, sea cual sea su cuerpo, su sexo. ¿Pues que es el amor sino mas que dos almas apasionadas pegadas a un mismo latir?

Coge el teléfono:
-Si?
- Noelia, eres tu?

"Amor pasional/amor racional" de NEGRO SOMBRA

No puedes entender que yo contigo me iría hasta el fin del mundo, que cada día que va pasando te quiero más. Y no sé si es por capricho porque ya no puedo estar a tu lado, pero lo que sí sé es que en estos tres años que he pasado sin ti no he podido superarlo… y no soporto verte cada día con ella. Cada hora de mi vida me arrepiento y me lamento de mi error, de no haber visto y cuidado lo que eres para mí…

¿Sabes?, en las películas los locos enamorados envían este tipo de cartas a sus amados, y al final todo sale bien para el protagonista y se nos da a entender que viven felices para siempre. Pero en la vida real es un esfuerzo inútil y lo único que conseguiría es perder hasta nuestra amistad. Seguiré conformándome con la vida feliz que he creado en mi imaginación, la vida de la que hablábamos cuando aún estábamos juntos.

Me temo que no volveré a encontrar el amor. Y aunque he conocido a hombres ideales, de ninguno me he podido enamorar, ni siquiera de esa forma simple de la que te enamoraste tú de ella: sin que te brillen los ojos cuando la miras, sin que te haga reír como te reías conmigo, sin que ella te quiera como yo te he querido. Es por ti que me veo incapaz de amar de nuevo o, mejor dicho, a otra persona. A todos los comparo contigo y no te llegan ni a la suela de tus zapatos. Eres perfecto, incluso con tus defectos.

Sólo me queda llorar el resto de los días por ti. En silencio. Cuando nadie me ve… Vagaré en mi eternidad siendo la viuda del amor…

"Amor pasional/amor racional" de GRIS CENIZA

Claudio cierra la oficina a las 20:05h, la misma hora de siempre. Hay poco trabajo y el jefe nunca está por las tardes, pero siente que es su deber aguantar sentado en su escritorio mirando el reloj hasta que dan las 20h, ni un minuto más ni uno menos. Además, las últimas horas de la tarde son su verdadero descanso: el jefe - que es el hijo de su jefe de toda la vida- se pasa el día humillándolo y faltándole al respeto, dándole papeleo y exigiéndole resultados que no están al alcance de la pequeña empresa. Se aburre mirando las cifras de los papeles. Le avergüenza decir lo poco que cobra al mes. Piensa en los impuestos, en lo cara que está la vida, lo poco que disfruta de su familia, las obligaciones, los problemas de salud que empieza a traerle la edad. Si pusiera empeño en odiar, odiaría su trabajo con todas sus fuerzas, pero ni se le pasa por la cabeza intentar cambiar nada. No mira más allá de su escritorio y su teléfono. No va con su personalidad levantar la voz y decir basta, ni alejarse de este infierno. Prefiere aguantar con los hombros caídos y la boca cerrada.
Es un hombre de costumbres antiguas que sobrevive a través de sus rutinas: el mismo trabajo de hace 31 años, la misma esposa, el mismo piso, los mismos regalos cada navidad...
Y hoy es jueves. Desde hace unos meses, los jueves ha desarrollado una nueva costumbre, un pequeño gesto de rebeldía: cuando cierra la puerta de la oficina se aleja sin mirar ni un segundo atrás, sin comprobar que la alarma está bien conectada, o si se ha dejado una luz encendida o algo va mal. Desafía sus rutinas. Rompe sus esquemas. Se sacude años de represión de encima. Y se siente libre como no se ha sentido en su vida.

