CANCIÓN de GRIS CENIZA

27 de diciembre de 2009

Llevaban cuatro días idénticos encerrados allí. A través de la ventana veía la luz gris y la fina lluvia con su inacabable goteo. El paisaje era una masa opresiva de grises: asfalto, edificios, y cielo plomizo, en el que era imposible distinguir donde empezaba uno y donde terminaba otro. A sus ojos se fundían las piedras con la lluvia. Seguía con la vista perdida en el laberinto que eran las nubes, mientras un cigarrillo más se había consumido entre sus dedos, sin llegar a sus labios.
Una sacudida de sus tripas le hizo mirar dentro de la minúscula habitación. La cama, la mesita de noche, la sucia alfombra, y la ropa de los dos esparcida por el suelo. Se dirigió al baño, descalzo, y pasó por delante de la cama echándole un breve vistazo; ella seguía ahí pero él no sonrió.
Vomitó de una forma rápida y brusca, pero no se sintió mejor. Registró el pequeño mueble del baño y terminó destrozándolo. Al mirarse en el espejo que había roto se dio cuenta de que estaba llorando. Volvió y se sentó en una esquina de la cama tapándose la cara con las manos. Llorar le provocaba dolor en la mandíbula, la tensión se acumulaba en los labios y en la garganta.
Luego, apartó las sábanas del cuerpo de ella, dejando a descubierto sus muslos llenos de pinchazos, sus nalgas grisáceas, y un brazo mal doblado debajo del cuerpo. Buscó su mirada, y aunque ella tenía los ojos abiertos, no logró encontrarla.
En la mesita esperaba la última dosis. Ella se lo hubiera impedido, y ahora, irónicamente, aquellos ojos abiertos casi parecían exigírselo. Dejó la hipodérmica en el marco de la ventana y volvió junto a la cama. La cogió por debajo de las axilas y tiró. El peso muerto hizo que terminaran los dos en el suelo. La arrastró como pudo hasta la ventana y logró sentarse en la silla abrazando el cuerpo sin vida de la mujer.
Lloraba. Lloraba sin poder parar. Ella no había querido empezar, pero él la había conducido a su mundo. Llevaba muerta todo el día, y él sentía que aun estaba en la habitación, reprochándole haberse ido ella primero, como si exigiese justicia divina. La imaginaba delante suyo, enfadada, gritándole en la cara, insultándole con aquella extraña voz que le quedaba siempre que se daba un viaje.
Y la mecía entre sus brazos, llorando a solas. Nunca se había sentido tan solo como en aquellos momentos. Se le había escapado la vida mientras viajaban juntos abrazados en la cama. Él la quería por encima de todas las cosas, y había muerto por su culpa. Ella tenía razón, debería haber muerto él.
Echó la cabeza hacia atrás escuchando su propio dolor, el sonido de su lucha por sorber el alma, que rota, se le escapaba en forma de lágrimas. Le dolía la cara, y la garganta le iba a explotar, por eso no sintió como la aguja entraba en sus venas. Al instante se sintió mejor, y la vio a ella empujando el líquido hasta el final. Empezaron a reír los dos juntos. Se miraban, eran cómplices, no existía la soledad. Volvía a ser como antes, como cuando estaban juntos... Pero la risa de ella fue cambiando y se convirtió en algo molesto. Él se calló, pero ella cada vez era un personaje más grotesco. ¡Estás loca! le gritó.
Y entonces se dió cuenta de que ya no había vuelta atrás. Cerró los ojos e intentó borrar de su mente aquella parodia, aquella falsa copia loca. Pensó que iba a reunirse con su amor, y se dispuso a disfrutar de aquel último viaje que le llevaría junto a ella.

Cuando dos días después entró el malhumorado casero, acompañado de la policía, se encontró con que los dos cadáveres le sonreían.





*Inspirada en "While Oceana Sleeps" de "Sparta"

CANCIÓN de FUCKSIA ANORAK

En un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme, había una persona llamada Tiempo que sabía toda respuesta a cualquier pregunta que le formularan. Todo el mundo, desde los habitantes del pueblo hasta foráneos que venían del reino de los hielos, traían sus preguntas, a veces divertidas, otras ingeniosas.
Un borroso día, una chica esbelta, bella en forma y en sonrisa le formuló una pregunta que anonadado le dejó:"¿Quieres pasear conmigo?". El Tiempo, que estaba realmente sorprendido, le dijo que sí. Y pasearon, y mientras lo hacían se miraban a los ojos.Luego fueron a bañarse al viajo lago,y cada vez sonreían más.
Un día de otoño, estaba el Tiempo paseando cuando un extraño le preguntó que día era y él le contestó:"No lo sé". Y, entre las sombras, una desconocida figura sonreía y decía"¡Lo he conseguido!"



*Inspirado en "Someday never comes" de "Creedence Clearwater Revival"

CANCIÓN de PÚRPURA TENUE

Por aquella época todavía era un chiquillo aunque, sin lugar a dudas, era bastante bajo, un ‘enclenque’ para su edad. Para sus compañeros de clase era ‘la nena’.Se burlaban de él porque llevaba el pelo largo, y su cuerpo era frágil, como el de una muñeca.
Aquello le traumatizaba, sobre todo, en clase de gimnasia. Siempre era el último al que escogían sus compañeros cuando había que formar un equipo. En esos momentos sentía un calor horrible recorriéndole por todo el cuerpo, incluso podía notar cómo su cara se ponía roja como un pimiento cuando, en mitad de la cancha, sólo quedaban la niña asmática y él.
Al final, siempre elegían a la niña con problemas respiratorios antes que a él. Allí, en mitad del mundo que le rodeaba, que conocía, cerraba los ojos intentando desaparecer de una vez por todas.
Aparte de los sofocos, sentía vergüenza de sí mismo, de su físico abigarrado, de su carita de niña pero, sobre todo, sentía rabia al no poder enfrentarse a los charlatanes cuando, incluso delante de él, le criticaban sin pudor.
Tenían razón, sólo era una “niña asustadiza”, que merecía todo lo que le pasara- pensaba mientras el hipo consumía todo su aliento.

Muy lejos del colegio y después de cerciorarse de que nadie le ve, llora. Llora a raudales, de pura rabia, como lo hace un recién nacido al darse cuenta de que ya no puede volver al abrigo del útero matero.
Con los ojos rojos, hinchados por el berrinche y la vergüenza, mira su casa aun sabiendo que la noche, todavía, puede ser peor.

Sin saber apenas nada de la vida, intuye que el peor crimen del mundo le acecha. Ya no grita, tampoco hay nadie que le escuche. Su madre trabaja toda la noche y los vecinos están demasiado ocupados con sus problemas como para querer preocuparse de los demás.

A veces, él le tapa la boca y le susurra palabras sin sentido al oído. Huele a rancio, a alcohol y a orín. El monstruo jadea mientras palpa su cuerpo infantil, casi de niña.

Cuando la suerte está de su lado, el chiquillo suele soñar con un caballo blanco. Mientras pasa ‘todo lo asqueroso’, el niño imagina que está en un prado verde. Aunque hace calor, la brisa atlántica acaricia cada poro de su piel. Por primera vez en su vida, no tiene las presiones del colegio, se siente libre, como el animal al que acaba de conocer. Está a salvo. Toca y mima al caballo como si fuera la única criatura viva del mundo.
Ambos se relajan. Es la primera vez que ve algo puro, hermoso, en toda su vida. Ya no tiene ganas de llorar.

Aunque de naturaleza salvaje, el caballo se arrodilla y se deja montar por el chiquillo que parece una niña. Cabalgan juntos miles de kilómetros, libres del mundo que les rodea. El chico, al igual que el animal, ya no siente dolor. Vuelan por el mundo, ayudando a otros que como él intentan escapar de la depravación del mundo.

El chiquillo se coge fuerte a la almohada y aprieta los párpados como si así su sueño fuera un poquito más real. Balbucea, a veces grita pero nadie responde. Da igual, él ya es libre. Mientras, los árboles del jardín, movidos por el primer viento del otoño, golpean con fuerza el cristal.



*Inspirado en “Don´t let daddy kiss me” de "Motorhead"

"INICIO DE HISTORIA" DE GRIS CENIZA

28 de octubre de 2009

¿No creéis que con el tiempo los recuerdos vividos se van esfumando? ¿Que si no los retienes, recordándolos día tras día, ellos acabarán por desaparecer y tú nunca tendrás la certeza de lo que pasó aquel 14 de mayo o aquel 20 de septiembre de hace unos 10 años fue real? Hay un recuerdo que nunca olvidaré, ese que me empeño en repetir para no olvidar jamás, hace exactamente 5 años, 22 días, 10 horas, aquel 3 de octubre del 2009, cuando llegó mi vigésimo aniversario.
(inicio de Azul Cielo)

Creo que por eso me tienen aquí, porqué es lo único que recuerdo. Parece que esta es mi condena, pero a la vez, algo me dice que también es mi salvación.

Me molesta esta espera. Me irrita tener que buscar tan dentro de mí. ¿Que qué busco? Ellos quieren una respuesta inmediata. La mujer que se sienta frente a mi parece tener mucha más paciencia que yo. Todavía sonríe amablemente, es su trabajo. A mi ya no me quedan uñas que morder. Miro el bidón de agua con sus vasitos de plástico.
-Amelia ¿Puedo beber agua?- el que responde con una negativa es Andrés, también es su trabajo.- No se que más quieren que les cuente. Llevo dos horas explicándoles como fue el día de mi cumpleaños una y otra vez, y les aseguro que no recuerdo nada más después de eso. Luego desperté en este sitio hace tres días, ya lo saben.
-Vamos, inténtelo una vez más, tiene que haber algo ahí dentro. Nosotros le ayudaremos a recordar- Amelia no cambia su tono suave.
-Míren, estoy cansado, no consigo sacar nada más de mi memoria. ¿Alguien me podría decir quien soy? Y no me refiero al nombre que me han dado ni a sus do-cu-men-tos ¿Y que es este lugar?- sus expresiones no cambian, ella amable, él severo.- ¿Pero que coño hago aquí?
-Ángel cálmese. Solo intentamos ayudarle- a pesar de sus palabras no me fio del tío serio. Algo le nubla la vista ¿Duda?.- ¿Que pensaría si le digo que hace cinco años que usted tiene esta conversación diariamente con la señora Amelia?- eso es imposible pero siento vértigo en el estómago y se me reseca la garganta. Aunque no se qué intenta decirme está claro que no es un farol. Mi cara tiene que haberle hecho entender algo que mi voz antes ha sido incapaz, porque me acerca un vaso lleno de agua.- Vamos Ángel, colabore, díganos que recuerda exactamente.

-Yo...les he dicho que es mi cumpleaños, cumplo quince. Mi madre me espera a la salida del cole. Se supone que tengo entreno, pero ella dice que hoy es un día especial y ha preparado algo especial para cenar con papá. Se ha pasado la mañana cocinando, ha salido antes del trabajo, y quiere darle una sorpresa a mi padre... -el cosquilleo en mi estómago es cada vez más grande. Joder, estoy sudando. Mis recuerdos son los mismos, pero ahora intuyo más detalles, lo veo todo con mayor nitidez.- De camino me compra un helado. Me acuerdo perfectamente de como el señor Alonso intenta convencerme para que me lo lleve de nata, y cuando protesto mi madre me llama maleducado. Giramos la esquina de la tienda con el helado, y cuado me entra la segunda arcada lo tiro al suelo. Mamá solo me pega una bofetada, una sola porque no está dispuesta a que le arruine su noche. Se ha puesto guapa. La falda más corta de lo normal, tanto que cuando se inclina se le ve el interior de los muslos que no cubren las medias. Por la calle los hombres la miran y se les ilumina la cara al verla, pero no me gusta su expresión. Parecen lobos divertidos a punto de saltar sobre su presa- hasta este momento no me había fijado en el escote de Amelia, claro que mi madre es mucho más joven y bonita en mis recuerdos que la rubia llena de arrugas que me mira en estos momentos.- Son sus tetas, los hombres la miran a las tetas porque las lleva medio fuera, asomando entre un encaje negro. Así que el enfado se le pasa deprisa. Supongo que debería darle las gracias a esos hombres por prometerle tantas cosas con la mirada, por confirmarle que su disfraz de carne húmeda es excelente.

