"1r encuentro" según Fucsia Anorak

18 de julio de 2008

(Based on a real history)

Estaba yo en una “peixeteria” de Dakota del Sur (pues en la del norte no existe el pescado) cuando, furtivamente, pasaron ante mi unos pantalones piratas de color rosa. Imagino que fue ese color tan llamativo, o que yo adoraba los traseros, lo que me cautivó. Seguí a los pantalones y, cuando alcé la vista, me percaté que era un extraterrestre. Con uno de sus tres dedos índices, me dijo que fuera hacia “ell@”.
Aún tenía tiempo hasta la hora de cenar- Así, pues, me acerqué con rigor y “ell@” me preguntó si fumaba. Por suerte, le mentí y un picante caramelo de menta me ayudó desinteresadamente en mi mentira infantil.

Empezamos a hablar y me dijo que si quería marchar a su planeta...


Cinco años después, llegamos a su planeta y una gran multitud me hacía dulces alabanzas y vítores amistosos mientras caminábamos por entre un pasillos de seres alienígenas . Yo no entendía nada. Hasta que llegamos al final del camino.
Alcé la vista (otra vez) y vi una gigantesca estatua con mi rostro: estos seres del espacio exterior me adoraban. No me lo podía creer. Para ell@s, era un Dios.

Así, durante un tiempo transcurrió mi reinado en ese planeta que solamente tenía una gran ciudad y que el resto era árido, desértico y aburrido. Mis tareas como gobernador (dictador no, ya que me adoraban) era simples y mi justicia era salomónica.

Hasta que un día, en una de mis excursiones por los estrechos pasillos del palacio real, topé con una puerta que estaba cerrada. Y era raro, ya que en este planeta no existían las puertas. Incluso las naves espaciales, no tenían.

La ignoré tanto como pude pero, al final, acabé derribándola. Y en el interior, una escultura de un metro aproximadamente presidía el sonoro silencio. Me acerqué para examinarla mejor y sonreí: era un busto de mi ser. Pero, mirando detenidamente, observé una grieta. Y cometí el error de tocarla. Se cayó un trocito de marrón madera. No pude para y continué rascando. Al acabar, me quedé sin aliento: había otro “rostro” debajo del mío. Era de otra persona. Mis pensamientos se aceleraron y ordené “rascar” la cara de la primera estatua con la que me topé. Ell@s no rechistaron. Efectivamente, había otro rostro debajo del mío.
Les pedí explicaciones, pero ellos se limitaban a adorarme sin parangón.
Me senté en mi trono y reflexioné.
Mis actos fueron:
-demoler todas las estatuas, bustos y representaciones mías y de cualquier humano
-coger a mis hijos y asesinarlos, pues estaban basados en una mentira y, encima, no existían
-preparar una invasión violenta y opulenta al planeta tierra.

Han pasado cien años desde la furiosa invasión, y aun se ríen de mi derrota.

"Historia híbrida" de Gris Ceniza

15 de julio de 2008

Pasar, vamos. Pasar y coger sitio, sentaos alrededor mío, dónde podáis.
Este que tengo en mis manos es un cuento como los de antes. En él viajaremos a un mundo fantástico, dónde visitaremos una aldea en peligro y conoceremos a su valiente héroe. Y para que todos estéis tranquilos os adelanto ya que todo tiene un final feliz.
Aunque como se dice allí de dónde yo vengo: “todo depende de los ojos del que mira, o de los oídos del que escucha”.


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Para situar nuestra historia debemos cruzar todos los continentes conocidos, y sobrevolar los inmensos mares del sur, hasta llegar a los confines de la tierra. Es allí dónde se termina el mundo, y justo en sus bordes unas gigantescas cataratas descienden directas al mismísimo infierno. Dicen que en esas corrientes habitan todo tipo de criaturas marinas y gigantescos monstruos escapados del abismo, así que nadie se atreve a navegar por allí. Pero en el último saliente de roca que se adentra en lo desconocido vivía una antigua civilización, los Ahlkuist…

Estos seres mitad ciervo mitad hombre eran criaturas tranquilas, pacíficas, y sobretodo silenciosas. Cualquier sonido un poco estridente les molestaba, y algunos tonos podían dejarles sordos durante varios días, así que casi nunca usaban su voz más que para pequeñas advertencias, cortas y graves.
Habitaban una única aldea de pequeñas chozas de barro, madera y paja. Su sencilla sociedad no necesitaba grandes lujos, ni solía comerciar con otras especies. Se alimentaban únicamente de las plantas que tenían a su alcance y de los frutos de algunos árboles.

La paz y abundancia de su vida se vio alterada aquel verano.
Un calor inusual rasgaba el ambiente. El aire parecía arder dentro de sus hocicos y sus pulmones se negaban a funcionar con normalidad. Primero fue un anciano, uno de los centenarios. Luego los recién nacidos no superaron los primeros días de vida. El calor trajo la sequía, la falta de alimentos, el miedo y la muerte. Asfixiados o desnutridos los Ahlkuist caían uno a uno.