Pero solo los jueves, porque para él son un día especial, tan especial que se desvía del camino de vuelta a casa, y unos minutos más tarde se detiene frente a un portal, llama a un timbre, e inmediatamente le abren sin contestar al interfono. Sube a pie para evitar tropezarse con alguien en el ascensor, y una vez en el 4º empuja la puerta abierta y entra.
El piso está prácticamente a oscuras, iluminado levemente el pasillo por la luz de velas que se escapa de la habitación más alejada.
Entra y allí está ella, como cada jueves, tumbada de espaldas sobre la cama, casi desnuda, la ropa interior de látex negro brillante y con complementos metálicos.
En la habitación no hay muebles, solo una austera mesita de noche, pero en las paredes hay colgados varios objetos destinados a la practica del sexo extremo: cadenas, látigos con púas, fustas, pinzas, esposas, vibradores de todos los tamaños...
Sin decir nada, él se desnuda y deja la ropa cuidadosamente colgada detrás de la puerta. Mira a su alrededor y su vista se detiene ella: entre las blancas nalgas, generosas y redondas, y los abundantes y desordenados muslos. Ve como el lubricante recién puesto resbala por su piel, y se acerca a la mujer, se sube en la cama y se coloca detrás de ella. Sin ningún tipo de preliminar ni caricia la penetra tal como está, de espaldas, sin verse las caras, aunque ve que ella lleva la misma máscara de todos los jueves, la que solo deja ver los labios, y que muestra medio rostro riendo y medio llorando.
Él empuja deprisa. Violentamente le tira del pelo hacia atrás, y al acercarse los labios se besan. Ella gime y él responde empujando más fuerte. Los viejos pendientes, una cruz cristiana de oro y cuarzo, se balancean como un péndulo que le hipnotiza. Ella esconde la cabeza y los pendientes bajo la almohada, y él presiona con fuerza sobre la cabeza. Se acercan al orgasmo juntos, y se vacían en una coreografía perfecta.
Tras un minuto de descanso se besan y ella sonríe. Siguen sin decirse ni una sola palabra, él se viste y se va.

Claudio, ahora con paso relajado, se para en el bar de los jueves. Se toma una caña en la barra y mira de reojo la televisión que hay en un rincón donde están dando noticias de deportes. Apenas le hace caso a lo que sucede a su alrededor; sigue pensando en el beso de despedida, en los pendientes balanceándose, y en la sonrisa de ella. Toma el último sorbo para ocultar la única sonrisa que tiene durante la semana y pide otra copa.
Unas voces le sobresaltan y le devuelven al mudo real, donde el camarero habla con los chicos de la recogida de basura sobre el mal tiempo que hace esta noche, y ellos se quejan del frío que se les ha metido en el cuerpo.
Claudio mira el reloj, que rápido pasa el tiempo, piensa. Van a dar las doce, así que paga y sale al fresco de la noche.

Cuando llega a casa la encuentra en silencio, su señora ya duerme. Las viejas baldosas se mueven bajo sus pies, y no sabe si le dan la bienvenida o si se quejan. No enciende luces para ahorrar, pero no la necesita, ya se ha acostumbrado a ver con la poca luz que entra por la galería. Le han dejado algo preparado para cenar, se lo come frío, de pie. Deja los platos en la cocina para que mañana los lave su mujer, y decide acostarse.
Tira la ropa sobre la butaca que lleva años con este único propósito y se mete en la cama. Mira a su mujer, que parece notarlo y se acomoda bajo las sábanas. Justo cuando va apagar la luz de la mesita de noche detiene su vista en el brillo de sus orejas. La rutina de los jueves, el único día en que ella no se quita los pendientes para dormir; esta vez las viejas cruces de oro y cuarzo. Apaga la luz, la abraza, y se duerme sonriendo, deseando que vuelva a ser jueves.

"Amor pasional/amor racional" de BLANCO HIELO

Una noche más, como siempre desde hace tantos años, me meto en la cama y me acurruco en mi lado izquierdo. En el derecho estás tú, desde hace ya un rato. Lo sé porque, aunque estoy, como siempre, de espaldas a ti, noto ese leve halo de energía que desprende tu presencia. Por eso y porque hace un rato te despediste. Menuda despedida: hasta mañana, desde el otro lado del pasillo. Nada de buenas noches, tampoco de que descanses, nada. Y de besos, claro, ni hablar. Hasta mañana, y allí me quedé, como un idiota junto a la puerta del salón. Tal vez te contesté hasta mañana mientras mi corazón se convertía en un charco.
Ahora me acuesto a tu lado, con cuidado para no despertarte, y lo mismo que desde hace mil y pico noches: no soy capaz de dormir. Con lo cansado que estaba. Con lo cansado que estaba de tus dimes y diretes, de tus ambigüedades, de que hoy parezca que sí y mañana que no, del olor de tu perfume inundando el pasillo, y sobre todo, de llevar años pensando que no sería capaz de aguantar esta situación ni un solo día más. Y aquí estoy otra noche, mirando la lámpara del techo por el rabillo del ojo, a través de la oscuridad de nuestra habitación, porque los ojos no se me cierran.
Te escucho respirar, pero no sé si duermes. Llevo todos estos años con la incertidumbre de si tú, al otro lado de la cama, de cara a la pared, descansas por la noche o te vuelves tan insomne como yo. Pero no soy capaz de darme la vuelta para comprobarlo, ni tampoco de preguntar, ya tan de madrugada. Para mí es más fácil imaginar que duermes, ajena a mi existencia y a mis tempestades; o bien que yo a ti también te desvelo, pero que lo llevas en silencio igual que yo, esperando que lo suponga.
Prefiero imaginar cada una de las posibilidades, o convencerme, según el día, de alguna de ellas en base tu forma de respirar o a la forma en que estás tumbada -esas pruebas inequívocas-, antes que averiguarlo por mí mismo. Porque a lo mejor no soportaría descubrir que llevo años en vela mientras tú duermes, enfrascada en tus sueños, sin reparar siquiera en que al otro lado de la cama había alguien. O tal vez, puestos a ser sinceros, si te pregunto, confiesas que tú tampoco eres capaz de dormir a mi lado, y me sugieres que me marche para siempre al cuarto de invitados, lejos de tus espiraciones pausadas y de tu cabello oscuro.
Y una noche más, en ese debate entre la incertidumbre asesina y el miedo a descubrir la verdad, al final se me desploman los párpados antes de decidir si hoy es el día de saltar al vacío y cortar el aire de la habitación con esa pregunta que cada noche se me quiere asomar a los labios: ¿duermes?.