-¿Que pasa cuando llegas a casa Ángel?- ¿Lo que noto en su voz es ansiedad?
-Subimos con el vecino nuevo en el ascensor, que no es demasiado grande, pero creo que no hace falta que se pegue tanto detrás de ella. Me incomoda pero es evidente que a ella no. Se sonríen durante cuatro pisos, y al final se despiden, "espero verte pronto".
En esta habitación, sus caras dicen que estan mucho más sorprendidos que yo, que mis recuerdos empiezan a aparecer y les dejan boquiabiertos. Pero yo me encuentro muy lejos de aquí, unos cinco años atrás para ser exactos. Solo se escucha la cinta de la grabadora, es posible que estos dos ni respiren, rompo el silencio con mi voz otra vez.

Entro corriendo en casa con la emoción de descubrir si mi padre ha llegado ya. Él es el refugio perfecto tras la pesadilla en que se ha convertido el camino de vuelta al hogar. En el comedor no hay nadie pero las ventanas estan abiertas como siempre que papá llega a casa. Oigo como se cierra la puerta de entrada unos metros detrás mío. Miro en su habitación y la chaqueta de su traje ya está colgada en su percha antiarrugas, así que seguro que está en casa.
Salgo disparado hacia el unico rincón en que puede estar papá. Es lo frío que está el pomo de la puerta de su despacho lo que me hace pensar que si está cerrada significa prohibido entrar. Pero es demasiado tarde, voy decidido a encontrarme con él. Probablemente esté hablando con la abuela por teléfono porque no se encuentra demasiado bien estos días. O puede que sea su asesor el que le tiene al teléfono, o quizás está revisando las facturas una y otra vez para que no se le escape nada. No pienso que importe, hoy es mi cumpleaños y tenemos que celebrarlo juntos. Necesito que mi padre me abrace y que sea mi refugio una vez más. Pero mientras giro el pomo siento que algo no está bien, que quizás papá no quiere que entre, pero ya estoy dentro.

-Vamos Ángel, lo estás haciendo muy bien. ¿Que hay en esa habitación?- así que este par siguen escuchándome...
Una bola de rencor empieza a crecer en mi tripa. Estos recuerdos son nuevos, y les empiezo a odiar por hacerme recordar. A cada segundo un detalle más se une a mi pasado, a mi único recuerdo, para hacerme ver que todo es una media verdad, que detrás de esta puerta está la gran mentira. Nunca debería haber abierto el despacho, por eso he cerrado la puerta de lo que realmente sucedió aquel día. Ellos me han obligado a que la vuelva a abrir, y a que cruce la linea que separa entrar (recordar) y quedarme fuera (olvidar).
-¿Porqué queréis saber la verdad? Yo no quiero. ¡La verdad duele! Esos ya no son mis requerdos, ¡Yo no los quiero!
-Vamos chico acaba con esto, dinos que pasó.
Este tio es el demonio. Le odio. Me levanto y sin darles tiempo a nada le parto la silla en la cara. Cae al suelo y aun me mira, parece que no termina de creerse lo que acaba de pasar. Pero de momento no va a moverse más. Solo tiembla y se retuerce como si se estubiera electrocutando. Miro como sale sangre de su frente, de una fea brecha en su cráneo ahora deformado. Lo curioso es que Amelia ni se inmuta, solo me mira hipnotizada esperando que termine mi relato. Mientras, el agente judicial se desangra, su piel va perdiendo color, y el charco de sangre es como un camino para mi que me transporta otra vez al despacho de mi padre.

Al abrir la puerta mis ojos pasan por la alfombra gris y se detienen en el sofá. Mi padre está de pie, de espaldas a mi, la camisa blanca le llega por debajo de la cintura, pero sus piernas quedan al descubierto. Parece que no nota mi presencia pero en cambio ella, puesta a cuatro patas sobre el borde del sofá se gira y me ve. Sus ojos, perdidos en un mundo de placer, tardan un segundo en enfocar, y cuando su cerebro procesa la información le hace cerrar la boca, y convierte la cadencia de los gemidos en un taco, crudo, rápido y directo, mierda.
Ahí todo se vuelve una bola de carne confusa. Sus grandes pechos siguen balanceándose durante unos segundos, se separa de su amante y veo el interior de sus muslos afeitado perfectamente, rosado y húmedo. Aparece de golpe el ariete de carne de papá, erecto como un faro guiando al barco en que se ha convertido su secretaria. Se gira y me ve. Esa mirada está llena de odio. Odio y algo más, un viejo rencor que ya no puede disimular, la punta de la lanza de la culpa. No se cuanto tiempo nos miramos pero cuando logro apartar la mirada su pene se ha transformado en un pequeño gusano arrugado.
Él grita algo mientras busca sus pantalones, pero no lo entiendo porque llega mi madre lanzando insultos. La otra mujer intenta recomponer su vestido. Es impactante lo ridícula que se puede ver una mujer elegante con el pelo despeinado y botones de la camisa desabrochados. Las manos de mi madre se funden en la melena de la desconocida y tiran con tanta furia que la hace caer al suelo. Él la abofetea para frenarla. Intentan salir de la habitación, me rozan, me empujan y me gritan, pero no reacciono hasta que mamá araña la cara de papá. Le sale sangre de la cuenca del ojo. Entonces, sin querer, mi padre, convertido en las aspas de un ventilador, me golpea en la cabeza y caigo sobre la alfombra. No se que me hizo pensar que el juego de pesas que tenia junto a mi no era una mala opción, pero tenía toda la razón. Ellos tres siguen en un abrazo triple, entre rugidos. Me coloco detrás de papá, y de un solo golpe con la pesa le abro la base del cráneo. Cae fulminado, pero no como el agente, papá está muerto antes de llegar al suelo. Mi madre ahora lo abraza sentada, lo acuna entre sus brazos. Uno, dos, tres...siete golpes con la pesa y al final ella también se calla. La otra chica apoya la espalda en el armario y se deja caer en la alfombra. Llora histérica y se derrumba sobre las rodillas, tapándose el rostro con las manos. La miro con calma. Contemplo los cadáveres de mis padres. La moqueta gris ahora es negra cubierta de sangre espesa. Ella es la culpable de todo esto, pero no tiene sentido negar que golpeandola a ella disfruté menos que con mis padres...

Y ahora Amelia y yo cara a cara, a solas.

"INICIO DE HISTORIA" DE AZUL CIELO

24 de octubre de 2009

Fuego, casa quemadas, extraño silencio, cuerpos sin vida con espadas clavadas en el abdomen, flechas atravesándoles las extremidades. Toda la ciudad quemada. El manto de la muerte se extendía por toda esa extensión habitada momentos antes… Reinaba la Muerte.
Parpadearon repetidamente los ojos para adaptarse a la luz. Lo primero que sintió al recuperar la consciencia, fue un fuerte dolor recorrerle todo el cuerpo.
(incio de Verde Maduro)

Recorrió con la mirada su frágil cuerpo, un brazo sin dueño le rodeaba la pierna derecha, mientras que la izquierda había adoptado una extraña curvatura que indicaba que se la había fracturado, seguramente en varios trozos.

Todo estaba en silencio a excepción del suave chisporroteo del fuego que aún ardía en varios puntos de la ciudad, no habían dejado nada con vida a su paso, excepto, quizás a él, que entre tanta ira desatada y tanta sangre derramada, parecería un cuerpo más sin vida.

Intentó recordar como había ocurrido todo pero lo único que le venía a la mente era aquella vieja leyenda que decía que el Escuadrón de Odín nunca dejaba ningún cabo suelto…entonces… ¿Por qué seguía él con vida?, y la respuesta le llegó antes de lo que había esperado, un par de botas ensangrentadas se cruzaron en su campo visual, se acercaban lentamente y el chico sabia que por mucho que disimulara no habría forma de esconderse, el soldado sabía que estaba con vida, y seguramente volvía para acabar con su misión, el joven cerró los ojos esperando un final que no acababa de llegar, casi lo deseaba, el dolor era insoportable, pero seguía sintiendo, el soldado tardaba demasiado en llegar.

Aquellas botas finalmente se detuvieron a escasos centímetros de él, y una melódica y dulce voz le ordeno que abriera los ojos, - un momento – pensó él – esta voz… - y sorprendido abrió los pesados parpados. Tal y como la recordaba, Ariadna, con sus cabellos de fuego ondeando al viento, y esos ojos de metal fundido que no podía olvidar, ella era la chica que se colaba en sus sueños desde hacía más de 10 años, desde la noche en la cual había muerto por primera vez.

Aquella noche llovía, y el no había podido llegar a casa a tiempo para refugiarse, el frío le calaba todos y cada uno de los huesos, no podía más, desesperado comenzó a correr, tropezó y cayó, y al levantarse vio aquella preciosa luz blanca, ya no notaba la lluvia, y de un salto se levanto y caminó hasta el portal, pero una mano blanquecina le sujeto, era la mano de Ariadna, le miraba con aquella expresión tan suya, aquella que a él claramente le decía – quédate conmigo – y perdido en sus ojos perdió aquella luz que se había presentado como una salida, ella le sonrió como solo ella sabía y se alejo corriendo, el intentó seguirla, volvió a tropezar y suspiro como si le faltara el aire, notando todas y cada una de las gotas que parecían haberse desvanecido momentos atrás, él le grito, pero ella ya había desaparecido en la espesura del bosque, pero allí estaba ella, otra vez, tan etérea como en aquel bosque.

Le tendió la mano y ya no sintió nada, ni el dolor de la pierna rota, ni el cuerpo completamente magullado, simplemente el mundo se había detenido en aquel instante, en aquellas dos sombras en medio del caos, y así como estaban, ella le explicó el porqué seguía con vida, el porqué ella se aparecía en todos y cada uno de sus sueños, el porqué ella se había revelado aquella noche en el bosque, y todo se resumía a una simple palabra: Odín, ella giró suavemente la mano que tenía cogida, enseñando la marca que el siempre había tenido pero que ahora ganaba un nuevo significado, era la señal de un guerrero.

Dos años más tarde:

Era la primera vez que salía de cacería, dos largos años de entrenamiento le habían llevado hasta aquel día, y ahí estaba, blandía su espada como si fuera una extensión de su brazo, y estaba tan afilada que solo con mirarla podías notar como cortaba, Ariadna estaba a su lado, era su mentora, su amiga, su amante, ella lo sabía todo de él, hasta lo inseguro que se sentía en aquel momento, pero ella le daba fuerzas para seguir, para cometer los mismos crímenes de los cuales había oído hablar toda su vida, pero ellos tenían una misión, tenían que encontrarle.

Una mujer se escondía en aquel callejón, podía sentirlo, y apartando un par de cajas apiladas la mujer fue descubierta, él le agarro de los finos cabellos castaños, la mujer desesperada lloraba, suplicaba, gritaba, pero nada detuvo al joven, con un movimiento seco de la espada corto la cabeza de aquella desgraciada, la miró unos instantes y la tiró un par de metros más allá, tenían que encontrarle.

"INICIO DE HISTORIA" DE PÚRPURA TENUE

14 de octubre de 2009

18 de diciembre de 2003


Ella se llevó mis miradas, mis besos y mis dedos. Me incorporé y di un par de vueltas por la desordenada casa. Ella no era nada importante porque lo era todo. Hice una mueca de resignación y volví a la cama, que estaba ocupada por una mujer de cuyo nombre no me acordaba. Le abracé pero tenía la mente en otra parte, intenté dormir pero eso era algo que no podía hacer desde que morí.
(inicio de Fucksia Anorak)

Como alma en pena, ausente y sin ganas de establecer vínculos personales con nadie, deambulaba de un lado a otro. Era capaz de trabajar más de doce horas seguidas sin apenas hablar con nadie. Ya no hacia pausas para desayunar o almorzar. Rehuía cualquier atisbo de compañía. A medida que mi pena aumentaba, subían las ventas de la empresa donde trabajaba. Era el empleado perfecto, un adicto del trabajo al que no le importaba caerle mal al resto de compañeros. Encima, mi jefe me había prometido un ascenso. “No podemos dejar pasar por alto el talento y tú tienes un gran potencial. Tu trabajo merece una recompensa”- me dijo.

Desde que Ella se fue, hace apenas un par de meses, he adelgazado 14 kilos. He de reconocer que su pérdida me vino, físicamente, muy bien. Volví a fumar y empecé a trasnochar en un par de clubs de moda en compañía de gente no muy recomendable. Las tías empezaron a echarme el ojo. Y es que, además de mi físico, mi posición económica había subido como la espuma. Moët, bourbon del bueno y coca de 140 euros el gramo constituían, prácticamente, mi dieta.

Me convertí en un auténtico hijo de puta. Un déspota durante el día con mis subordinados, mientras que por la noche me transformaba en un ser todavía más antipático, cruel. Incluso empecé a tener pensamientos homicidas. A veces, cuando alguien se paraba a saludarme, por el mero hecho de interrumpirme en lo que sea que estuviera haciendo, me irritaba hasta tal punto de que solía imaginar en cómo podría matarle. Sentía un placer extraño con estas visiones.