Lo que quedaba del consejo de sabios se reunió para tomar una decisión. Algunos insistían en coger las pocas pertenencias que tenían y salir en busca de un nuevo hogar, dónde el aire caliente no les quemara por dentro y las plantas crecieran para darles de comer. Pero la verdad es que la aldea se encontraba en medio de la nada; sería un viaje muy largo, lleno de peligros, y estaban tan débiles que creían morirían antes por el esfuerzo y el cansancio que por “la plaga”.
Cuando parecía que no había nada que hacer, mientras los sabios miraban a su alrededor en busca de una respuesta, el más anciano de todos ellos hizo un gesto para llamar la atención de los demás. Con dificultad se incorporó y mediante su lenguaje de signos les contó que Dios se había comunicado con él la noche anterior.
Hacía exactamente treinta años que no les había pedido nada. Treinta años de sagrado silencio. La profecía siempre se les aparecía a alguno de ellos en sueños cuando algún desastre amenazaba su sociedad. Su Dios les hablaba, les exigía, y a cambio les devolvía su paz.
¿Pero quién era el elegido para cumplir la profecía?
Miraron todos con temor el antiquísimo altar de piedra negra que dominaba la aldea desde una pequeña elevación del terreno.

Aquí es dónde aparece nuestro héroe. Por alguna extraña razón a Hafka no parecía afectarle tanto la plaga. Se sacaba de encima el aire caliente a resoplidos, y aunque sus compañeros le miraban con desaprobación por el ruido, él se limitaba a sonreírles tímidamente y seguía con su trabajo. Cortaba madera y la cargaba asta la aldea, reparaba chozas, cuidaba a los más débiles, y últimamente era el encargado de trasladar los numerosos cadáveres a la pira funeraria instalada cerca del altar negro. No parecía cansarse nunca, y no había tenido ni una palabra de queja por tener que soportar el peso de un pueblo caído en desgracia.

Una vez la pregunta fue formulada formalmente apareció deprisa el nombre de Hafka. En realidad era el único capaz de intentar una aventura así. No tenían tiempo que perder, así que lo hicieron llamar y le contaron sin palabras que el destino del los Ahlkuist estaba en sus manos. Nuestro héroe solo sonrió tímidamente y partió de inmediato.


Un mes después uno de los más jóvenes lo vio llegar por el sendero principal. Allí estaba Hafka; vivo, con la cabeza mirando al frente con orgullo mientras sus dos grandes cuernos de ciervo atrapaban la luz de la luna. Caminaba erguido sobre sus patas traseras, ni una leve cojera, ni una herida a la vista. Arrastraba tras de sí un carromato de madera, de un solo eje y dos ruedas, que cargaba una extraña criatura de piel blanquecina aparentemente dormida.
Al entrar en la aldea todos sus habitantes fueron saliendo a darle la bienvenida, y cuando Hafka estuvo a la vista de todos levantó el puño apuntando al cielo, el símbolo del triunfo. Entonces, como atravesados por un silencioso rayo, todo el mundo saltó de alegría. Se escucharon entre susurros canciones, la gente se abrazaba, las mujeres lloraban, y los viejos asentían satisfechos. Todo esto sucedía en un controladísimo volumen en el que nadie levantaba la voz, ni las crías jugando, ya que desde recién nacidas el instinto les enseña que el sonido es su enemigo. Todos querían tocar a su héroe, nuestro héroe, que nunca cambiaba su tímida sonrisa.

La extraña criatura tumbada en el carro se incorporó cuanto le permitieron las correas que le ataban una de sus muñecas a la madera. Cuando vio a las crías más jóvenes transformó su rostro mostrando los dientes en un gesto que no habían visto nunca, y los pequeños salieron corriendo asustados. Sorprendido, el ser volvió a cerrar la boca y la tristeza se instaló en su rostro.

Unas horas después Hafka contaba su viaje a la luz de una hoguera, con algunas hojas y hiervas entre sus dientes.