"Pacto con el Diablo" de Magenta Obstinado

29 de agosto de 2011

"Por un puñado de almas"

Recuperar la consciencia en un lugar al que no recuerdas haber llegado o estado jamás, sentado en una incómoda silla de plástico, ante una oficinista con muy poca paciencia, es una sensación molesta. Mientras evito razonables preguntas como dónde, por qué, qué demonios… dirijo toda la concentración de mi mente a la mujer que me habla sin parar.

… y la cláusula sobre la imposibilidad de rescisión de contrato viene recogida en el apartado número 1.786, que también deberá firmar, así que por favor, empecemos de una vez, que no tengo todo el día – se recoloca las gafas de color azul océano con la parte de atrás del bolígrafo que tiene en la mano y me mira expectante - ¿Ha entendido algo de lo que le he dicho?
Nada en absoluto. No tengo ni idea de dónde estoy o qué hago aquí exactamente, ni de qué contrato me está hablando.

Siento su exasperación. Bueno, tampoco es que trate de ocultarla. Pero por mucho que intente recordar, no sé cómo he llegado a este lugar. Parece una oficina normal, no podría adivinar a qué se dedican, pero hay un increíble número de personas, tanto sentados ante todas las mesas que alcanzo a ver, como esperando de pie junto a la pared de lo que parece ser la entrada.

No pienso repetirlo todo – dice después de murmurar un rato mientras busca algún papel entre los cientos que tiene repartidos sobre la mesa – así que simplemente, rellene los formularios, fijándose bien en la columna que debe seguir: alma, amor, odio o dones. Dígame, cual ha sido el motivo de su petición y le diré cual debe escoger, así ahorraremos tiempo en la elección del tema.

Al echar una ojeada a las preguntas del formulario que ha puesto ante mí, empiezo a ser consciente de donde me metí cuando contraté al nigromante que conocí por casualidad en la tienda esotérica.

Vaya, qué organizado lo tienen todo por aquí, nunca imaginé que tendrían hasta una oficina…
¿Una oficina? Cariño, tan sólo estás en una de las plantas del edificio central de tratamiento de peticiones, aquí no hacemos más que organizarlas por temas para luego enviarlas a estudio para determinar el precio y posteriormente a la firma final. En el último siglo el trabajo aumentó tanto que tuvieron que reorganizarlo todo, separando por bloques cada petición, y aunque parezcan pocos cuatro temas básicos, en la práctica, engloban todos los anhelos humanos sea cual sea la situación. Las más comunes, amor y odio desde luego, este último suele salir algo más caro… o los dones, dones “divinos” se decía antiguamente, pero el Divino decidió no otorgar más porque creía que los tocados por su mano se volvían unos ególatras insoportables, así que aquí tomamos el relevo. Y en el último bloque, alma, cabe casi cualquier petición, desde deseos de riqueza o éxito en los negocios hasta juventud y belleza.
Impresionante.
Bueno, no tanto, no pensarías que serías el único dispuesto a vender su alma por conseguir lo que desea.
Supongo que no. Tampoco me había parado a pensarlo.
Da igual, ahora que sabes cómo funciona, por favor, elige un tema y continuemos, como ya dije no tengo todo el día.
Amor, mi motivo es amor. Hay una mujer que…
No, no, no y no – interrumpe la oficinista – ni puedo ni quiero saber más. Imagínate que cada persona que se ha sentado donde tú estás ahora mismo desde que me pusieron aquí, me hubiera contado la triste historia de su existencia, así jamás acabaría de pagar mi deuda. ¿Ves este número que parpadea detrás de mí? – señala, sin darse la vuelta, un panel quilométrico con números rojos sobre su cabeza – son los clientes que me quedan por atender para pagar el precio de mi petición. Cuanto más tiempo pasamos aquí charlando, menos baja la lista de alegres clientes satisfechos – las últimas palabras salen de su boca acompañadas de una sarcástica sonrisa de anuncio.