Ya no tenía alma, tampoco me importaba. Desde que Ella se fue, el resto de mundo, incluido yo mismo, dejó de importarme. Su ausencia precipitó mi sinsentido y aunque sabía el motivo de mi transformación, poco a poco dejé de sentir dolor. Ya no era un ser humano.

Siete meses y seis días después de que Ella me abandonara, encontraron mi cuerpo flotando en río. Me dispararon, la policía dice que fue un “asunto de drogas”, un ajuste de cuentas (ya me habían fichado un par de veces). En realidad, fue una empleada con la que me enrollé. Se quedó embarazada y yo le ofrecí dinero para que se deshiciera de ‘aquello’. Desde donde estoy ahora, no le culpo por hacer lo que hizo. Me porté como un auténtico cerdo con ella.

Dicen que cuando mueres, durante un breve espacio de tiempo, ves pasar tu vida entera, desde que naces hasta el momento mismo de la muerte. Yo sólo la vi a Ella, y tampoco nos conocíamos demasiado.
Entonces yo tenía veintiocho años y Ella acababa de cumplir veintiséis. Me la presentó un amigo en la fiesta de cumpleaños de su novia. Aunque suene a película, desde que nos conocimos, supe que Ella sería la única en mi vida.

Hablamos durante toda la noche, la verdad es que nos caímos genial. Me enamoré de su sonrisa, de su cara de complicidad y sorpresa al contarle un par de chistes malos. En ese mismo instante, el 18 de diciembre de 2003, a partir de las 23.45, supe que quería estar con Ella toda la vida.

Nos fuimos a vivir juntos al mes de conocernos. La gente flipó en colores pero nos daba igual. Todo era perfecto. Cada día era único y, aunque de vez en cuando discutíamos por algo, siempre lo solucionábamos en seguida.

Un día, Ella se despidió de mí para no volver jamás. Me besó como de costumbre, mientras yo aún dormía. Al despertar, todavía podía intuir el olor de su piel entre las sábanas. Me dejó un post-it en la mesilla, diciéndome que nos veríamos por la noche, en el bar que hay justo al lado de su trabajo. Tenía algo importante que decirme.

No sé donde estoy ahora, no puedo ver a nadie, sólo escucho cómo fluye un torrente de agua. ¿Estaré todavía en el río? ¡Dios, no! No quiero que Ella me vea así cuando venga a buscarme.

"INICIO DE HISTORIA" DE BLANCO NIEBLA

La siguió por instinto, había alguna cosa especial en la situación; era como un sueño en el que una sirena te canta una melodía de la que no puedes escapar, te mira de reojo y te sientes obligado a seguirla, sin preguntarte porqué. La vio entrar en el edificio público y se coló tras ella. Las puertas del ascensor se cerraban pero ella puso su mano y detuvo el mecanismo para que él pudiera entrar. A solas, se miraron por primera vez cuando el ascensor se quedó atascado en el sexto piso.
(inicio de Gris Ceniza)

Él la miró a los ojos y se dio cuenta, de repente, que ella sería su próxima víctima. El ascensor arrancó a los 10 segundos; 10 segundos que se hicieron interminables entre dos desconocidos, 10 segundos que se habían inundado de silencio, roto, de forma inesperada por el sonido de los engranajes.

Todas las demás habían sido elegidas al azar, la dependienta de la tienda de baratijas, aquella chica que tropezó con él en el paso de cebra que había junto a su casa, la conserje del colegio de uno de sus sobrinos… y así una larga lista de nombres y caras que pasarían a formar parte de su ya dilatada carrera. Pero esta vez era distinto, se había sentido especialmente atraído por ella, una morena de pelo corto y rasgos orientales, la verdad era que le recordaba bastante a una novia que tuvo y de la que guardaba muy buenos recuerdos.

El ascensor se abrió en la 4ª planta del edificio y la chica salió disparada hacia una de las oficinas que se encontraban al fondo. Él decidió subir un piso más, estuvo deambulando unos minutos entre los diferentes mostradores y luego bajo para re-encontrarse con su víctima. Había dejado unos minutos de margen para que no se sintiera intimidada de nuevo por su presencia. Se acercó al mostrador del fondo, recogió unos papeles y se dio la vuelta merodeando entre la gente que esperaba su turno. No la vio pero sabía que si no andaba equivocado trabajaría allí y saldría hacía las 3 de la tarde, como la mayoría de los funcionarios. Bajó a comer algo a uno de los restaurantes de comida rápida que rodeaban la plaza y la esperó sentado en un banco. A las 3 y cuarto la vio salir por la puerta giratoria que enmarcaba el enorme edificio de oficinas. Sin que ella se diera cuenta la siguió, bajó a la misma parada de metro y continuó hasta bajarse en el mismo andén. Lo tenía todo preparado y esta vez estaba más seguro que nunca. Al llegar a la esquina del parque que rodeaba a una lujosa urbanización aceleró el paso, estaba a un metro de poder alcanzarla y cuando tuvo la oportunidad la agarró del brazo, ella se giró, él supo que lo había reconocido pero daba igual, cuando lo hacía no había escrúpulos que pararan sus instintos. Le puso la mano en la boca y desapareció con ella entre unos matorrales. Era fuerte, las horas de gimnasio habían servido para algo, y la podía sujetar sin ningún esfuerzo. El ritual era el habitual, pañuelo, formol y sobre todo destreza, se creía un profesional. Le bajo el pantalón y las bragas, con eso le bastaba, y la penetró. Tras los 10minutos que duró la tortura a ese cuerpo inerte recogió sus cosas y allí la dejó, tirada como si fuera un muñeco de trapo; sabía que como a todas, alguien la recogería; también sabía que ella no sería su última víctima, le gustaba lo que hacía, él no mataba, daba a las mujeres lo que necesitaban, eso era lo que pensaba su mente depravada.

"INICIO DE HISTORIA" DE VERDE BÓSFORO

10 de octubre de 2009

Inesperadamente, desperté. Estaba conmocionada, no sabía donde estaba ni con quien, solo sabía que había abierto los ojos tras haber permanecido inconsciente sabe dios cuantas horas. Lo primero que hice fue mirarme las muñecas, ni rastro de sangre, ni rastro de las cuchillas que unas horas antes habían rasgado mi piel cuidadosamente. Me asusté, pues en el lugar donde debería de haber habido sangre o en su defecto vendas, no había nada, mis venas resplandecían tras la piel cristalina como si nunca hubieran sido degolladas a traición. Me miré, llevaba la misma ropa y todo parecía estar en su sitio. Entonces miré a mi alrededor…
(inicio de Blanco Niebla)

Cuatro personas más estaban en la misma sala, pequeña e iluminada únicamente por una lámpara de aquellas de sodio. Se miraban como si no se conocieran, con la misma expresión de asombro que yo misma procesaba. Entonces recordé. Había cogido a los niños, y sí, los maté yo misma, sus llantos no me habían dejado pegar ojo la noche anterior. A qué venían tantas quejas, son cosas que pasan, me alteré y no pude más, no recibía ayuda de nadie. Me recordarán como un monstruo porque no han sabido entenderme. ¿Ahora qué hay que hacer? ¿Esperar que alguien venga a buscarnos? ¿A dónde nos llevarán? ¿Tal vez he muerto? No recuerdo eso. Sólo tengo que esperar, alguien vendrá, siempre viene alguien.

"INICIO DE HISTORIA" DE VERDE MADURO

Parece no haber nada especial en el escenario. Una joven nerviosa contemplando un libro, un anciano observando al milímetro la actitud de la chica. Quizá ella no entienda nada o tal vez sea que no comprenda lo que el hombre quiere mostrarle, sin embargo él la absorbe con la mirada, como un niño esperando la respuesta de su madre a ese porqué. Ella se siente desnuda, tiene miedo a fallarle y es entonces cuando se atreve a mirarle y ambos se iluminan. Una conexión extraña entre ambos...
[inicio de Verde Bósforo]

Ella se siente intimidada e incómoda. Desvía la mirada. No puede aguantar esos ojos de color tan peculiar: gris, azul,… una mezcla de ambos colores. El suelo, ese entarimado de oscura madera desgastada por los infinitos zapatos que lo han pisado, la calma. De reojo, por eso, lo sigue observando.
El público se está impacientando. Es escaso, pero demasiado exigente. Entre ellos, escondidos, están a los que no se pueden defraudar en ningún momento y bajo ninguna circunstancia por más especial que pueda ser.
Ella levanta la vista, llevándola al frente, y de nuevo aparece la extraña conexión entre ambos. Una conexión unida por un invisible hilo, que solo ellos ven, como si alguien hubiera espolvoreado alguna sustancia para hacérseles visible.
Seguridad, confianza, serenidad…, esto es lo que los ojos de él muestran. Firmeza en su compostura. Bien erguido y la cabeza alta con la mirada puesta al frente, directa a la persona. ¿Miedo? Para él no existe el miedo, ni el pánico, ni el temor para él. Nada de todas estas cosas. Él, ante una situación como en la que se encuentra la chica, sólo conoce el valor y la seguridad. Esto es lo que le quiere transmitir mediante la extraña conexión formada entre ambos.
Ella cabizbaja, denotando inseguridad y debilidad, decide romper con la conexión una vez más. Mira el libro reposando entre sus manos. De él salen varios trozos rotos de papel blanco, marcando páginas, con pasajes concretos del libro. Se repasa las letras, de pálido rojo sobre un fondo ocre, de la portada de tapa dura. El pulso es inestable y tembloroso. Los nervios le pueden más que cualquier cosa.
Un carraspeo entre el público le llama la atención y de refilón mira la sala que se extiende ante ella. Contados son los espectadores. Una gran minoría del poco público está interesado en las palabas que pronto inundaran esa sala, los demás son conocidos con ansias de verla triunfar o por lo contrario verla defraudar y poder regodearse en su sufrimiento por haber frustrado y caído en el intento.
La conexión se establece de nuevo con el anciano con el que tanto tiempo ha compartido y que se encuentra allí por una única razón: ayudarla a dar el paso; darle ese empujoncito que le falta. Sigue observando esa actitud nada apropiada ante la situación. Sólo puede leer una palabra y sentimiento de todo eso: vergüenza. Intenta transmitirle lo que lleva rato queriendo hacer. Quiere cambiarla para bien, pero los nervios son traidores y él lo sabe. Demasiados años a su espalda como para no conocerlo. Decir que nunca lo ha vivido es mentirse a todo el mundo y mentirse a si mismo. En su primera vez no tenía a nadie que lo intentara aserenar, tenía que hacerlo solo, y ahora él hace lo que le gustaría que le hubieran transmitido por ese entonces, de innumerables años atrás.
Siente que esa conexión es más que algo extraño. Reconoce la mirada del hombre. Sabe lo que quiere transmitirle y no se lo piensa más. Levanta la cabeza con firmeza y se yergue con extrema seguridad sobre si misma adoptando fortaleza y vigor sacado de su interior, que ni ella misma se esperaba por su propia parte. Un rebelde mechón de pelo demasiado corto le entorpece la vista, que ha cambiado dejando de lado la cobardía y vergüenza que sentía. Con ímpetu da media vuelta y camina decidida hacia el atril. Deja el libro encima, abriéndolo por la primera página que tiene marcada. Dentro la hoja, servida como punto de libro, está escrito marcando una pequeña pauta por si la mente se le queda en blanco. Mira el auditorio con valor. Inspira profundamente y expira en un suspiro. La mirada del hombre demuestra felicidad, de la misma forma que la imperceptible curvatura de sus gruesos labios, ya envejecidos. La chica se repasa, mentalmente, el esquema preparado y empieza.