“No sabéis la de cosas extrañas que hay ahí fuera. ¿Peligrosas? Si, supongo que la mayoría. Pero yo intentaba correr deprisa y en silencio, sin detenerme en ningún momento. Pensaba en todos vosotros, y ni las más exóticas bellezas me hicieron dudar. Aunque una vez pasé por un campo de deliciosas hierbas…”
El entregado público soltó una risotada silenciosa, y Hafka siguió con su relato entre signos y cortas palabras graves.
“Según me contó el espíritu que los sabios me entregaron, debía encaminarme hacia el laberinto del silencio. En todo momento sabía por dónde debía andar, y así con su ayuda llegué asta la puerta principal del laberinto. Mmmm, dejadme pensar...
Ah, si. La primera de las pruebas me hizo saltar unas extrañas púas que corrían por el suelo. Parecían tener vida propia, así que no descarto que fueran pequeños animales salvajes o alguna clase de brujería. La cuestión es que me mordían las pezuñas, y como veían que eso no me detenía, se subieron por mi pelaje para morderme en la carne. Así que cogí impulso y con dos grandes saltos encadenados las dejé atrás, y corrí, y corrí lejos, asta que tras varias esquinas me encontré cerrado en un callejón sin salida.”
Lo sabios masticaban raíces, pero las jóvenes crías tenían la boca abierta y no pensaban ni en masticar, tan atentos estaban de la historia.
“… pero él seguía atacándome, y yo ya estaba desesperado porqué no sabía como superar aquella otra prueba. El gigantesco pájaro descendía una y otra vez para intentar picotearme en la cabeza y no podía atraparlo entre mis pezuñas. De repente, de entre unos setos apareció la criatura más terrorífica que jamás haya existido. Andaba erguido, como nosotros, y también tenía patas en el torso, pero éstas terminaban en cinco pequeños apéndices que le permitían coger cualquier objeto con la precisión del diablo. Tenía una gran mata de pelo alrededor de la boca, y sus ojos eran puro odio. Era lo que las leyendas llaman: humano”.
El silencio se hizo más profundo de lo normal. Algunos cuellos de los veteranos se volvieron para mirar la cabaña dónde habían aislado a la criatura blanquecina, de apariencia débil y quejumbrosa.
“Voy a ahorraros detalles violentos, pero os diré que el humano es hijo del mismísimo rey negro. Pelea con una bravura que no corresponde con su tamaño, y a pesar de su poca fuerza y mi evidente superioridad nunca cesó en su empeño. Me arrinconaba e intentaba ensartarme con una larga hoja de metal, sin descanso, sin piedad. Su cuerpo parece hecho para el combate, os lo prometo; su coordinación no es de este mundo y es ágil como un Bleeok. Lo que no puedo explicaros es su instinto, no hay palabras. Es fruto de las relaciones entre dioses oscuros, no hay otra explicación, porque sus ojos decían que le gustaba matar. Ese es el gran poder de los hombres, disfrutan del mal…”
Hafka se perdió en sus terribles recuerdos y permaneció mirando al suelo. Las crías intentaban no derramar lágrimas pero sus sollozos eran evidentes. Las mujeres, incómodas, empezaron a recoger las sobras de la cena, y los viejos estaban serios, muy serios, sin dejar de observar la cabaña dónde esperaba la extraña criatura.
El más pequeño de entre las crías, lleno de curiosidad, preguntó en medio del silencio como había logrado derrotar al demonio humano.
“Los hombres son seres orgullosos, y cometen errores. Me tenía apunto para darme muerte, pero quiso saborear demasiado el momento. Me dio una pequeña opción y la aproveché. Ahora sus restos se encuentran aplastados contra uno de los muros del laberinto del silencio”.
Dicho esto, se incorporó dando por terminada la historia.


Durante todo el día siguiente la aldea se dio un festín como hacía tiempo que no se veía en cientos de miles de kilómetros.
En la puerta de cada choza colgaban adornos hechos con tallos de plantas y huesos de animales, piedrecitas y escarabajos de colores, todo trabajado para las ocasiones especiales. Algunas mujeres aparecían con sacos llenos de flores del valle, unas de un azul intenso, y otras blancas y rojas. El suelo había sido adornado con las enormes hojas amarillas de las plantas cercanas al mar. El aire se impregnaba del olor de las infusiones que una anciana preparaba. Hervía raíces, flores, y otros ingredientes secretos que guardaba en saquitos de hojas especiales, engrasadas para que nunca perdieran su flexibilidad. Sobre un pequeño fuego cocían los sabrosos frutos del árbol sin nombre que durante tantas semanas habían estado racionando por la falta de alimentos. Su fe, su Dios, su profecía, les decía que ahora todo iría mucho mejor.
Así pasaron el día, entre silenciosos bailes, bocados de sabrosos frutos, y bebiendo infusiones embriagadoras. Hafka era feliz y mostraba su tímida sonrisa.

Las horas fueron restándole a la luz para sumarle a la oscuridad. La luna les alumbraba en aquel claro que era la aldea, ayudada únicamente por pequeñas hogueras dispuestas cerca del altar. Y allí esperaba la negra piedra, imponente, fría a pesar del calor, dominante.
El sabio que había visto la profecía en sus sueños les hizo callar. Apoyado en su bastón y con una rápida serie de gestos, les dijo que era la hora de que Dios escuchara sus plegarias. Todos sonrieron. Todos eran felices. Incluso recordaron que hacía varios días que nadie moría en la aldea. Hubo un silencioso aplauso en honor de Hafka, y este respondió con su tímida sonrisa.