Pero todavía tengo preguntas antes de continuar con una decisión tan importante.

¿Así que este es el precio que hay que pagar? ¿Trabajar aquí eternamente?
No, eternamente no. ¡Mira mi número! ni te imaginas lo mucho que ha bajado en los últimos cuarenta años. Sólo sería eternamente si los clientes fueran tan lentos como tú, pero afortunadamente no lo son. Además, depende de las consecuencias, siempre depende de las consecuencias. Te diría que las leyeras todas antes de sentarte a firmar el contrato el día de la firma final, pero sé que no lo harás, nadie lo hace, ni yo misma lo hice. Además, en el contrato vienen recogidas todas las posibles consecuencias de tus actos, lo que no quiere decir que tengan que ocurrir necesariamente. Tu deuda se incrementa exponencialmente por la fatalidad o el mal ajeno, en mi caso hubo fatalidad y mal ajeno, por eso tengo que pasar más tiempo que otros.
¿Qué ocurrió?
Dios santo – suspira – ¡¡PERDÓN!! – grita de repente dando un golpe con el puño en la mesa - ¡Maldita sea! – el número rojo sobre su cabeza aumenta en cien.
¿Qué pasa?
Aquí no se puede decir el nombre del divino, y menos aún acompañado de santo. Mierda, me has despistado! encima de que estamos tardando tanto…
Lo siento…
Bueno, da igual, qué son cien más, cien menos… - vuelve a suspirar – ya de perdidos al río, como se suele decir, ¿no? será mejor que te cuente mi historia antes de que continúes con tu retahíla de preguntas. Yo tenía veinticinco años y estaba todavía soltera, toda una vieja bruja… eran otros tiempos. Había tenido opciones, sí, pero nadie le hacía sombra a Barry, el marido de mi hermana mayor. Estaba completamente obsesionada con él, pensaba en él, soñaba con él y cada vez que nos visitaban, me sumía en una profunda depresión cuando se marchaban. No podía hacer nada por quitármelo de la cabeza y tampoco quería robárselo a mi hermana, pero cuando llegó el momento de decidir, elegí mi propia felicidad por encima de la de todos los demás. En el pacto que firmé, acordamos que él se volvería completamente loco por mi, abandonó a Rosalyn en el acto y nos fugamos a Inglaterra, donde buscamos un trabajo cualquiera y nos establecimos en un mini-piso sin calefacción. No deja de ser irónico que mi empleo fuera de secretaria y que hayan mantenido mi mesa aquí exactamente igual que la que tenía en vida. Pero ese no es el tema. Pasado un tiempo, cuando realmente conocí a Barry, me di cuenta de que no tenía nada que ver con la imagen que me había formado de él, no teníamos nada en común y me aburría mortalmente todo lo hacía y decía. Visto ahora con perspectiva, era perfecto para mi hermana que solo quería un hombre fiel y responsable con el que tener hijos y una casa blanca con un pequeño jardín. En cuanto fui consciente de mi error, lo abandoné. Alquilé una habitación compartida con unos cuantos estudiantes y me desentendí de él, pero el pobre nunca dejó de sentir lo que yo le había provocado. Fue incapaz de asumir nuestra ruptura y una tarde de abril, poco más de un mes después de mi marcha, decidió darse un baño en nuestra minúscula bañera… acompañado de la tostadora. Saltaron los plomos de todo el edificio. Cuando lo encontraron, tenía en la mano una foto mía estropeada por las horas en el agua, y supongo que también por las convulsiones. Por tanto hubo mal ajeno, mi hermana quedó destrozada, y fatalidad, una muerte. ¿Quién hubiera dicho que acabaría así? No lo se, supongo que nadie. Pero cabe la posibilidad de que las cosas no salgan como imaginamos. Hay que tenerlo presente.
Pero yo conozco perfectamente a María, estoy completamente seguro de esto.
Lo se, lo se, todos lo estáis. Así que ahora que ha quedado todo claro, cubre el formulario tipo A.