"INICIO DE HISTORIA" DE FUCKSIA ANORAK

8 de octubre de 2009

En el día que más común aparenta ser, es a veces cuando pasan cosas que cambian la vida de uno. Eso es lo que le pasó a Aiko una mañana de noviembre. Había llegado a la estación de Tokio una hora antes de la salida del tren que la llevaría a Kobe a ver a su familia, así que se quedó haciendo tiempo en una librería cercana. Allí había otra chica, más o menos de su edad, que en un momento acaparó toda su atención. Sobresaltada, se metió tras una estantería y la estuvo observando sigilosamente, intentando no ser vista. No quería parecer indiscreta y, lo que le avergonzaba más, perturbada. Había algo en esa chica que le resultaba familiar.
(inicio de Blanco Hielo)

La joven espiada compró un libro gordo, de muchas páginas y con la tapa de color verde. Seguramente sería un best-seller, pensó Aiko. Tenía curiosidad y le iba a seguir. Antes de salir de la librería, pudo confirmar gracias a un cartel publicitario que la desconocida había comprado un estúpido best-seller. Esa chica le fascinaba, había algo en ella que era imposible de describir Tal vez su austero rostro o su endeble cuerpo. O su anodina mirada. O…

De repente, Aiko se vió sentada en el tren que la llevaba a Kobe ¡ Qué casualidad! La desconocida chica a la que estaba espiando también viajaba a Kobe. Estaban sentadas frente a frente y, entonces…

-¡ Odio los best.sellers!-resopló repentinamente la desconocida

-Eh…-dijo Aiko dubitativamente

-Jejejeje

La voz no parecía de este mundo, era tan bonita y aterradora a la vez que Aiko no se atrevió a mediar palabra alguna en todo lo que quedó de trayecto. Miraba por la ventana y, con el cuello girado hacia el borroso paisaje, torcía la mirada para observar a la desconocida con gesto disimulado ¡ Era tan colosal e indescriptible! Pero ejercía en Aiko una atracción fuera de lo común. No era sexual ni nada parecido. Intentaba mirarla con su gesto disimulado pero, justo lo hacía, la extraña compañera de viaje fijaba los ojos entorno a ella. Todo el viaje fue un constante juego de el ratón y el gato, pero de miradas y gestos disfrazados.


El tren llegó a su destino y Aiko decidió proseguir su seguimiento, ya que había su familia, a la que no tenía mucho aprecio (más bien los odiaba), podía esperar. Mentía, adoraba a su tía Fujiki, pero eso es otra historia. La misteriosa chica salió de la estación del tren con paso liviano, parecía que caminaba en el aire. Giró a la izquierda de la tercera calle, caminó cincuenta metros, pasó la rotonda y torció a la derecha hasta llegar a una grisácea casa. Aiko se quedó boquiabierto: ¡era la casa de sus padres! Un nudo se instaló en su flaco cuello y no paraba de preguntarse, y ahora con nervios, ¿quién demonios era esa chica? Mientras ella despertaba de su breve colapso, la extraña entró en casa de sus familiares. Aunó fuerza y se dirigió a la puerta. Picó, pero nadie le abrió. Gritó, pero la ignoraron completamente. Estuvo alrededor de treinta minutos aporreando, gritando, llorando pero nadie le hacía caso.

La desesperación le llevó a abandonar el lugar. Sería, un sueño. Bueno, más bien, una pesadilla. ¿O estaba delirando? Aiko no paraba de pensar ¿ Puede que me hayan metido algún tipo de droga cuando tomé un café antes de entrar en la librería? ¿ O puede que fuera alguna droga que le dieron en la librería en forma de polvo o…?
Lo mejor, se decía Aiko, sería volver a casa e ir al médico. Cuando volvió en sí, después de tantos pensamientos, estaba ya en el tren de vuelta. Había gente, pero los ignoró. Cerró los ojos y no los abrió hasta que el tren llegó a su destino. Un poco más calmada y ya en la estación, decidió tomar un café, algo relajante (más bien calentito). Aiko marchaba para casa, estaba lo suficientemente calmada cómo para ir al médico. Pero pensó en entrar, otra vez, en la librería. Al fin y al cabo, todo había empezado ahí. Entró y echó un vistazo en general: todo estaba (más bien parecía) igual. Preguntó al librero si recordaba a una chica que esa misma mañana…y antes de que acabara, el librero se econgió de hombros. Aiko suspiró y se puso a mirar libros. De repente, se sintió vigilada. Intentó no mirar detrás de sus afilados hombros y cogió el primer libro que había a mano. Era gordo, con muchas páginas y tenía la tapa de color verde.

Salió de la librería con paso normal, procurando no ir muy rápido y sin hacer mucho ruido. Iba casi de puntillas. Estaba segura de que alguien la seguía. Lo notaba. Se subió en el primer tren que tuvo la oportunidad, dando la casualidad que era el tren que la había llevado y traído de Kobe. Se sentó y, justo en frente suyo, se sentó una chica. Era delgada, de rostro austero, no sabía si la estaba siguiendo o no y…

-¡ Odio los best.sellers!-resopló repentinamente Aiko

-Eh…-dijo la desconocida dubitativamente

-Jejejeje

Rió nerviosamente, tratando de disimular su pequeña trampa disfrazada. La desconocida no dijo nada del libro. A lo mejor era su imaginación o los nervios de ese extraño día. Todo el trayecto trató de reconocer la chica que tenía delante…Le recordaba mucho a la persona que había estado siguiendo, pero tenía algo diferente. Y Aiko trataba de averiguar quien era.

El tren llegó a Kobe. La chica que le seguía también. Palideció. Ahora estaba segura: la estaban siguiendo. Aceleró un poco el pasó. Miraba de refilón y la chica le seguía y unas saladas lágrimas empezaron a resbalar por las mejillas de Aiko. Miraba de un lado a otro, no sabía dónde ir. Pero, como si de un robot se tratase. Se plantó delante de casa de sus padres. ¿ Le abrirían esta vez? Aiko, arrastrando los pies, se dirigió a la puerta. Lloraba, lloraba, lloraba fuego, lloraba rabia, lloraba soledad y cuando levantó la mano para picar a la puerta, ésta se abrió y apareció su madre (y su padre, en un segundo plano) llorando y con los brazos abiertos. Y mientras Aiko se arrojaba a los brazos de su padre y de su madre, ésta última dijo:
-Te perdonamos

"INICIO DE HISTORIA" DE BLANCO HIELO

No le dio tiempo a levantar la tapa del váter. Echó la cena mezclada con el alcohol que había ingerido durante toda la noche. Vomitó sin tregua, en un lavabo de mala muerte, con su vestido de diseño y sus tacones de siete centímetros. Fuera, podía escuchar a un par de adolescentes cómo hablaban de un tío del Tuenti. “Estoy mayor”- pensó mientras miraba el pozo de porquería, esperando que viniera de nuevo la arcada. La cabeza le daba vueltas, y aunque todavía seguía demasiado borracha para avergonzarse, no podía dejar de pensar en el ridículo que había hecho durante la cena. “¿Por qué no me muero aquí mismo?”- pensó en voz alta.
(inicio de Púrpura Tenue)

Por un momento se le pasó por la cabeza la irónica idea de que, en aquella situación, parecía una imitación esperpéntica de aquella famosa escena de Trainspotting. Se metió prisa a sí misma por acabar cuanto antes, y así, al cabo de unos diez minutos, se enjuagó la boca, limpió el lavabo como buenamente pudo abriendo el grifo y se dispuso a volver a la mesa a fingir que no había pasado nada. Al salir del baño se dio cuenta de que no era capaz de enfocar bien los motivos florales orientales que decoraban las paredes de aquel restaurante de postín; parecían moverse. Hizo todo lo que pudo por mantenerse sobre los tacones mientras caminaba hacia la mesa. “Hay que ver …” - pensó - “yo que me había puesto hasta arriba de vino y champagne para ver si distendía la situación y de paso olvidaba el horrible bochorno de antes, y resulta que ahora estoy borracha y sólo voy a conseguir empeorarlo todo …”.
Llegó y volvió a sentarse en su sitio, rodeada del resto de miembros de la compañía de teatro en la que trabajaba y los directores de un conocido teatro. Todos parecían estar disfrutando de la velada que compartían compañía y dueños del teatro para celebrar el próximo estreno de la obra que habían convenido representar, sin recordar aquel comentario inoportuno que había soltado Beatriz un rato antes; sin embargo, ella creía intuir un gesto irónico en las caras de todos ellos, especialmente en la de la directora de la compañía, que había sido la más afectada por aquella metedura de pata. Sintió repugnancia hacia ella, e impulsivamente se volvió hacia Elvira, la compañera que tenía sentada a su derecha para desahogarse.
- Mira con qué jeta me mira esa perra infernal; qué asco me da con esos morros operados que lleva la muy…
- Cállate, anda, que con la borrachera que llevas te me estás poniendo deslenguada y te va a oír en cualquier momento- le interrumpió Elvira.
- Encima no me digas que me calle, que bastante tengo con aguantarla todos los…
- Anda, ven al baño y me lo cuentas si es que lo tienes que soltar, que como sigas soltando esas perlas aquí delante de todo el mundo, todavía arreglas lo que has dicho esta noche, guapa.
Elvira cogió su copa de champagne y la agarró del brazo. Se excusó ante el resto de los presentes y tiró de Beatriz hacia el baño de señoras del que acababa de salir.
Elvira llevaba ya unos cuantos años en la compañía. Era algo mayor que Beatriz, pero en seguida había sido quien más confianza le había brindado, y pronto se habían hecho más o menos amigas dentro de ese mundillo que Beatriz consideraba lleno de falsos modestos, de falsos bohemios, de poses, de trepas y de hipócritas.
- Bueno, como te iba contando, que si no fuera porque es la que me paga todos los meses y porque si no me hubiera cogido yo no estaría ahora actuando, te digo que yo a esa le decía cuatro cosas, o le escupía en la cara esa de estirada que tiene, o yo qué sé…
- Cómo se nota que eres nueva por aquí, guapa - rió Elvira.- En realidad Patricia no pinta nada aquí. La compañía era de su padre, que la llevaba junto a Ángel, el marido de ella. Al morir, dejó a su hija en la dirección, pero ella en realidad no sabe nada de lo que es este mundillo, sólo pone la cara bonita porque es una figuranta y ya está. El que maneja el cotarro sigue siendo Ángel, vamos, menudo es ese. A la chita callando, y aunque le deje a ella llevar siempre la voz cantante, él es el que está forrado, y el que mueve los hilos detrás de todo ésto, claro. De todas formas no te preocupes, que tu problema de tener que verle la cara a la asquerosa de doña Patricia se va a acabar pronto. Supongo que te imaginarás que después de la de esta noche, estás fuera de la función que nos acaban de dar.
- ¿Qué dices?
- Deberías haberte atado un poquito la lengua. Llevo años aquí y sé cómo funciona. Has puesto en ridículo a la compañía; Patricia está indignada, y podría asegurarte que Ángel en seguida despachará a quien vaya poniendo obstáculos. Créeme que le conozco bien…
Beatriz se echó a llorar desconsoladamente y a lamentarse, con la frente apoyada sobre la pared y dándole golpes.
- Bueno, mujer, no te pongas así, que tampoco es algo definitivo… ya veremos que puedo hacer por ti, ¿eh? - le consoló Elvira mientras le colocaba suavemente el palabra de honor para que no fuese enseñando el sujetador por encima del escote.
Volvieron al comedor cuando Beatriz se hubo secado las lágrimas y arreglado el maquillaje. Allí seguían todos haciendo la sobremesa. Entonces Beatriz se fijó en el tal Ángel, que se encontraba discretamente sentado al lado de su escandalosa mujer y su vestido de leopardo. Estaba callado y con aspecto tranquilo, escuchando la alocada charla de su esposa con los dueños del teatro donde iban a representar. Fumaba despacio un cigarrillo que acababa de sacar del bolsillo de su traje gris marengo, combinado con una corbata naranja. “Con ese aspecto y tan recogido en su segundo plano, cualquiera diría que es el que parte la pana aquí” pensó Beatriz, “a lo mejor lo que acaba de decir Elvira está un poco exagerado”.
El lunes siguiente, Beatriz llegó al teatro a ensayar como si llevase unas pesas sobre los hombros. Mientras abría la taquilla que le habían asignado para dejar sus cosas durante el ensayo, esperaba que llegase en cualquier momento su querida doña Patricia por detrás a comunicarle su despido. Estaba abatida y de hecho había dormido poco aquel fin de semana de darle vueltas a cómo un estúpido comentario inoportuno había arruinado su soñada oportunidad para ser actriz.
Al abrir la taquilla encontró un sobre grande dentro. “Ya está, aquí lo tienes, por metepatas”, pensó. Sin embargo, por fuera del sobre no había nada escrito. Lo abrió y sacó de él otro sobre en el que ponía: “Ya está todo arreglado. Sigues en la obra. Serás la estrella revelación, seguro”. Al abrir ese sobre encontró dentro una corbata naranja, junto a otra nota en la que ponía: “Ahora te toca a ti devolverme el favor…”. Debajo pudo leer la firma de Elvira.