Entonces el anciano dirigió su mirada hacia la choza dónde descansaba la criatura blanquecina. Dos de los Ahlkuist se dirigieron hacia allí y desaparecieron en su interior. Otro de los sabios le acercó al joven héroe una caja de cristal, cilíndrica. La aldea entera guardaba silencio, y el viejo del bastón les explicó que aquella caja era la razón por la que Hafka había viajado tan lejos, asta el laberinto del silencio. Dentro del cilindro de cristal vivía una poderosa magia.
Todos se volvieron al escuchar el ligero arrastrar de unos pies. La pequeña y frágil criatura se acercaba a los sabios guiada por los dos escoltas. Miraba en todas direcciones, nerviosa e insegura, pero dar cada paso le costaba un gran esfuerzo. Hafka asió la caja con más fuerza pero mantenía su tímida sonrisa. La criatura de larga melena rubia lo miró fijamente al pasar por su lado, y el héroe no entendió que le decían aquellos ojos, pero estaba claro que no hablaban el mismo idioma que aquel otro ser del laberinto. No conseguía entender que realmente fueran de la misma raza, pero no era momento para dudas, no podía preguntarles a los sabios si estaban seguros, porque ellos lo estaban. Pero él dudaba, había visto al humano y el odio que fluía de su ser no tenía nada que ver con aquella otra criatura.
La acercaron al altar. Ella parecía dispuesta a salir corriendo en cualquier momento pero los dos escoltas la guiaron cada paso asta la piedra. El anciano que había sacado el cilindro de cristal la hizo sentarse. Los ojos de ella buscaban a Hafka, a las jóvenes crías, buscaban algo desesperadamente. Hafka supo que algo iba mal, tenía que detener aquello, pero la extraña criatura había llegado a esa misma conclusión un instante antes que él.
Cuando la querían tumbar sobre el altar, ella abrió la boca y el infierno se desató sobre la aldea.
De su garganta brotó un interminable grito, agudo y penetrante. Asesino. Devastador.
Dolía. Los oídos. La cabeza. Detrás de los ojos. Dolía.
Absolutamente todos los habitantes de la aldea, se agarraron la cabeza, e intentaron taparse los oídos, pero de nada servía. El grito, cada vez más, se les introducía dentro de su alma rompiéndola, ascendía asta un agudo inimaginable, haciendo pedazos su estructura externa también, destrozándolos por dentro y por fuera.

En un último acto de fe, el joven Hafka destapó el cilindro de cristal. El mundo se detuvo en ese instante. No. El mundo no, porque él podía mover sus manos, incluso la cabeza, y allí también estaba la criatura, el humano de apariencia frágil y de ojos mentirosos, con la boca abierta directa al cielo, moviéndose desesperadamente, alejándose despacio del altar.
El silencio. La magia del cilindro era el silencio. Hafka corrió y agarró como pudo a la pequeña criatura. La empujó de vuelta a la piedra negra, y de un golpe le cerró la boca.
Un instante después algunos más se recuperaron y los viejos terminaron de atar a la joven humana. Parecía que había entendido algo, y no debía gritar si quería que la trataran bien. Hafka cerró preocupado el cilindro, ya que prácticamente toda la substancia que contenía se había evaporado.
Ahora ella le miraba con aquellos ojos mentirosos. Decían que no eran un demonio, pero él ya había vivido su ira. Los dos escoltas no volverían a respirar, de sus oídos todavía brotaba sangre. Y entre los viejos aun había algunos que no lograban recuperar el juicio. Pero la criatura era tan… adorable. Tan frágil por fuera. Sus ojos mentían tan bien…Hafka la miraba sonriendo tímidamente.

El sabio del bastón se inclinó sobre ella, y tras una breve oración le mordió en una de las manos. Ella volvió a gritar y el viejo cayó fulminado. Pero Hafka estaba preparado y volvió a abrir el cilindro de cristal. Al instante el silencio volvió a reinar entre ellos. La humana seguía gritando pero no importaba, nadie la oía ya. Algunos más se acercaron al altar dispuestos a cumplir con la profecía.
Hafka miró a la joven a los ojos, y estos se transformaron, eran los mismos ojos del humano del laberinto, llenos de odio y de miedo.
Nuestro héroe sonreía tímidamente, y un instante después su sonrisa se esfumó, convirtiéndose en una horrible máscara salvaje. Se lanzó sobre el rostro de la humana. Tenía que devorar aquellos ojos. Quería acabar con aquel mal. Mordió y mordió con sus dientes planos, costándole una eternidad arrancárselos. Ella aun estaba viva cuando terminó. Con el hocico totalmente ensangrentado Hafka se apartó, dejando paso a el resto de la aldea, ya que todos debían ser parte de la profecía.
Y así entre todos los Ahlkuist se la comieron viva. Los viejos, las mujeres y las crías más jóvenes, alimentándose de su vida, ofreciéndosela a su Dios, cumpliendo la profecía.



Y así termina esta historia.
Como os he dicho: todo termina dependiendo de los ojos del que mira o de los oídos del que escucha…


;)

"1r encuentro" según Púrpura Tenue

14 de julio de 2008

Extraños

Siempre he pensado que soy de la clase de persona que cree que la gente que se conoce por Internet está algo desesperada. Sí, siempre he pensado que uno tiene que estar mucho tiempo sin ‘mojar’ para citarse con un/a desconocido/a así que me chocó cuando una de mis amigas me dijo que había quedado con un tipo que había conocido en un Chat.