No es fácil rellenar datos para un contrato irreversible con el diablo. Ni dictaminar los términos del enamoramiento de María ni qué tipo de precio estoy dispuesto a pagar. Pero lo voy cubriendo bajo la atenta mirada de…

¿Puedo preguntarte cómo te llamas?
Mary, como tu futura mujer, solo que yo nací en Colorado.
¿Y cómo es posible que nos entendamos sin dificultad?
Aquí el idioma no importa.
Encantado Mary.
Ya, ya, igualmente.
¿Nos volveremos a ver alguna vez?
Quién sabe. Puede que en esta misma oficina.

"Surrealismo/Magia" de MAGENTA OBSTINADO

29 de julio de 2011

El te de las seis en punto.

Un día cualquiera en un viejo salón comedor de la zona norte de la ciudad, los señores Fritz tomaban te con su hija. El espacio rectangular alfombrado había visto tiempos mejores, la mesa de madera para 12 invitados había brillado por última vez el verano en que Penélope había cumplido 10 años, los brocados de los manteles habían perdido su tonalidad virginal y los enganches de las cortinas azul oscuro parecían haber adquirido la rigidez de de una escultura en equilibrio inestable.

No hablaban mucho. El matrimonio Fritz había perdido el tema de conversación cuando el negocio familiar quebró. Por un corto período de tiempo, la penuria avivó el parloteo, pues ya se sabe que el drama da mucho más juego que los temas felices, y más aún si es ajeno aunque en este caso era el propio. Pero llegados al punto en que no hubo más que discutir, la tienda cerró, despidieron a los criados y no se volvieron a dirigir la palabra. La señora F., de naturaleza cansada, odió secretamente a su marido por verse en la obligación de dar clases de francés a los niños de los alrededores y hacer arreglillos en las finas prendas de ropa de las señoras elegantes de la vecindad. El señor F. en cambio, que fue desde ayudante de panadero hasta repartidor de leche, nunca se quejó, pero perdió interés en prácticamente todo lo que no fuera llegar a su casa por la tarde a tiempo de leer el periódico tomando el te de las 6 en punto.

En semejante entorno, Penélope creció en silencio, estudió en su habitación en silencio y tomó el te en silencio, fue a la universidad lo más desapercibidamente posible y se convirtió en maestra, utilizando el menor número de palabras por clase que era capaz. Pasar inadvertido era más fácil de lo que parecía, generalmente las personas prefieren escucharse a si mismas y los niños a los que enseñaba eran lo suficientemente pequeños como para no cuestionarse sus métodos.

Pero llegó el día en que Penélope ahorró lo suficiente como para alquilar una pequeñísima casa en las afueras y alejarse por fin de la lúgubre existencia que había conocido hasta entonces.

Ese día en concreto en que se decidió a empaquetar sus pocas pertenencias, esperó al sagrado momento del te para decir adiós a aquellos extraños con los que compartía únicamente el apellido de procedencia alemana, abrió la boca para hablar pero no salió ningún sonido. Sintió sus cuerdas vocales vibrar, incluso el aire cálido rozar su lengua para intentar formar las palabras que tenía en mente, pero no las escuchó. ¿Se habría quedado sorda repentinamente? Lo intentó otra vez. La señora F. la miró con curiosidad.

* ¿A qué juegas? Vas a manchar de jabón la alfombra.

¿Jabón? ¿No le llamaba nada la atención una hija moviendo la boca sin decir palabra?

Ahora el que la miraba era su padre.

* Por dios Penélope, haz caso a tu madre y para con eso. Seguro que a tus alumnos les hace mucha gracia, pero este no es el momento ni el lugar.

Pero por más que lo intentaba, no conseguía decir nada. Se movía de un lado a otro de la habitación por puro nerviosismo, y en una de esas idas y venidas, mientras desoía las quejas de los Fritz, se vio reflejada en la puerta de cristal de la vitrina donde guardaban la vajilla fina. Si, aparentemente todo era normal, su melena negra, su vestido de manga larga y su boca abierta formando palabras, pero lo que salía de ella no era sonido invisible, sino burbujas o más bien pompas de jabón, grandes y pequeñas, en grupos o de una en una. Para entender el mecanismo de las pompas, recitó el poema “…Acuérdate de mi… cerca de mi tumba no pases, no, sin darme una oración, para mi alma no habrá mayor tortura que el saber que olvidaste mi dolor…”. Cuanto más larga era la frase, más pequeñas y juguetonas revoloteaban las pompas. Después de tres poemas, un par de canciones y el abecedario al revés, empezó a gritar. Gritó, gritó y gritó, y de su boca totalmente abierta salía una enorme y única burbuja que se hacía cada vez más grande, tanto como aire era capaz de soltar desde sus pulmones.