"Pacto con el Diablo" por Fucksia Anorak

7 de septiembre de 2009

Individuo 1-Parece que esto se va a resolver,¿no?
Individuo 2-Sí…Siempre se me han dado bien los diálogos, ¿sabes?
Individuo 1-Podría ser, tú lo debes saber mejor que nadie
Individuo 2-Pues, entonces…
Individuo 1-¿Cerramos el trato?
Individuo 2-Tú tienes la última palabra
Individuo 1-La propuesta ha sido tuya
Individuo 2-Sí, pero tú eres quien elige
Individuo 1-Umm…Si estás dispuesto a asumir las consecuencias, si
Individuo 2-Yo, en un principio, no tengo nada que perder
Individuo 1-Ni yo, por eso estoy aquí
15 segundos de sonoro silencio
Individuo 2-Decídete ya
Individuo 1-Je,je,je…el misterio hace que deseemos más lo que desconocemos
Individuo 2-Por eso he acudido a tu encuentro
Individuo 1-Por eso estoy mintiendo
Individuo 2-¿ Cerramos el trato?
Individuo 1-Imitarme no servirá de nada, lo sabes
Individuo 2-¿ Si o no?
Individuo 1-Ya sabes la respuesta

"Pacto con el Diablo" por Azul CIelo

Caminaba como una autómata por las oscuras callejuelas de la ciudad, apenas podía distinguir cuando las noches se convertian en días y estos a su vez otra vez en noches. La sombra del rimel diluido entre lágrimas dibujaba grandes zurcos en su hermosa cara, enmarcando lo que antaño fueron dos preciosos ojos azules y que en estos momentos no eran más que pozos de agua turbia. La transformación había comenzado.
Se detubo por inercia delante del número 22 de aquel callejón y un extraño personaje completamente de negro le franqueó la entrada, estaba nerviosa, no sabía como se desarrollaría la noche en aquel siniestro local, y aunque asustada, la chica entró.
La oscuridad bañaba el local, cuerpos sin dueño se movian al compás de la música, tan juntos que costaba distinguir donde comenzaba uno y acababa el otro. A medida que pasaban los minutos la música se volvía más frenética, los cuerpos se movían mostrando una erótica danza, casi hipnótica, cada vez le costaba más moverse entre la gente, pero, pese a las dificultades, le encontró.
Sus penetrantes ojos verdes le miraban desde el fondo del local, y ella pensó que era la criatura más bella que había visto nunca, se dirigió sin vacilar hacia él, y le dió un apasionado beso que él correspondió con ganas. Le tomó de la mano y se dirigieron al reservado del local, ambos sabian lo que pasaría allí dentro, y sin embargo, ninguno dudó, ya no había vuelta atrás.
La gran cama ocupaba el centro del reservado, cerraron la puerta y se dejaron llevar por la pasión contenida, aquel era su momento y el de nadie más. Ahora él tomó la inicitiva y levantó a la chica hasta posarla en la cama, los besos eran cada vez más fuertes, primero pasión, luego rabia, furia, como si en esos besos se les fuera la vida, como si cada beso fuera el último, ella no podía resistirse más y de forma descendiente comenzó a trazar un camino de besos hasta que llegó al punto crucial, su cuello. Él se relajo disfrutando del momento y entonces todo cambió.
Dos afilados colmillos atravezaron la fina capa blanquecina de piel, un torrente de sangre escarlata comenzó a brotar por los pequeños agujeros, ella sorvía golosa aquello que para ella era un manjar, mientras tanto él se dejaba caer en el sopor inconfundible de la muerte, sin resistencias, sin oposiciones, simplemente disfrutando del efímero momento, ya estaba condenado, pensó él.
Ella intentó contenerse pero el sabor metálico de la sangre del joven era demasiado irresistible, el pulso se ralentizaba segundo a segundo y ella sabía a ciencia cierta que si no paraba en aquel momento él no sería más que un cadáver entre sus brazos, y sin embargo era tan difícil contenerse a esa sangre tan dulce, a aquello que la llenaba de fuerza, de vitalidad, a aquello que la hacía sentir un poco más viva, y cuando quizo darse cuenta él no era más que un cuerpo sin vida, ella comprendió la situación y se separó de él, se relamió los colmillos y llamó al servicio para que arreglaran el desastre, otra vida segada a cambio de la suya propia, ese había sido el pacto, alimentarse o morir, ella ya había decidido, y si algún día
tenía que arder en el infierno por su decisión...que así fuera.

Desafío de septiembre

25 de agosto de 2009

Ya está colgada la nueva encuesta para el desafío de septiembre:

- Objetos malditos

- Verano y yo sin vacaciones

- Autoclonación

- Inicio de historia (*)


(*)Inicio de historia es la propuesta recibida de Blanco Hielo. En ella se trata de escribir el inicio de una historia y mandarla al taller, y éste, de forma aleatoria la reenviará para que alguien la continue. A su vez uno mismo recibirá otro inicio y tendrá que terminar la historia.

Voten, voten...

"Expreso de M. Jackson" de GRIS CENIZA

16 de agosto de 2009

Tiró el periódico sobre la mesita y apagó el televisor con el mando a distancia. Ni uno ni otro aportaban nada nuevo sobre su muerte, sólo discutían la veracidad de algunos datos y desarrollaban absurdas hipótesis. Hacía dos meses que había muerto y aun no sabían nada de nada, y esperaba que eso continuara así. 

Sonrió mientras se levantaba del sillón y se dirigió hacia la puerta metálica. Tecleó un número secreto y la puerta se abrió con un suave clic. Adentro todo estaba oscuro, solo pequeños interruptores con luz propia brillaban en medio de la negra nada. Al entrar, una linea de fluorescentes en el techo se encendieron, alumbrando con luz suave la estancia. Pero fue al cerrarse la puerta detrás suyo cuando empezaron a iluminarse los laterales, y a mostrar la verdadera funcionalidad de la habitación. Había unos gigantescos bidones de cristal, cuatro en cada lado, llenos de algún líquido cristalino.

Se acercó al más cercano. En una etiqueta pegada al bidón se leía "Jamie". Posó la mano en el cristal y la movió como si pudiera acariciar su contenido. En el segundo bidón había tantos cables exteriores alrededor que apenas se podía ver el interior. El tercero contenía uno de sus especímenes predilectos "Matt".

Cruzó el pasillo y contempló a los otros cuatro. El contenido era una versión aun atrasada de su proyecto. Los cuatro estaban esperando su momento para formar parte de los elegidos.

Cuando se acercó a ellos, en uno de los bidones se formó una burbuja de oxígeno, eso significaba que aquel estaba soñando. Como antes, posó la mano sobre el cristal e imitó una caricia. El interior se revolvió despacio, desperezándose. El cuerpo se estiró y abandonó la postura fetal. Poco a poco la maraña de pelo flotante dejó paso a las imperfectas facciones del sujeto. De pronto, sus ojos se abrieron, y tras un instante inicial de confusión terminaron por reconocer a M.J. 

En el interior, su rostro adquirió el tinte del terror más puro, y empezó a golpear el bidón con todas sus fuerzas. Desesperado, con los ojos apunto de salirse de sus órbitas, intentaba huir de allí, escapar de aquel monstruo.

Desde fuera, él miraba al niño, y tras su mascarilla sonreía.

"Expreso de M. Jackson" de FUCKSIA ANORAK

Mi primer viaje en el tiempo fue como dormir con los ojos medio abiertos y sentado: no sabía si era real o no. Con el segundo, el impacto no era tan chocante, pero no dejaba de sorprender. Intenté forzar la máquina hasta su máxima capacidad en el tiempo y aparecí en un planeta familiar: la Tierra del futuro. Un video-cartel anunciaba que se buscaba vivo o muerto a un tal Michael Jackson. Decidí viajar al pasado, pero por un error de apreciación viaje unos cien años antes de haber nacido yo. Y descubrí que ese fugitivo llamado Michael jackson era llamado el rey del pop. ¡ Qué curiosos son los viajes en el tiempo ¡

Desafio Encadenado

23 de julio de 2009

Se quedó helada al llegar a casa. El se encontraba sentada en el sofá, con el inequívoco rastro de miles de lágrimas que horas antes habían surcado cada poro de la piel de su blanquecino rostro. Lo miró, no sabía qué decir ni qué hacer; hacía años que no sabía nada de él, y, de repente, un día 12 de agosto de 2010 se presenta en su casa, la que antes era de ambos. Lo primero que se le pasó a ella por la cabeza fue que debía de haber cambiado la cerradura el día que él decidió marcharse de casa. Impávida, se acercó al sofá y se sentó junto a él que no apartó la vista de la pantalla del televisor.

El insoportable comentarista deportivo chillaba emocionantes sucesos que nada parecían tener que ver con lo que ocurría realmente. Ella también miraba hacia la pantalla, aunque sólo para buscar la cara de él reflejada en las ocasionales zonas oscuras. Su expresión era totalmente neutra, podría haber sido un martes cualquiera después del trabajo. Y como para corroborarlo, de pronto él dijo:
Estoy hambriento.

No hacía falta decir más. Con un reflejo largamente adquirido, la mujer se levantó de un respingo para correr hacia la cocina y ponerse a cortar mecánicamente unos trozos de queso y algunas rebanadas de pan. “¿Habrá vuelto para quedarse?” se preguntaba angustiada, y su mente dibujaba continuamente un “por qué, por qué, por qué…” .
Colocó el queso y el pan en un plato y, sin soltar el cuchillo, se dirigió hacia el salón, donde él, de espaldas a la puerta, esperaba tranquilamente.
Por un momento no pudo traspasar el umbral. Se quedó de pie, con el cuchillo en alto, mirando la nuca de su marido.
Se imaginó a si misma traspasando su mórbida piel con facilidad, como trinchando un pollo algo crudo, salpicando sangre en el sofá, el suelo, la lámpara de pie e incluso la dichosa televisión. Pero no hizo nada parecido. Se limitó a llevarle el tentempié de media tarde y a sentarse a su lado en silencio.

"En su mente empezó a sonar una melodía. Era un dulce y optimista piano. Se sorprendió escuchando “Easy” de Faith No More mientras se empezaron a dibujar planetas y en ese momento empezó a relacionar lo que estaba sucediendo. Recordó que en el último capítulo de Redes el maestro Punset se había dedicado a discernir sobre una teoría llamada el Multiverso. No tenía nada que ver con crossovers entre Marvel y DC ni con que algún día Guardiola fuese el presidente del Real Madrid. Hablaba de que existían infinidad de universos y por tanto infinidad de posibilidades de que se repitiese el momento que estaba viviendo. Quizá en este punto del espacio había sentido perfidia sobre sí misma pero estaba segura que en otro lugar no sucedía esto. Una voz le despertó:

- Vaya mierda de bocadillo que me has preparado, joder… ¿Echamos un Street Fighter?
- Claro que sí, cariño.

Recuperó el cuchillo y lo degolló con una amistosa sonrisa.

- Haduken, amor…"


Ahora, sentada en el banco del parque, no le quitaba ojo al bocadillo recubierto de papel de plata. Sentía una especie de calma interior con lo que había hecho, pero no entendía porqué, en un acto reflejo, había rellenado el pan con la mano de su marido, anillo de compromiso incluido. ¿Y ahora que haré? Viajar, ancha es Castilla.
Comenzó a andar y a los pocos metros encontró un joven sentado en el suelo mendigando unas monedas, el rostro y las manos llenos de mugre. Éste vio como se le acercaba la mujer, y sin decir nada le lanzaba un bocadillo a sus manos

Dentro del bocadillo había un anciano con un rojo cachirulo que no paraba de preguntar la hora. Se quedó unos instantes para ver si se lo comía o no. Se cansó de esperar y siguió caminando hasta que llegó a su destino. “Yo…” dijo nada más entrar pero no lograba recordar qué hacía allí. Miró las paredes, el suelo, el techo….todo le era conocido y desconocido a la vez. Cerró los ojos y los volvió a abrir.
Apareció en un saco de dormir rodeado de cucarachas y gacelas. Se levantó cuidadosamente y…


Un hambre voraz se apoderó de cualquier intento de raciocinio. Atrapó y comió todas las cucarachas que estaban a su alrededor mientras las gacelas observaban indiferentes la escena. De repente un olor muy sutil le resultó familiar, tanto que en su cabeza sonó aquella canción que nunca era capaz de recordar. Recordaba su infancia, con sus padres y aquel negocio familiar agropecuario y otra vez ‘…so please…’, el olor, pese a nauseabundo le había trasladado a aquella época. Entonces volvió a abrir los ojos y entendió que lo que acababa de comer no eran cucarachas, entonces lloró.