De lo de mi colegui y su ciber cita hace ya casi ocho años y aquel tipo (en mi mente un pardillo ‘adefesio’ a más no poder) pasó de ser un extraño a convertirse en la pareja de mi amiga. He de reconocer que el chiquillo no es tan feo ni simple como yo pensaba.

Ahí siguen, con alguna movida de vez en cuando (historias de cuernos) pero compartiendo ‘felizmente’ la hipoteca y planteándose cada vez más eso de formar una familia. Porque es lo que hay que hacer, ¿no? En fin…

Después de haber escrito esta breve introducción, voy a restarle al Tiempo, aunque sólo sea en mi memoria, 6 años, 8 meses y 17 días y convertirme en una de esas personas “desesperadas” de las que antes hablaba.

2001, tras comprobar durante poco más de un año que el ‘efecto 2000’ sólo sirvió para hacer tres o cuatro telefilms catastrofistas, yo (imagino que a estas alturas ya os habréis dado cuenta que si escribo en primera persona es porque esta historia va conmigo), era adicta a la cafeína.

Por entonces estudiaba, iba a la universidad y mis problemas se limitaban a alguna bronca que otra por llegar tarde al curro de mierda de entonces, por no saber qué ponerme un sábado noche o por presentarme a un examen sabiendo que iba a suspender.

Una de esas noches, en la que se suponía que tenía que estudiar, encendí el ordenador en busca de respuestas. Y vaya si las encontré. Aunque ya era otoño todavía hacía calor. Tenía la ventana abierta de par en par y el aroma del galán de noche entraba deliciosamente en mi habitación. Como no quería que nadie me molestara cerré con pestillo la puerta de mi cuarto. Empecé a ‘navegar’, a buscar cosas relacionadas con el temario que tenía que estudiar. Abrí el MSN y encontré a un par de compañeros de clase. En lugar de ponernos a charlar del examen nos trasladamos a un chat del IRC. “Vamos a reírnos un rato”, dijo uno. Y allá fuimos. ¡La de estupideces y trolas que se dicen por Internet pero como nadie ve a nadie… qué más da!

Recibí un mensaje privado, un tipo al que mi ‘nickname’ debió de resultarle ‘algo’. ¿Interesante, llamativo? ¿Estaría aburrido? Quien sabe. Empezamos a hablar. Ni me preguntó cómo era, ni si tenía alguna foto para enviarle, tan sólo hablamos. Me pareció un tipo simpático, espontáneo aunque sin nada que ver conmigo. Aún así, estuvimos a hasta las tantas charlando. Al despedirnos, me pasó su dirección de MSN por si quería agregarle. ‘No te asustes por el nombre, estaba de coña cuando lo hice”, me dijo.

La verdad que su dirección tela pero no dudé, el chaval, a su manera, había conseguido ‘engancharme’, hacerme reír. Ya en el MSN, me ‘presentó’ a alguno de sus amigos a los que también terminé agregando al famoso programilla de chateo. Hablábamos de cine, música… de las chorradas que se nos pasaban por la cabeza, sin meternos en historias personales. Supongo que por eso me cayó bien. Nuestras conversaciones eran superficiales, sin compromisos ni implicaciones de ningún tipo.

Mi amiga, de la que empecé hablando en este relato, ya llevaba unos meses de ‘novia oficial’, mientras, mi nuevo amigo y yo coincidíamos de vez en cuando por Internet.

Poco antes de Navidad, nos pasamos los teléfonos. Resulta que salíamos por casi los mismos lugares. De vez en cuando me hablaba de sus movidas con las tías. Que si estaba con una, que si había conoció a otra...

Un día me dijo de quedar. Nunca me lo planteé como una cita. De hecho le había comentado que salía con alguien (cosa que era mentira). Aunque tenía curiosidad por saber cómo era físicamente, no acudí a ‘nuestra quedada’ pensando que era algo especial, sino más bien como algo normal. Éramos de alguna manera ‘coleguitas’, vivíamos cerca el uno del otro, él tenía sus rollos y yo los míos así que tomar un café tampoco nos comprometía a nada.

A pesar de verlo como lo más normal del mundo tampoco le comenté a nadie la existencia del chaval este, ni mucho menos que habíamos quedado. No sé, hasta aquel momento nunca pensé que toda esta historia fuera algo relevante que mis amigos debieran conocer. Supongo que poco después todo cambió.

Quedamos con el tiempo justo, sobre las ocho de la tarde. Él acababa de salir del curro y yo tenía algo de prisa porque a las nueve y media tenía que estar en la otra punta de la ciudad. Me pedí un Nestea y él un cortado con hielo. Tenía cierto aire a Joseph Fiennes. Sí, me gustó, aunque un poco más bajo que yo, era muy atractivo.

Hablaba y hablaba mientras yo le miraba pensando en lo bien que le quedaba la barba de dos días. Me contó la trágica historia de su primo. El pobre chaval había muerto en un accidente de tráfico. Al parecer, era como su hermano, así que su muerte le había marcado profundamente. Aquella pérdida le había hecho tomarse las cosas de otra manera. ‘La vida es breve, carpe diem’, me dijo. Me enamoré pero supongo que todavía no lo sabía.