Sus pies se despegaron del suelo y ascendió. Dentro de la burbuja o ella misma era la burbuja, ni lo sabía ni le importaba, la sensación era de lo más agradable. Subió lentamente, muy poco a poco hasta desvanecerse haciendo pop contra el techo del salón y salpicar unas gotas de agua jabonosa.

La señora F. puso cara de horror intentando recordar dónde guardaba la fregona que ella misma tendría que pasar y se sirvió un poco más de te, mientras que el señor F. sacudió un poco el periódico, pasó la página salpicada y continuó leyendo en hoja seca.

"Surrealismo/Magia" de FUCKSIA ANORAK

Lágrimas infundadas que caen de sus arrugados ojos. Caen y chocan con los dedos de los pies. Y surgen brotes, como si fueran tallos de verde brócoli. Los hay a decenas y son como él pero en miniatura, también están llorando.
En un alarde de arrogancia, se los arranca violentamente del pie y los deposita en una vieja olla sorbe la cual vierte agua. Prende la lumbre y espera a que el agua hierva.
Se sienta en la larga mesa de madera y su sirviente, un hombre alto con capucha y túnica negra azabache cuya rostro no se puede ver, inclina su estirado cuerpo y le sirve un poco de vino. "¿Quién ha sido?" pregunta el noble señor.
El sirviente señala hacia el exterior de la casa.A pesar de ser un luminoso día, la habitación tiene las blancas cortinas bajadas. Él se acerca a la ventana y corre un poco la cortina. Ve al jardinero sin cabeza al lado del camino cuidando una inmensa huerta. Abre la tosca ventana y lanza un grito de orden y señorial. Se sienta en una silla y se acerca a la larga mesa.
Acto seguido, aparece el sirviente sin cabeza. ël señor le pregunta: "¿Quién ha sido?". Pero el sirviente sin cabeza gesticula y hace aspavientos con los brazos. Dice que no sabe nada. El señor se levanta violentamente y le recrimina con el dedo índice, lo que provoca que el sirviente sin testa gesticule más y más. El agua hirve y él le da una bofetada al jardinero, pero cómo este no tiene cabeza, lanza un golpe al aire. El sirviente se cubre la...la...se cubre con las manos y el agua empieza a hervir.
El otro sirviente, el de la capucha y túnica negraa zabache le sirve un plato con el brócoli. El jardinero marcha y él empieza a comer. Come medio de lado, con el brazo izquierdo apoyado en la rodilla. empuja el plato violentamente y se retira. Se dirige al establo.

Allí encuentra al mozo de cuadras y le pregunta: "¿ Quién ha sido?". el mozo dice no saber nada y él señor, enfadado, coge una fusta y le azota un par de veces. Acto seguido, le ordena que le prepare para cabalgar a su a. Se motna en el y, al sonido de un grito seco, el caballo arranca ipso-facto. Pero a los 20 metros, el apaloossa se encabrita y lanza a un lado al señor, el cual cae mal y se rompe el cuello. Pasan los minutos. El caballo yace al lado del señor comiendo las pocas briznas de hierbas que tiene el camino. El señor ha muerto boca arriba, con la boca abierta y los ojos aun más arrugados. De la boca le surgen pequeños tallos de brócoli, pequeñas réplicas de él llorando...Esta, un grupo más o menos nombroso, se acerca a la imnesa huerta y se girana apra dar un vistazo, por última vez, al señor.
¿Quién ha sido?

"SURREALISMO/MAGIA" de VERDE ALMA

5 de julio de 2011

Cuando quiso darse cuenta ya había dejado su firma en el mugriento libro de ritos y magia negra de aquel extraño señor.
Al instante supo que ni siquiera un sentimiento de arrepentimiento corría en su interior, ni tampoco de seguridad ante lo que acababa de hacer, simplemente no sentía nada.
Al principio se asustó, su cabeza estaba horrorizada, pero su corazón no recibía los estímulos necesarios para convertir ese pensamiento en sentimiento. Durante la transformación su ansiedad mental aumentaba sin cesar, tenía ganas de llorar, de gritar, y sobretodo de sentir algo; pues ya era tarde, el brujo había robado su parte más íntima, la parte que solo ella podía controlar y que realmente formaba todos los átomos de su esencia.

Sus lágrimas desaparecieron del rostro, dejando sus ojos secos como la mojama. Su corazón estaba ya protegido del mas tenebroso y doloroso sentimiento, aunque también del mas dulce y especial.
Intentó pensar en él, y se dio cuenta de que el ritual había funcionado, ya no le amaba, o al menos se acabó el dolor.