Por un instante se acordó de sus primeros años en el monasterio, cuando su fe todavía permanecía intacta, pura. Luego vendrían tiempos realmente difíciles donde el hambre, la pobreza y la enfermedad tiñeron de negro muerte la gran ciudad.
Había muertos todos los días, las calles eran un ir y venir de cajas de madera con cuerpos malogrados y pestilentes. Los callejones estaban repletos de gente enferma y moribunda. No había nada que comer; hacía ya bastante tiempo que no se veían ni gatos ni perros. Los chiquillos, famélicos, buscaban insectos y sabandijas que echarse a la boca. Cucarachas, ratas, arañas, lagartijas… cualquier cosa susceptible de ser alimento podía valer y aumentar así, durante un poco más de tiempo, la lenta agonía de aquellas vidas.

Fue entonces cuando abandonó las creencias que con tanta ilusión había adoptado a lo largo de los años y se convirtió en un sacerdote secular. Las últimas experiencias vividas, el sufrimiento de tantos seres humanos, le habían hecho darse cuenta de que su Dios venerado jamás podría darle una respuesta de por qué tanta inmundicia, de por qué tanto dolor, de por qué tantas preguntas sin respuesta abofeteándole la cara y lanzándole las respuestas en ángulos imposibles de alcanzar. La pérdida de fe le alcanzaba como un rayo directo al corazón, le desgarraba, le partía en mil pedazos, se introducía en su cuerpo lacerándolo como una sonda anal en un examen médico de bastante mal gusto.

Y de rodillas, hueco e incapaz de acto alguno, abrió el paraguas de las tristezas largas y se hizo de tripas corazón.

“Eso es lo que haría Naranja Pasado”.

Y sobrevivió.


Sobrevivió porque su fe superaba con creces a todo lo acontecido. Porque, aunque no se hubiera percatado durante el proceso, en aquel largo tiempo su corazón había experimentado cambios que lo habían hecho completamente invencible. Nada ni nadie podría volver a herirle nunca más, y todos sus propósitos podrían ser alcanzados tarde o temprano; así es como él lo sentía, y como era en realidad. La adversidad le había fortalecido, y aunque en ese momento se encontraba derrumbado y exhausto, dentro de él palpitaba el orgullo y la felicidad enraizada de quien ha retado al destino y, aunque maltrecho, ha conseguido vencer. Ahora la sangre de sus heridas corría por el suelo mezclada con el agua de la abundante lluvia que estaba cayendo, y que mojaba sus rodillas y sus pies. Se acurrucó bajo el paraguas, y sin dejar de acordarse de Naranja Pasado, se quedó allí mismo dormido, esperando a que amaneciera.



"Sant Jordi" por Gris Ceniza

2 de mayo de 2009

23 Abril del 2009

Se pasó la mano por el pelo blanco, y luego se acarició la barba canosa. Podía tener cualquier edad entre los veinte y los cincuenta, pero no estaba seguro, sólo recordaba su último año de vida. Se sentó en el borde de la cama con la cabeza entre las manos. Ahora que se acercaba aquello (fuera lo q fuera), sentía como algunos de sus recuerdos volvían, en forma de imágenes, a su cerebro como un golpe flash, e intentaba retenerlos para reconstruir su pasado a partir de una fotografía mental.

Se acercaba la hora, y su cuerpo se lo reafirmaba con aquella herida en el costado que había brotado de la nada. Se miró en el espejo largo tiempo estudiando sus ojos sin edad. El día anterior la herida no existía, al despertar era una simple marca rojiza, y ahora ya era una fina gota de sangre reseca. Sabía que en pocas horas se convertiría en un gran agujero desde donde se podría mirar ver a través de él, era algo que simplemente aceptaba.

Así estaba, con los ojos cerrados con tanta fuerza, y todos sus sentidos centrados en intentar recordar, que al principio no se dio cuenta que alguien lo observaba a pocos pasos de él.

-¿Shanuun?- su voz sonó asombrada.

-Esa yo soy, hombre sin nombre- su voz aguda chirriaba desagradablemente. La miró con desconfianza. Era un ser extraño, de un metro de alto, aspecto humanoide, piel verde arrrugada y llena de berrugas, y desprendía un desagradable olor.

-¿De dónde habéis salido?- preguntó con el ceño fruncido

-De bajo la piltra- empezó a reir a grandes carcajadas, doblándose hacia adelante y hacia atrás mientras se agarraba la gran tripa. Él le miró los pies descalzos llenos de ampollas y mugre, coronados con unas uñas larguísimas y retorcidas. Se agachó para retirar la manta de la cama y miró debajó. Una compuerta en el suelo se cerró de golpé. Al momento volvió a abrirse, y se asomaron las cabezas de dos seres similares a Shanuun.

-Muy bien, os creo. ¿Que quiere vuestra merced de mi?

-Entoavia ma sorprende tu antigua forma d´ablá, sielito. Sabes que él ya viene a por ti, ¿verdá?- el albino abrió mucho los ojos-. Veo que no tacuerdas demasiao- metió una mano en los escasos andrajos que vestía, y sacó una especie de uña de piedra del tanaño de su brazo. Escupió dentro de la curbatura y se lo mostró al hombre-. Mira dentro, avé que ves. El escupitajo empezó a brillar con luz propia, creando una especie de esfera que terminó envolviendo el amuleto de piedra, y en ese resplandor blanquecino apareció la imagen de una joven de negros rizos. Reconoció el edificio, era el mismo en el que él vivía. El ascensor se frenó en la sexta planta, y ella entró en la puerta número cinco. Una vez dentro se fue desnudando, dejando caer la ropa a su paso, hasta llegar al baño. Unas escamas tatuadas recorrían todo su cuerpo, como la piel de un reptil, o de...un dragón, pensó. Entonces la joven se miró al espejo y su rostro se fue transformando, poco a poco, en el de una bestia de ojos inmortales, colmillos, y cuernos plateados.

-Empezas acordarte d´algo, ¿verdá?- los ojos de él estaban abiertos de par en par-. Anda cariño, asle caso a la Shanita y verás como tó puede salí bien. Recuerdas, y esos bueno mia amó. Tienes que confiá en mi. La miraba pero no podía pensar. Millones de imágenes desfilaban en su mente, miles de años, de experiencias vividas, le asaltaban a la vez. Y recordaba, entendía, y el miedo reciente se fundió bajo la capa de la falta de esperanza.

-Cúchame, esta vez puede se distinta, no tiene porqué pasá lo de siempre- fue susurrándole cada vez en un tono más suave, hasta contarle entero el plan, mezclado con palabras de alabanza. Los ojos del desdichado volvieron a abrirse desmesuradamente, presa de la locura en que lo había empujado otra vez la esperanza.

Todo lo que la bruja le había mostrado mediante la magia estaba sucediendo ahora realmente. La chica salió del ascensor y entró en la puerta número cinco. El albino esperó unos segundos y salió de su escondite, tras los pasos de la joven. La puerta estaba cerrada por dentro. Miró desesperado a su alrededor buscando ayuda, y cuando volvió a mirar a la puerta estaba abierta, y la duende correteaba hacia el interior del piso. Entró con todo el sigilo del que fué capaz y cerró la puerta. Encontró en una sala a la bruja sosteniendo una prenda de las que la joven había dejado caer, y la olisqueaba bruscamente. Se metió las bragas en la boca y empezó a masticarlas. Cuando se dió cuenta de que el hombre la observaba atónito, se paralizó y señaló con un dedo en dirección al baño. Entonces todo se desató de golpe. La puerta del piso saltó en mil astillas, y el hombre al que estaba temiendo entró gritando y derribando cuanto encontraba en su camino. La bruja se puso en la entrada de la sala cortándole el paso al caballero de la armadura, pero éste no podía verla. Se escupió en un dedo y lo pasó por el marco de la puerta y el suelo, sellando la entrada. Jordi golpeó con todo su peso la invisible barrera mágica, sus puños martilleaban el aire sin descanso, pero no pudo adentrarse ni un centímetro.El sin nombre, decidido por la brusca entrada en el piso del caballero asesino, entró en el baño. La chica de rizos se miraba en el espejo, pero cuando la puerta se abrió detrás suyo, se giró, y el reflejo que antes era su rostro, se transformó en la mueca furiosa de un dragón blanco.

-Vamo sin nombre, ven pa´qui. Si él ve que no lases daño te dejará en pas- la aguda voz le exigía que se diera prisa. El albino cogió a la mujer por los hombros y, a pesar de su resistencia, la llevó hasta la sala. Allí estaba el otro hombre, con una armadura asomando bajo sus ropas. Ya no golpeaba el muro invisible, estaba sacando una vara metálica de dos palmos de largo de debajo del abrigo.Jordi empezó a hablar, y cuando la bruja se pellizcó los labios, sus palabras significaban cosas distintas de las que él decía. Sin nombre intentaba explicar algo, pero el caballero también entendía un mensaje distinto del que intentaba transmitir. Los ojos llenos de terror del albino aparecían para el otro como sedientos de sangre y malignos. A su vez, Jordi quería calmar al otro, pero solo se le escuchaban blasfémias y juramentos violentos. La chica no sufría los efectos del conjuro de la bruja, y entendía a los dos hombres de forma normal, preguntándose que demonios estaba pasando allí. -Vamo, as algo. Mátala, o él te matará a ti. Sin nombre hizo lo contrario, la soltó, intentaba separarse de ella y dejar bien claras sus intenciones. Pero lo único que Jordi veía era que el demonio albino quería morderla y saciarse con su sangre. Desesperado le dijo a la joven:

-Por el amor de Dios, acepta el baptismo cristiano, solo así podré salvarte- La joven, totalmente confusa y aterrorizada, no dejaba de mirar al pequeño ser de color verde de mirada cruel. En la puerta, sin entrar, estaba el chico con el que llevaba saliendo casi un año y le pedía que...

-Acepto. ¡Acepto el bautizo en nombre de Dios!

Jordi sintió como la fuerza invisible desaparecía, y se lanzó contra el demonio que sujetaba a la joven. Le atravesó el costado con la corta lanza, pero la herida no sangró, cicatrizó al instante dejando un gran agujero desde el que se veía a través del albino. Cuando cayó al suelo ya estaba muerto. Al instante se evaporaron sus ropas y su carne, solo quedaron los restos de un esqueleto de largas garras y cuernos en el cráneo.La chica descansaba inconsciente. El caballero se aseguró de que estubiera a salvo, y luego, amuleto en forma de cruz en mano, le sussurró al oído que iva a olvidar todo aquello. Luego le hizo la señal de la cruz en la frente y salió del piso. En una esquina la bruja se reía a carcajada limpia, mostrando los tres dientes que le quedaban y sujetándose la tripa con ambas manos. Cuando pudo contener algo la risa bajó en el ascensor y volvió a la compuerta de debajo de la cama.


23 de Abril del 2010

Se pasó la mano por el pelo blanco, y luego se acarició la barba canosa. Podía tener cualquier edad entre los veinte y los cincuenta, pero no estaba seguro, sólo recordaba su último año de vida. Se sentó en el borde de la cama con la cabeza entre las manos. Ahora que se acercaba aquello (fuera lo q fuera), sentía como algunos de sus recuerdos volvían, en forma de imágenes, a su cerebro como un golpe flash, e intentaba retenerlos para reconstruir su pasado a partir de una fotografía mental.

"Sant Jordi" por Púrpura Tenue

25 de abril de 2009

Desde los tiempos de Rodolfo II cuenta una antigua leyenda checa que,
durante la noche de luna llena, un ser mitad hombre mitad bestia recorre los bosques hasta las aldeas en busca de alimento. Entonces esta tierra era conocida como Bohemia.

Pero esta criatura no sólo busca sangre, carne humana… también es un animal asustadizo, que huye casi con el rabo entre las piernas al escuchar un sonido desconocido. A pesar de ser una bestia primitiva, su alma, mitad humana mitad lobo, lo convierten en una criatura solitaria, repudiada por el resto de las especies.

Para los lobos sólo es un ser híbrido, un ‘impuro’ que tiene prohibido acercarse al resto de la manada. Para los humanos es un monstruo salido del mismísimo infierno al que hay que exterminar.

Condenado a deambular en las noches más claras en absoluta soledad, el ‘hombre-lobo’, dominado por su parte menos racional, suele alimentar sus instintos más primarios cazando otras criaturas, a veces, incluso se atreve con el ganado de los lugareños. Si en este momento es sorprendido por algún hombre, y si no se siente amenazado, probablemente saldrá corriendo en busca de un lugar más seguro. En cambio, si es su parte racional la que le invade, no dudará en asesinar, torturar y despedazar a quien se le ponga por delante.

Como no hay manera de adivinar el estado de ánimo de un hombre lobo, la gente de estas tierras suele ir cubierta de plata de los pies a la cabeza durante la luna llena. Cuello, muñecas, corazón, tobillos,… Hay que proteger las zonas donde la sangre fluye con más ímpetu. Podrían oírla. La plata es para los hombres lobo lo que el ajo para los vampiros.