Entonces me contó que un día, después de una noche de fiesta, terminó, junto a unos amigos, bañándose desnudo en la playa. Al parecer se quedaron durmiendo y al amanecer fueron sorprendidos por un grupo de tíos que fueron a pescar…

Me acorde de unos chavales, amigos del hermano de una amiga, que vieron a unos tipos en bolas una mañana que fueron a pescar… ‘Menuda panda de maricones, todos en pelotas, que hemos visto hoy’, nos comentó uno en la comida. Sonreí pensando en que probablemente mi nuevo amigo fuera uno de ellos. No le dije nada, sólo pensé en las casualidades de la vida.

Supongo que me encontró fría, distante, con ganas de largarme porque no hacía más que mirar el reloj. Llegaba tarde. Le dije que tenía que recoger a una amiga del curro, y era verdad, (más que nada porque tenía que devolverle el coche). Imagino que pensó que era una excusa. Finalmente me dijo que también tenía que irse, que su gente le esperaba y que tenía que ir a por la cena.

Aquella noche no pude dejar de pensar en él. Supongo que a él también le pasó algo parecido porque al rato me envió un sms. Tres mensajes después supe que mi vida estaría siempre ligada a aquel extraño.

"1r encuentro" según Blanco Hielo

Biiiip …biiiip … biiiip …
- Coja el teléfono, por favor, cójalo, ¡cójalo ya, doctor!
Bip - bip - bip - bip …
- ¡Mierda!
EL doctor no contestaba al teléfono, y ella iba a regresar de un momento a otro. Había ido a la cocina, según dijo, para ver si pillaba algo en la nevera. A quién se le ocurría ir a buscar algo de comer a las cuatro de la mañana… ¿Y aparecer en casa de desconocidos a esas horas? Sin duda, sólo a ella…
Parecía que tardaba en regresar. ¿Habría sido sólo una imaginación suya? Para comprobarlo, salió al pasillo y miró hacia la cocina. La puerta estaba cerrada, pero a través del cristal se percibían sombras en movimiento: realmente ella estaba allí. En ese momento la puerta se abrió, ella salió de la cocina con un sándwich en la mano y le vio a él ahí plantado en el pasillo.
- ¿Qué haces ahí, y qué miras con esa cara? - preguntó ella, pasando de largo hacia el salón. Él la siguió.
- Trataba de comprobar si eras sólo una ilusión mía; todavía no concibo que alguien desconocido pueda haberse plantado aquí a estas horas y todavía andar como Pedro por su casa. Sólo me cuestionaba si eres o no real.
- ¿Si soy real? ¿A qué llamas real? ¿A existir? Bueno, supongo que si estoy aquí es porque existo, ¿no?
- ¿Y se puede saber a qué has venido?
- ¿Acaso te molesta que esté aquí?
- ¡Claro que me molesta! ¿Sabes acaso qué hora es?
- ¡Vamos! ¿Y ahora qué me vas a decir, que deberías estar durmiendo?
- ¿Por qué no?
- Porque últimamente no pegas ojo, Fernando, y hoy no iba a ser una excepción. Si yo no estuviese aquí, estarías dando vueltas en la cama o de un lado para otro. A mí no me engañas. Así que al menos podrías agradecer que esta noche tienes compañía.
- ¿Qué esta noche tengo compañía? ¿Has venido buscando sexo?
- ¡Ja! Pero si eso no te lo crees ni tú. Ahora mismo tú no puedes tener sexo, igual que no tienes memoria, igual que no tienes fuerzas para seguir adelante. Pero yo puedo darte compañía.
- Un momento, ¿cómo sabes tantas cosas de mí, y de todo esto? Mira, creo que será mejor que te vayas.
- A mí me lo dices con mucha más delicadeza que al resto de la gente… creo que en el fondo no quieres que me marche.
- ¡Bien, pues que te largues de una vez de mi casa, desconocida! ¿Así lo entiendes mejor?
- Siento comunicarte que no puedo marcharme… yo sólo existo en ti. Así que te recomendaría que te tranquilices y que seas algo más amable. Eres demasiado hostil contigo mismo.
- Está bien… No entiendo nada, pero está bien. ¿Cómo te llamas?
- Ponme un nombre.
- ¿No tienes nombre?
- No, si tú no me lo pones. El nombre no tiene mucha importancia. Yo soy en ti lo que soy; la manera de designarme puedes elegirla tú si quieres.
Entonces, por primera vez Fernando se detuvo a observarla. Claramente tenía que ser adulta, pero en sus rasgos dulces y sus movimientos ágiles había algo de la inocencia de una niña, así que era difícil estimar su edad. Numerosas puntas de su pelo cobrizo se disparaban sobre sus ojos oscuros, que le miraban atentamente esperando una respuesta. Las primeras luces del día despuntaban en el cielo y penetraban en la estancia a través de la ventana.
- Lucía.
La chica sonrió y asintió con la cabeza. En ese momento se puso a sonar el teléfono. En la pantalla aparecía el número del doctor.
- ¿Puedes salir un momento? - la pidió. - Tengo que atender una llamada, y me gustaría hacerlo en privado.
Obedientemente, ella salió del salón cerrando la puerta tras de sí.
- ¿Sí?- Hola Fernando, soy el doctor Ibáñez, esta noche he estado de guardia y acabo de ver aquí tus llamadas. ¿Ha ocurrido algo?
- Sí, sí que ha ocurrido algo, doctor. Usted dijo que la medicación que me mandó podía tener efectos secundarios, y me parece que los ha tenido.
- ¿Cuáles han sido?
- Delirios, paranoia.
- ¿Podrías especificarme algo más? ¿Qué has visto o sentido?
- Había una chica en mi casa. Apareció al cabo de un par de horas de haberme tomado los antidepresivos. Sabía todo de mí, incluso mi nombre, decía que no podía marcharse y que había venido a hacerme compañía. También me pidió que la pusiese un nombre…
- Entonces no te preocupes, el tratamiento va exactamente como se esperaba. NO hay ningún problema.
- ¿Qué?
- Sí, estate tranquilo y prosigue con tu medicación como hasta ahora. Y respecto a ella, cuídala bien; ya te irás acostumbrando a sus visitas. Es ella precisamente quien va a sacarte de todo esto.
- ¿Eso es todo?
- Eso es todo. Ahora, si me permites, me gustaría irme a acostar. Buenos días, Fernando, y vuelve a llamarme si surge algún problema con tu tratamiento.
- Muy bien, gracias, doctor.Colgó el teléfono y salió del salón a buscarla. Pero solamente encontró una nota sobre su cama:

“Volveremos a vernos.
Firmado: Lucía.”

"1r encuentro" según Naranja Venenoso

Como te conocí.

Fue una Semana Santa. La Semana Santa de 2005. Tú venías de Tenerife y te encontrabas muy sola allí. Al principio no entendías muy bien el idioma pero pronto nos empezamos a entender a la perfección.
Nunca has tenido buena memoria pero eso a mi nunca me importó. Sacas lo mejor de todo el mundo, nunca cierras puertas a nadie, tus ojos son ventanales de cristal, y depende del día lo ves en tonos grises, sepias o de color.
Vamos juntas a todas partes, pues nunca sabes lo que puedes encontrar. Si agudizas un poco la vista, a veces hasta te sorprendes, de grandes imágenes que embellecen, aunque otras tantas que enfurecen.
Hasta algunas veces parece que dispares con gran furia, cañones y balas de metal, en esos días que estás triste o no te salen las cosas como quieres o simplemente algunas veces desenfoques a raudales.
Nos reímos tristemente de experimentos que no salen, con espejos y modelos, con amigos, desconocidos o con paisajes, pero siempre al libre albedrío, curioseamos y probamos hasta que ya nos cansamos... y luego recargamos.
Tendrás que disculparme por mi torpeza en algún momento, pues ya son dos las veces que perdí tu raíz, normalmente, consigo otra, y me perdonas, pero des de aquí quiero volverme a disculpar, lo siento Ixus 430, no volverá a pasar.

"Cuadro" según Naranja Venenoso

10 de julio de 2008

-Ya estás otra vez igual? No te puedo dejar solo ni un momento, menudo cabrón estás hecho, me giro un minuto, y te encuentro rodeado de fulanas y amiguitas en mi jakuzzi, que encima pagué currando como una negra!! Menudo hijo de puta estás hecho, David!
- No te enfades cariño... solo son amigas, tu eres especial, tu eres mi único amor... contigo es diferente, ya lo sabes...
- Ya ya ya... siempre me dices lo mismo, pero siempre te encuentro igual... metido en la cama con alguna de tus amiguitas... alguna de tus ex, con alguno de tus rolletes... y si, si, siempre me acabas convenciendo con la misma historia,... si, soy muy comprensiva,... si, crees que no me afecta,... si, soy muy liberal,... si, somos una pareja muy abierta,... si, solamente es sexo,... si, tu solamente me quieres a mi!! Pero ya estoy harta David,...
- Carla, cielo, no te pongas así...
- ¿Así? ¿Cómo? ¿Dime?...
- Ven... vente aquí con nosotros y no te enfades...
- Que no David, que no, está vez no, que estoy muy cabreada contigo. Crees q con cuatro palabritas bonitas lo puedes arreglar todo, pero esta vez no te irás de rositas. Una cosa es que seamos una pareja liberal y comprensiva y todo lo que tú quieras y otra muy diferente es que te montes las orgías en mi casa, en mi jakuzzi y en mis narices sin apenas consultármelo... Así que ni ven ni ostias!! Vete a la mierda David!
- Carla, coño, no te pongas así, que tampoco es la primera vez que me follo a otra tia delante tuyo, no entiendo porque de repente te pones hecha una furia, es que estás celosa?
- No son celos David, me escuchas cuando te hablo? Entiendes lo que te digo? Hablamos el mismo idioma? Me entiendes o no quieres entenderme?
- Pero si yo te quiero a ti, y ya lo sabes, porque no me puedo divertir un rato? Porqué no te apuntas y nos divertimos un poco todos juntos? Va, vente, ya verás, si son muy simpáticas...
- Que no, joder!! Que te he dicho que no!! Que no cuela!! Que esta vez no te van a servir tu palabrería barata ni tus ojitos de corderito degollado, fóllatelas rapidito, acaba rápido la fiesta y lárgate de mi casa echando leches porque como no me quieres entender, no tengo porque aguantarte más. Y antes de irte, deja las llaves encima de la mesa, no quiero que vuelvas a colarte nunca más en mi casa. Espero que te vaya muy bien en la vida y que encuentres a alguien que te entienda, y espero que tú la entiendas a ella también. Aquí acaba lo nuestro David.
- Carla, no entiendo nada... Pero a que viene todo esto? Porque te pones así? Porque te enfadas conmigo? Solo nos estamos divirtiendo aquí con unas amigas, no hay que ponerse así, ni montar ningún drama... de verdad que no lo comprendo, me parece que estás exagerando un poco, no?
- Exagerando? Ves...? No lo entiendes, no lo entiendes, ni apenas lo quieres entender... siempre igual... Dejémoslo... Vete de aquí, por favor, vete ya!
- Pero...
- Que te vayas! Marchaos todos de una puta vez!!
- Car...
- FUERA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Las siete mujerzuelas y David se visten apresuradamente y se largan del apartamento de Carla. Carla se queda sola y con un cabreo de dos pares de narices. Carla con el alma destrozada abre el mueblebar y se prepara un Jack Danniels con hielo, se lo bebe como si fuera agua. Solo quiere olvidar, encerrarse en su concha de cristal. Después se toma otro y así sucesivamente hasta vaciar tres cuartos de botella, la mejor medicina para olvidar y poder dormir del tirón. Se queda dormida en el sofá, mañana ya será otro día.