Todo empezó cuando leyó en las páginas de anunciantes del periódico del fin de semana:
QUIERES DEJAR DE SUFRIR?
QUIERES SER INSENSIBLE , FUERTE COMO UN AUTÉNTICO ROBOT?
YO PUEDO CONSEGUIR QUE TUS PROBLEMAS DEJEN DE SERLO, LO VERÁS TODO DISTINTO.
CONTACTA: 900 000 900 400

Estaba tan desesperada, que cuándo quiso darse cuenta ya había concertado cita para la noche siguiente. Le extrañó que la citaran a las 00.00h de la madrugada, era muy tarde para ser un sanador, pero no dudó ni un segundo en acudir.
Y allí estaba metida, en un zulo, un cuarto húmedo y oscuro en el cuál apenas se podía respirar del olor putrefacto que venía directamente del alcantarillado de la calle del viejo barrio del Raval.
Sintió miedo, era muy tarde para andar sola a esas horas por esas calles llenas de traficantes, carteristas, vagabundos y prostitutas. Ella sólo andaba por allí de día o acompañada, pero apenas le dio tiempo a temer nada, pues descubrió la puerta con un símbolo azteca grabado en la vieja madera, tal y como le habían descrito por teléfono. Llamó tres veces al timbre como habían acordado, y una mano oscura abrió la puerta con un ruido tenebroso como pasaba solo en las películas de terror.
Entró; la recibió un chico de color, pensó que era una trampa de alguna mafia africana para el tráfico de mujeres blancas, pero enseguida vio que no era la única. De la otra habitación salió un cuerpo de mujer, apenas 18 años, caminaba recta, sin ningún tipo de personalidad, como si de una máquina se tratara, se fué sin girar en ningún instante la cabeza para despedirse.
Era su turno. Entró a un cuarto iluminado por velas, una sombra al fondo dibujaba la silueta de un señor mayor y jorobado. Al irse acercando pudo ver en su rostro curtido una mirada que leyó hasta la último de sus pequeños pensamientos. Sintió miedo.
Se trataba de un viejo brujo sanador que ahora con la crisis estaba explotando otro sector; a través de la magia y rituales aztecas dejaba a las personas libres de preocupaciones y sufrimiento. Por lo visto muchos desesperados acudían a él para dejar de sentir, para ser simplemente máquinas, sin los 21 gramos de alma que se supone que todos tenemos.
El viejo coleccionista de almas le explicó las reglas que también aparecían escritas en el supuesto contrato:
-Los 800 euros por adelantado y en efectivo ( dejar de sentir no es gratis). No hay marcha atrás; serás una máquina hasta que tu cuerpo oxidado deje de funcionar. No podrás volver a amar ( esto lo remarcó por si la joven se arrepentía. El hombre, era honrado, y vio un espíritu muy joven como para perderse según que cosas)

Al salir por la puerta se cruzó con otra joven desconsolada que sería la siguiente en vender su alma.
De vuelta a casa, pudo saborear los restos de sus últimas lágrimas aún pegadas en sus mejillas; pues jamás volvió a llorar.

"SURREALISMO/MAGIA" de BLANCO HIELO

Poema dadaísta construido a partir de uno surrealista (un fragmento de Poeta en Nueva York, de García Lorca).


Cuando trabajan los ataúdes

La luna helechos se llevarán a ninguno

Rodarán para las poleas el cielo

Rueda amarilla de agujas buscaba

Ninguno los salga y las cercará

Un límite se detenía, que ninguno los quería tumbar

Nube, ni ser la memoria

Pero no del tamboril.

"SURREALISMO/MAGIA" de MAGENTA YUKATA

El zorro salió de la madriguera ajustándose la levita.
La chistera negra en la mano, el pañuelo para secarse el sudor en la otra.
Solo tenía un traje marrón
pero el señor Vargas no se lo tendría en cuenta.
El coche nunca estaba a tiempo y la espera se antojaba eterna.
Se levantó una gran humareda en el camino.
La ciudad centelleaba lejana
y un grumo suspendido amenazaba lluvia.
El zorro miró su reloj
pero las agujas ya no se movían.


Las gotas inmóviles.
Manchas en la levita.


El señor Vargas removía su café con un poco de canela y una nube de leche.

"MICRORRELATO" de BLANCO HIELO

4 de julio de 2011

A veces flexiona la mano y se acaricia la palma con las yemas de los dedos, muy suavemente, reviviendo el recuerdo táctil de otra mano que, una vez, se posó entre sus dedos de forma breve, inconsciente. Demasiado tímida, demasiado fugaz, tal vez demasiado sincera.