Cientos de años después, los turistas se han convertido en una presa fácil. Como cuentan los viejos del lugar, el hombre lobo de Praga tiene el aspecto de un perro grande y suele aparecerse a transeúntes, corredores y turistas despistados en noches de luna llena. Si escuchas unos leves pasos a unos metros de distancia, presta atención y gira la cabeza de vez en cuando.

"Sant Jordi" por Verde Bósforo

24 de abril de 2009

Érase una vez un príncipe sin castillo, sin tronos ni cortesanos. Este príncipe tuvo que marchar pronto del seno familiar pues su pueblo acechaba desde hacía tiempo a las puertas del castillo reclamando lo que les pertenecía y amenazando con degollar a toda la familia real pues no dejaban opción al diálogo mientras se aferraban a los bienes agenciados. Así es como el príncipe perdió su castillo, o el castillo le perdió de vista a él.

Cabalgó durante días a lomos de su caballo blanco, a diferencia de las sirvientas de la corte éste nunca se quejaba cuando lo montaban y el camino era demasiado largo como para hacerlo uno sólo. Teniendo que ganarse el pan día tras día pues se había gastado sus últimas monedas en un bonito traje de terciopelo azul bordado por el famoso modisto de la zona, sir David Linch, tuvo que aprender a seducir a los nobles caballeros que paseaban a horas noctámbulas en las que uno sólo busca compañero de lanza, pues nuestro príncipe no había aprendido profesión alguna pese a haber asistido a los más prestigiosos collegues.

Cierto día soleado recibió una especie de carta allá donde se alojaba, una pequeña y miserable pensión, sin ventanas ni hilo trovador que olía a Aragorn, regentado por un enano que no se lavaba los pies. Fue todo un problema pues la carta no se entendía apenas, escrita a modo pergamino hablaba sobre algo que denominaban ‘casa madre’, probablemente un punto estratégico de encuentro para delincuentes organizados lo cual le llamó la atención pues bien sabida era la precariedad de su trabajo, buscaba algo más estable con lo que poder mantener como mínimo cierto ritmo de vida al que se había acostumbrado antes de perder el resplandor en los ojos que le había hecho tiempo atrás tan irresistible a aquellos hombres de deseo insaciable, de bonitas promesas y firmes brazos.

Sin embargo, a medida que seguía leyendo la carta, esta era cada vez más críptica, usaba cierta terminología temporal, muy recurrente a lo largo de toda ella, hacía referencia a un denominado santo, ¡pero qué santo! ¡Sant Jordi! ¿Quién era ese?

¡Por Dios todopoderoso, veneran a un hereje! El príncipe empezó a atar cabos, después claro de haber acudido a la hemeroteca del feudo y consultar extensas bibliografías encontró la respuesta al enigma de ese nuevo santo, Jordi, por lo visto en ciertas tierras de la lejana Hispania se creía en un héroe que tiempo atrás había matado a un dragón para obtener a cambio como recompensa a una princesa, uso y disfrute de esta con pleno consentimiento de su padre, incluso según sus investigaciones, era bastante probable que el mata dragones se quedara también con el reino del padre de la mujer-ofertón. El príncipe, no acostumbrado a la lectura, se sumió en un profundo sueño, en este recordó un viaje estival con su familia cuando sólo era un infante en costas valencianas donde con asombro acudieron como invitados a un gran evento.

Siendo sólo un niño le habían quedado grabados en llama aquellos recuerdos, toda la muchedumbre aplaudiendo a un hombre que brillaba en medio de una plaza de arena al acabar con la vida de un hermoso y soberbio animal despojado de esperanzas, era el héroe nacional, su Sant Jordi, que mata sólo por reafirmación viril. De repente, en su sueño, los vítores que iban dirigidos al matador de toros gritaban al unísono Jordi, mientras éste en medio de la plaza brillaba más que nunca. El ruido cada vez era más distorsionado y Jordi brillaba más y más, las resplandecientes escamas de su traje de luces adquirían formas más pronunciadas y sin darse cuenta ahora Jordi no era humano, era un ser alargado, una especie de pez enorme y brillante con largos bigotes que se enroscaba sobre si mismo y dormía placenteramente ajeno al ruido de la plaza.

El príncipe despertó y comprendió lo que pasaba, había un motivo por el cual era a él y sólo a él a quien había llegado aquella carta, cifrada, encriptada, ¡un palimpsesto que sólo él entendería!

Camuflado con vulgares alusiones a princesas, hadas y demás sexo barato al que cualquiera se hubiera tirado de cabeza, el dragón había querido ponerse en contacto con él, le había citado en un lugar y a una hora para poder escapar juntos y soñar con un futuro mejor, libre de impuestos y gonorrea.

‘La hora en la que se ponga el Sol, en la casa madre...’mmm como todo el mundo sabe la casa madre de un dragón es China, pero éste es el reino donde el Sol sale, no se pone... de hecho nuestro príncipe no conocía las tierras donde se ponía el Sol pues aún faltaban unos años para que naciera el señor Colón.

Así es como de este criptograma dedujo que debía ir galopando hasta China, la tierra madre del Sol, y ponerse de opio hasta las cejas hasta que por fin encontrara a su amado dragón quien le sacaría volando de este terrible desierto circular que le asfixiaba el alma, juntos atravesarían las nubes más hermosas.

Lo que el desgarbado príncipe no sospechó nunca fue que esa carta no iba dirigida a él sino al líder de una secta que todavía estaba por nacer, una vez más el Dr. Who se había equivocado de destinatario...

"Sant Jordi" por Fucksia Anorak

...Y la discordia se asentó cuando asumieron sus respectivos papeles. Un dragón, un príncipe y una princesa. La relación empeoró, los reproches surgieron...Así que decidieron cambiar los papeles, pero la historia seguía igual. Mentira: empeoraba.
Decidieron dar una vuelta de tuerca al asunto y reescribieron la historia. Nada tenía que ver con el original.
Apareció el dragón muerto, tiñendo de sangre su pequeño huerto.
La princesa apareció rodeada de rosas, pero sin signos vitales.
El príncipe apareció con un mordisco en el costado izquierdo: había muerto desangrado.
El autor tenía su revancha, sus personajes su dictadura y tu el poder de soñar.

"Sant Jordi" por Blanco Niebla

Caminaba despacio, no sabía de donde había salido todo aquello ni de donde venía yo, solo que allí estaba, rodeada de enormes sauces y contemplando una vista alucinante, una maravillosa puesta de sol. Noté algo extraño en mis costillas, algo no me dejaba respirar, me oprimía, miré hacía mis pechos; dios! Pero que demonios llevaba puesto?? No me extrañaba nada que no pudiera ni coger aire, llevaba puesto un corsé que oprimía mis costillas y dificultaba encarecidamente mi respiración, aunque la verdad sea dicha, me hacía una cinturita de avispa que jamás hubiera conseguido por mi misma.. Acompañaba al corsé una falda larga y aterciopelada a conjunto con unos zapatitos que bien podían haber salido de una de las mejores tiendas de la quinta avenida.. No me preocupé, me sentía bien a pesar de que no sabía donde me encontraba. Ví a lo lejos un camino y decidí seguirlo puesto que estaba anocheciendo y no era plan de quedarse allí plantada, en medio del bosque, un bosque que no conocía de nada..

Continué caminando por el amplio sendero, agotada y sin expectativas de encontrar ningún hotel 5 estrellas en aquel paraje inhóspito decidí acurrucarme bajo un árbol, me dormí en menos que canta un gallo.

Al despertar noté algo blando bajo mi cabeza, debía de ser tarde porque notaba un calor propio del sol de mediodía. Me incorporé. Oh, oh!! No estaba bajo el árbol que había sido mi cama por aquella noche, me encontraba en una cama!!, una preciosa cama con dosel sobre la que caía una tela transparente que hacía mucho mas voluptuoso aquel espejismo. Chillé, mire bajo mi sábana y el maravilloso vestido había desaparecido, en su lugar me encontré un precioso camisón de seda que me llegaba hasta los pies. Pero ¿Qué me estaba pasando?¿donde me encontraba?, todo parecía el guión de cualquiera de las películas surrealistas que tenía Jack, reservadas, según sus propias palabras “para una ocasión especial”. Me incorporé, no había nadie, estudie detenidamente la habitación en la que había pasado ¿la noche entera?, miles de preguntas invadían mi mente. Lo que estaba claro, muy pero que muy claro, era que aquella habitación no pertenecía a una casa del siglo XXI, o por lo menos, no a una casa convencional. Los muros eran de piedra maciza, adornados por semicolumnas de capiteles jónicos –las clases de arte habían servido para algo- que intercalaban con enormes ventanales por los que entraba con todo descaro un sol abrasador. El mobiliario era espectacular, todo en madera, propio de cualquier castillo medieval; descansaba sobre una de las sillas –por llamarla de algún modo- un espectacular vestido blanco del cual me quedé prendada; ¿sería para mi?¿quien quiera que me hubiese llevado hasta allí quería que me lo pusiera?.


De repente, sin previo aviso, entraron alborotando en “mi” habitación 5 mujeres, todas ataviadas con lujosos vestidos; me sentí indefensa, confundida y comencé a chillar y a esconderme de ellas entre los numerosos muebles.

- ¿pero que haces?
- Pero mírala, pero niña, no te escondas! O, ¿acaso es que no quieres salir ahí afuera para que todos vean lo hermosa que eres?

Yo las miraba, desconcertada, me agarraron, yo las miraba, comprendí que no me harían daño, y también, que no responderían a ninguna de mis preguntas, así que decidí seguir el hilo de la historia. Mientras una me peina, otra me enjuagaba el cuerpo con aceites. Entre dos me pusieron el vestido; i cuando estuve “lista” me empujaron hacía la puerta.

- venga! Ánimo! Déjalos deslumbrados!
- Pero mírala, es la princesa más hermosa que jamás nadie haya visto
- Hemos hecho un buen trabajo chicas, así se hace

Me giré y las miré con cara de asombro. ¿Deslumbrados?¿PRINCESA?¿pero en que jaleo me había metido esta vez?. Está bien, cogí aire y me adelanté unos pasos; frente a mi se extendía un enorme pasillo, a medida que avanzaba pude contemplar los enormes cuadros que a mi cabeza se alzaban. La verdad es que estaba flipando, los cuadros representaban a ¿mis antepasados? En algunos salían caballeros con armadura y en otros grupos de familias enteras, lo más curioso es que pude distinguir el cuadro de mi bisabuelo colgado en una de las esquinas, ¿Qué demonios hacía ese cuadro aquí?, a medida que me acercaba hacía lo que parecía una abertura pude escuchar un gran bullicio, las notas de un órgano inundaban mis oídos y mi mente; me acerqué y… dios!! Aquella sala estaba a rebosar de gente, y todos vestidos de época!! ¿Estaba en un baile de disfraces y yo era la reina del carnaval de ese año? No me lo podía creer!! De repente, entre la multitud se abrió un círculo y como por arte de magia se posó ante mis ojos un joven que se arrodilló y estiró el brazo hacía mi, que continuaba en lo alto de la escalera. Me entró la risa, su traje era verdaderamente ridículo, llevaba leotardos!! El chaval se había tomado la fiesta con un ímpetu asombroso.. todos me aclamaban, un señor de barba blanca me pedía que bajara de una vez; la fiesta no podía empezar sin mi, sin la PRINCESA..

El chico me besó la mano y me cogió del brazo, me llevó hasta el centro de la sala oval y de repente la melodía se convirtió en algo más alegre y él me indujo a bailar, ¿Dónde había aprendido a bailar así? , mi madre siempre insistía en que me apuntara a clases de bailes de salón pero me oponía rotundamente, era cursi.. Argggghhh, pero ahí me teníais, bailando música de salón y de la mano de un apuesto caballerete.

De repente, sin previo avisto el chavalín – pues no debería de ser mucho más mayor que yo- se inclinó y me besó, fue un beso tan dulce que me dejé llevar y entonces..


- Annaaaaaaaaaa!!!!!! Arribaa!!!! Son ya las 7!! Hora de levantarse!!
- ¿¿QUEEE?? ¿¿Cómo que hora de levantarse?? ¿¿y mi príncipe?? Aghhhhhh, quita Vincent!! Me estas llenando de babas!!

Nuestro Particular Sant Jordi

21 de abril de 2009

"Funeral" por Fucksia anorak

Elisa me pidió que la acompañase al funeral de una tal Marta y, por supuesto, no me podía negar. No me dijo quien era la difunta, pero alguien importante tenía que ser para alterar la luminosa sonrisa de Elisa.