Cuando se despierta la cabeza le retumba de mala manera, pero le duele mucho más el corazón, intenta no pensar y se mete directamente a la ducha, para intentar despejarse. Bajo la ducha, y con el agua fría, su cabecita vuelve a jugarle malas pasadas, no se puede quitar a David de la cabeza... intenta pensar en otras cosas, pero no lo consigue... se siente completamente ridícula, imbécil, gilipollas, estúpida y niñata...una infeliz. Las lágrimas le resbalan por las mejillas pero como está bajo el agua se autoconvence de que no está llorando y así autoengañándose se hace la fuerte. Se vuelve a sentir imbécil. Decide salir de la ducha.

Se viste. Mira el móvil y ve 11 llamadas perdidas, algunas con mensaje en el buzón. Son de David. Carla escucha los mensajes del buzón.

Mensaje 1: Hola Carla, cariño, siento mucho que te hayas enfadado tanto conmigo. Lo siento muchísimo, perdóname. Tenemos que hablar, te quiero.
Mensaje 2: Carla, por favor, cógeme el teléfono... por favor! Tenemos que hablar! No me dejes así! Perdóname. Te quiero!
Mensaje 3: Lo siento mucho Carla. Te quiero. Lo siento. Te juro que voy a cambiar.
Mensaje 4: Carla, Te quiero muchísimo, por favor, habla conmigo, llámame. Voy a cambiar, pero no me dejes. Te quiero. Por favor, te necesito. Te llamo mañana y hablamos.

Al escuchar los mensajes, Carla no sabe como reaccionar. Carla en estos momentos lo odia pero lo sigue queriendo... pero la gente nunca cambia... Tiene que pensar.

Decide salir a la calle. Se va a la playa, siempre le ha ido bien irse cerca del mar para desconectar y pensar. Se sienta en la arena, cerca de la orilla y se remoja los pies mientras juega con los dedos de sus manos con la fina arena, como cuando era pequeña y estaba a salvo de todos los peligros. A Carla le invade una infinita tristeza, pero no puede llorar, no le salen las lágrimas. Se queda un largo rato quieta, parada, en su burbuja, absorta en sus pensamientos. De repente, alguien le toca el hombro, al principio, Carla no reacciona, pero levanta la cabeza y ve una cara que no le resulta del todo desconocida.

- Estás bien?
- Sí, sí.
- Pues no lo parece.
- Nada, un mal día.
- Pues, empiezas bien el día, sólo son las 9 de la mañana...
- Ya ves...
- Tienes tiempo de tomar un café y me cuentas porqué tienes un mal día?
- Está bien, la verdad es que necesito un café.

Carla se va con el casi desconocido a tomar el café. El casi desconocido, resulta ser Marcos, un chico que iba a su instituto. Entablan conversación durante horas y se cuentan sus penas, intercambian teléfonos y quedan para verse otro día. Carla consigue olvidarse de David durante el resto del día. David sigue llamando insistentemente a Carla, pero ella hace caso omiso a sus llamadas.

Esta vez Carla ha sido fuerte dentro de su debilidad, ella sabe que David nunca va a cambiar, y aunque sigue queriéndole, no puede soportar el dolor que siente por dentro estando con él.