"MICRORRELATO" de MAGENTA OBSTINADO

15 de junio de 2011

No hace tanto tiempo, todo era distinto.

Últimamente lo mira con desdén. Ya no lo idolatra ni siente esa adoración ciega de hace tan solo unos meses. Siente costumbre. Y cariño, no lo ha olvidado todo. Es simplemente que ahora lo ve de otra manera. Es curioso como los pequeños detalles que lo hicieron diferente a sus ojos, ahora la sacan de quicio. Se escucha a si misma reprochándole cualquier cosa y se odia, porque sabe que él no tiene la culpa, pero aún lo odia más a él por no sospechar nada. Tiene ganas de olvidar la factura del motel en algún lugar en que él pueda encontrarla. Pero no lo hace. No quiere cargar con toda la culpa cuando todo acabe.

"CANCIÓN" de ROJO CELESTIAL

10 de junio de 2011

El tiempo no discurre igual para todos; nunca para ti.
Has visto crecer la decadencia, sembrando el vacío que hoy te desborda.

No todos conocen tan pronto el hastío,
no todas las mentes necesitan este paso. 

Tú ya has caminado suficiente sobre un vacio opaco (debió derrumbarse hace mucho)



¿Y la ilusión, o impaciencia, de encontrar, 

de cruzar límites,
de llegar donde nadie más; 

escapar con tu soledad?

La llevas agarrada a tu cuerpo como una hiedra.



Ahora, inflexión reflejada de celeste. 

Alzas la vista a las estrellas, espacio, caos e incógnitas;
primer abismo inalcanzable. 



Giras hacia otra forma, hacia tus pies;
sin camino, otro abismo 

a través del túnel de la gravedad. 



Tu mirada se clava en el océano:

"Voy a diluirme para ser yo de nuevo"



Pierdes el equilibrio, como entre los dos extremos que circundan tu desierto: ese camino suicida que recorriste mil veces, sin saber vivir de otra manera, ahogándote, drenándote.

Flexión de 314 grados: "¿Recuerdas nuestro último baile? Éramos como una llama agonizante a la vez que esplendorosa. Nos consumíamos en la plenitud, exprimiendo años en milímetros, recogiendo los colores del ocaso sin rozarlo. Hoy nos hemos vaciado y no queda nada aquí. Tenemos nuestras palabras guardadas bajo la piel. No nos queda esperanza mientras la esperanza es lo que único que nos mueve"

Flexión, ahora sin rumbo: El aire ya no te oxida, 

el cielo se expande,

el aire ya no te asfixia,

el cielo se va tornando acogedor,

lunas y soles se funden 

envolviéndote de tiempo inmortal

el abismo se convierte en reflexión,

sueldas tus ojos

(la oscuridad sí tiene fin)

Y entonces lo ves
el abismo reflejado.

(el abismo está dentro de ti)


(Inspirado en EL ABISMO REFLEJADO EN TI de los BRAINJUICE)

"Microrrelato", de Gris Ceniza

11 de enero de 2011

Fue un accidente. Se fue el último y nos dejó encerrados pensando que no quedaba nadie. No ha habido rondas de vigilantes que escuchasen nuestros gritos, ni nadie que volviera la vista atrás. Día tras día los dos solos, sin notar nada más allá de las cuatro paredes que nos rodean. ¿Cuanto creéis que aguanta un hombre sin comer? No tanto. Teníamos que beber y al final nos bebimos nuestros propios orines. Había que calmarse, así que hablamos, con pausa, fríamente. Luego vino lo más duro. Fui el primero. Fue tan asqueroso que no nos lo comimos, pero dos días después un solo dedo nos supo a poco. Mi mano izquierda ya es un muñón, la derecha la conservo para trocear. Ella ha perdido la razón, pero por lo menos come y respira. ¿Vale la pena? Porque si al final nos rescatan ¿en que nos habremos convertido?

"Microrrelato", de Púrpura Tenue

Los retortijones la despertaron. Tenía el vientre hinchado. Se giró a un lado y abrazó la almohada. Se puso boca abajo y apretó el estómago con sus manos. Se hizo un ovillo, hasta que sus rodillas acariciaron suavemente su mentón cetrino. Por un instante se resistió a cerrar ojos. Qué ironía, ahora que quería vivir sus dedos no pudieron marcar el teléfono de Urgencias. Antes de que sus párpados se cerrasen para siempre, se fijó en el pisapapeles de la mesita y sonrió imaginando que era la sexy bailarina de cancan que vivía en la puerta del palacio.