En un cuarto de hora me pasaba a recoger, ya que ella era la única que tenía carnet de conducir. No sabía cómo vestirme. Tenía prendas de color negro, sí, pero todas eran camisetas de grupos de rock. Ah, y una chilaba pero no era cuestión de ser el centro de atención,¿ no ?

Cinco minutos pasaron y aún estaba indeciso. Me puse una camisa azul (la única prenda de vestir elegante que tenía...desde hace siete años) unos tejanos azul oscuro y unos zapatos negros que parecían ortopédicos. Me miré en el espejo y justo Elisa llamaba por el interfono. En menos de treinta segundos ya estaba en el ascensor. Hice mi último repaso ocular a mi chovinista imagen en el manoseado espejo del ascensor y me percaté de que la longeva camisa azul tenía una mancha cerca del pezón izquierdo. Me tapé con la mano derecha, haciendo ver que me rascaba y así estuve el resto de la jornada.

Pensé en volver a cambiarme, pero una vecina abrió la puerta del ascensor cuando llegó a la planta baja y me daba mucha vergüenza volver a subir sin haber salido del ascensor.
Salí del edificio rascándome y saludé a Elisa. No dijo nada. Tan solo un áspero: ¡Vamos!. Le pregunté quien era esa tal Marta pero me evitaba con evasivas del tipo : ¿ Te ha picado algo ?. Sólo me comentó que había sido alguien importante en su vida.

.........................................

Yo pensaba que los funerales se celebraban ( ¿celebrar? ) en los cementerios. Y es que el cine, a veces, construye realidades que no son del todo ciertas. O sí. No sé. La realidad supera la ficción. Pues no, Elisa me dijo que íbamos al tanatorio. Y el tanatorio es como un edificio lleno de voluntariosos funcionarios, es decir, gris. Pero no gris porque hayan muertos, no, es gris porqué es público y no destaca en nada. Vamos, que si me dijeran (o dijesen) que ese era el edifico del Catastro no lo hubiera (o hubiese) dudado. Aunque estoy pensando que se parece a un hospital pero con menos vida.

Al fin llegamos al tanatorio y nos atendió una mujer con el pelo teñido de rubio cuyas raíces oscuras dañaban seriamente su credibilidad. Le preguntamos dónde estaba Marta V. y, mientras minimizaba las ventanillas de Internet (sí, eso se nota más que esconder un diario) nos sonreía. Aunque puede que fuera (o fuese) por lo que estaba leyendo ( o viendo) por Internet. Nos dijo que estaba en la planta de abajo. Ves, eso me parecía adecuado.

Bajamos y vimos un largo pasillo. A la derecha, en pequeñas salas, estaban los féretros. A la izquierda, en lo alto de la pared casi tocando el techo, habían unos pequeños ventanales rectangulares. Dejaban pasar la luz y poco más. Y al fondo del pasillo, una papelera. Y debajo de la papelera, un extintor.
La mujer de recepción nos dijo la puerta tres y nos dirigimos hacia allí.
¡ Vaya shock! En una urna de cristal estaba ella. Nunca había visto un muero, me parecía curioso estar cerca de alguien sin vida. Ignoré al resto de la gente que había en la minúscula sala. Estaba anonadado, un nudo ocupó mi garganta, casi no podía respirar, mis pupilas se dilataron y no pude reprimirme, dije en voz alta:

“Oh funesta vida,
acompañada de talentosa muerte.
¿ A quién has arrebatado
esta vez la mirada?
¿ A quién has sellado
esta vez una
sonrisa sincera?
Te veo porque tú
me ves, pero reniego
de ti y de tu
inmortalidad.
y...”

Elisa-¡ Te has equivocado de sala, idiota!

"Funeral" por Blanco Niebla

6 de abril de 2009

“Bienvenidos, coged asiento, hoy yo seré la protagonista..

Hola mama, hola papa, que tal estáis? Hace tiempo que no os veía... Supongo que os preguntareis el porqué de toda esta situación en la que ahora os estáis viendo directamente involucrados. Hola cariño, a ti solo decirte que lo siento; en definitiva hola a todos los que os encontráis en esta sala. Supongo que en todas vuestras cabecitas os estaréis haciendo la siguiente pregunta: ¿por qué?, la explicación es muy sencilla, la explicaré a continuación:

No sé cómo podéis sentiros tan extrañados, habéis estado viendo día a día el proceso que ha llevado a lo que tenéis enfrente de vuestras narices y no habéis hecho nada para evitarlo; así es el mundo en el que vivimos hoy, un mundo egoísta, cada uno solo mira por sí mismo, nadie se preocupa de lo que le pasa al vecino, muchas veces ni nos preocupamos de nosotros mismos!!, no hace falta ser adivino para saber que esto llegaría algún día, que os sentaríais todos alrededor de un féretro en el cual se encontraría mi cuerpo.

Nunca he sido feliz, si, no os sorprendáis, Tú mamá, desde que era pequeña me lo vienes repitiendo “nunca serás feliz”, y mira por donde, lo adivinaste, nunca lo fui, Papá tenía razón cuando me decía que algún día me acordaría de todos los consejos que me dábais, de todas las frases que entonces me parecían carentes de sentido; pues esa frase ha resonado en mi cabeza hasta el momento justo en que decidí pasar a mejor vida. Solo Dios sabe si eso fue un vaticinio o un empujoncito más a lo que después vendría, quizás por eso decidí distanciarme de vosotros, la verdad es que solo quiero pediros perdón por todo lo que según vosotros os hice pasar mientras permanecí a vuestro lado, no he sido el mejor ejemplo a seguir, pero… yo nunca quise ser un ejemplo, la vida común no me llenaba y por eso decidí buscar más allá de lo que vosotros me podíais ofrecer, una carrera, dinero, una casa etc..

A ti, mi mayor locura, mi otra parte, mi alma, mi alegría y mi penuria... ahora puedes empezar a vivir. Darte las gracias por el tiempo que pase a tu lado, por tu amor incondicional y por todas las noches que dormí abrazada a ti... Gracias.

A los de las últimas filas, aún os debéis de seguir preguntando por qué habéis recibido la invitación a este funeral; pues bien, quería que todas las personas que han pasado por mi vida, para bien o para mal estubieran presentes un día como hoy.. no sabéis lo que significa para mi oíros decir: “era una tía de puta madre” o “en el fondo sufría”, la verdad es que me encantan los funerales por eso, todo el mundo se comporta diplomáticamente, ninguno de vosotros será capaz de decir que me odiabais o que me guardabais alguna mala pasada. Si, siempre seré recordada como una niña buena, la verdad, es que me da igual cómo me recordéis vosotros, lo que me importa es cómo os recuerdo yo; gracias por formar parte de la cuchilla que rasgó las venas de mi muñeca porque sin ella no estaríais aquí, reunidos de nuevo y derramando lágrimas de cocodrilo.


Gracias a todos por venir a despediros de mi cuerpo pues mi alma hace horas que pasó a formar parte del resto de vuestras vidas…”

"Funeral" por Púrpura Tenue

En su cuarto, había estado mezclando diazepan con bourbon. No quería que las piernas le temblaran cuando le viera. El cóctel de narcóticos con alcohol le otorgaba cierta templanza, seguridad, aunque por dentro su corazón parecía una bomba a punto de reventar.
Se miró al espejo por última vez mientras se atusaba el vestido de seda que había comprado para la ocasión. Esta vez no se le escaparía. Había estado planeando aquella cita desde el funeral de su querida madre.
En aquella ocasión llevaba un traje de chaqueta gris oscuro, una camisa beige y unos zapatos negros de Jimmy Choo. “Demasiado aburrido” en comparación con el modelo que llevaba ahora, pensó.
Junto a su hermana, sorteó el desfile de afligidos invitados que se amontonaban por darles el pésame. Amigos, familiares y compañeros de trabajo les mostraban su afecto mientras saqueaban los licores del mueble bar. Si no fuera por la foto que dominaba el salón, aquélla donde su madre tenía cierto aire a Jackie Kennedy, y por la marea de trajes negros, bien podría parecerse a uno de los cócteles que solía organizar la familia en primavera.


Medio anestesiado, su cuerpo comenzó el vaivén escaleras abajo. Cuatro peldaños antes de llegar al salón, buscó al desconocido del funeral de su madre. Entonces hacía un día fantástico. Su madre lo hubiera disfrutado. Aquella mañana, mientras se fumaba un cigarrillo a escondidas, la imaginó, con una copa de Jerez en la mano, burlándose de la gente que sólo se atrevía a decir cosas buenas de ella.
Mientras la recordaba, un hombre al que jamás antes había visto le dirigió una sonrisa. Tenía buena planta y unos ojos color avellana que parecían salir de una canción de Jorge Drexler. Intrigada por aquella visión, entró de nuevo en la casa esperando encontrarse con el desconocido.
Como un adolescente al que han cambiado de instituto, inspeccionó, nerviosa, cada rincón. Mentalmente ensayó las palabras que podría decirle sin parecer demasiado interesada. Por desgracia, sorprendió al misterioso caballero susurrándole algo al oído a una rubia muy alta y extremadamente delgada. La chica, parecía disfrutar de la conversación; mientras sonreía, apoyaba su brazo izquierdo en el pecho del hombre y él le respondía poniéndole una de sus manos en la cintura. Los dos reían. La complicidad que parecía haber entre la rubia y el desconocido terminó enfureciéndola. Dos whiskies dobles después pensó que no tenía nada que perder y, con paso firme, se dirigió hacia el hombre misterioso.
Notó cómo aquellos ojos avellana la observaban acercarse. Definitivamente no eran de este mundo. El desconocido volvió a sonreírle y la rubia delgadísima pasó a un tercer plano. Entonces, su estómago encogió y encogió hasta quedar del tamaño de una habichuela. Cuando creía que tenía la jugada ganada, su hermana le cortó el paso, quería saber por qué su padre todavía no había llegado al funeral.
Para cuando dirigió su mirada de nuevo al desconocido, éste ya había desaparecido. Tampoco había rastro de la rubia. Buscó por toda la casa mientras maldecía a su hermana por inoportuna, a su padre por no dar señales de vida y la rubia anoréxica porque, seguro, había terminado largándose con su hombre misterioso.






Fue entonces cuando empezó a idear el plan. Lo cierto es que fue muy fácil, igual que en las películas.


A pesar de que apenas hacía una semana del funeral de su madre, la repentina muerte de su hermana no había levantado ninguna sospecha. Como la autopsia no reveló nada extraño, la Policía dio por sentado que la muerte de la chica se había producido por un ‘fatal y trágico accidente’. El parte policial dictaminó que su hermana se había ahogado en la bañera al perder la conciencia debido ‘al cansancio mezclado con unas copas vino’. Tras los acontecimientos vividos durante los últimos días y el estatus social de la familia, a nadie se le ocurrió pensar en otra cosa.



Anestesiada, y con el sabor del bourbon en sus labios, bajó las escaleras lo más normal que pudo. Por un instante pensó que había vuelto al pasado. Al final de las escaleras, la misma gente vestida de negro. Las mujeres hablaban de lo guapa que era su hermana y de lo que se parecía a su madre, y los hombres se reunían en corrillos para comentar movimientos bursátiles y dirigir miradas intrigantes a las amigas de sus esposas.


El vestido le quedaba realmente bien. Parecía más alta, más delgada. Sintió un hormigueo por todo su cuerpo al imaginar lo poco que faltaba para encontrarse con el desconocido. Pellizcó sus mejillas por última vez, y continúo escaleras abajo.



Mientras limpiaba el cristal de sus gafas, Sebastián lanzó una mirada a Teo. “¿Te apetece jugar a un juego?” Le preguntó. Al ver que su interlocutor no hacía el menor atisbo de responderle, continuó como si nada con su exposición. “Imagínate a una mujer en el funeral de su madre. En mitad del duelo, y con toda la familia revoloteando por ahí, se encuentra con un desconocido del que se enamora perdidamente. De repente, éste desaparece sin dejar rastro. Unos días después, la mujer, desconsolada, mata a su hermana, ¿por qué?”
Teo había estado escuchando desde el otro lado de la habitación sin prestarle demasiada atención. Últimamente se aburría en cada sesión. Desde su rincón, y sin apartar la mirada de ventana pensó que Sebastián ya no sabía de qué más hablarle al preguntarle aquello. “Porque sólo así tendría la oportunidad de volverle a ver”, respondió después de varios minutos en silencio. Sebastián sintió cómo un escalofrío le atravesaba todo el cuerpo.