"Funeral" por Púrpura Tenue

6 de abril de 2009

En su cuarto, había estado mezclando diazepan con bourbon. No quería que las piernas le temblaran cuando le viera. El cóctel de narcóticos con alcohol le otorgaba cierta templanza, seguridad, aunque por dentro su corazón parecía una bomba a punto de reventar.
Se miró al espejo por última vez mientras se atusaba el vestido de seda que había comprado para la ocasión. Esta vez no se le escaparía. Había estado planeando aquella cita desde el funeral de su querida madre.
En aquella ocasión llevaba un traje de chaqueta gris oscuro, una camisa beige y unos zapatos negros de Jimmy Choo. “Demasiado aburrido” en comparación con el modelo que llevaba ahora, pensó.
Junto a su hermana, sorteó el desfile de afligidos invitados que se amontonaban por darles el pésame. Amigos, familiares y compañeros de trabajo les mostraban su afecto mientras saqueaban los licores del mueble bar. Si no fuera por la foto que dominaba el salón, aquélla donde su madre tenía cierto aire a Jackie Kennedy, y por la marea de trajes negros, bien podría parecerse a uno de los cócteles que solía organizar la familia en primavera.


Medio anestesiado, su cuerpo comenzó el vaivén escaleras abajo. Cuatro peldaños antes de llegar al salón, buscó al desconocido del funeral de su madre. Entonces hacía un día fantástico. Su madre lo hubiera disfrutado. Aquella mañana, mientras se fumaba un cigarrillo a escondidas, la imaginó, con una copa de Jerez en la mano, burlándose de la gente que sólo se atrevía a decir cosas buenas de ella.
Mientras la recordaba, un hombre al que jamás antes había visto le dirigió una sonrisa. Tenía buena planta y unos ojos color avellana que parecían salir de una canción de Jorge Drexler. Intrigada por aquella visión, entró de nuevo en la casa esperando encontrarse con el desconocido.
Como un adolescente al que han cambiado de instituto, inspeccionó, nerviosa, cada rincón. Mentalmente ensayó las palabras que podría decirle sin parecer demasiado interesada. Por desgracia, sorprendió al misterioso caballero susurrándole algo al oído a una rubia muy alta y extremadamente delgada. La chica, parecía disfrutar de la conversación; mientras sonreía, apoyaba su brazo izquierdo en el pecho del hombre y él le respondía poniéndole una de sus manos en la cintura. Los dos reían. La complicidad que parecía haber entre la rubia y el desconocido terminó enfureciéndola. Dos whiskies dobles después pensó que no tenía nada que perder y, con paso firme, se dirigió hacia el hombre misterioso.
Notó cómo aquellos ojos avellana la observaban acercarse. Definitivamente no eran de este mundo. El desconocido volvió a sonreírle y la rubia delgadísima pasó a un tercer plano. Entonces, su estómago encogió y encogió hasta quedar del tamaño de una habichuela. Cuando creía que tenía la jugada ganada, su hermana le cortó el paso, quería saber por qué su padre todavía no había llegado al funeral.
Para cuando dirigió su mirada de nuevo al desconocido, éste ya había desaparecido. Tampoco había rastro de la rubia. Buscó por toda la casa mientras maldecía a su hermana por inoportuna, a su padre por no dar señales de vida y la rubia anoréxica porque, seguro, había terminado largándose con su hombre misterioso.






Fue entonces cuando empezó a idear el plan. Lo cierto es que fue muy fácil, igual que en las películas.


A pesar de que apenas hacía una semana del funeral de su madre, la repentina muerte de su hermana no había levantado ninguna sospecha. Como la autopsia no reveló nada extraño, la Policía dio por sentado que la muerte de la chica se había producido por un ‘fatal y trágico accidente’. El parte policial dictaminó que su hermana se había ahogado en la bañera al perder la conciencia debido ‘al cansancio mezclado con unas copas vino’. Tras los acontecimientos vividos durante los últimos días y el estatus social de la familia, a nadie se le ocurrió pensar en otra cosa.



Anestesiada, y con el sabor del bourbon en sus labios, bajó las escaleras lo más normal que pudo. Por un instante pensó que había vuelto al pasado. Al final de las escaleras, la misma gente vestida de negro. Las mujeres hablaban de lo guapa que era su hermana y de lo que se parecía a su madre, y los hombres se reunían en corrillos para comentar movimientos bursátiles y dirigir miradas intrigantes a las amigas de sus esposas.


El vestido le quedaba realmente bien. Parecía más alta, más delgada. Sintió un hormigueo por todo su cuerpo al imaginar lo poco que faltaba para encontrarse con el desconocido. Pellizcó sus mejillas por última vez, y continúo escaleras abajo.



Mientras limpiaba el cristal de sus gafas, Sebastián lanzó una mirada a Teo. “¿Te apetece jugar a un juego?” Le preguntó. Al ver que su interlocutor no hacía el menor atisbo de responderle, continuó como si nada con su exposición. “Imagínate a una mujer en el funeral de su madre. En mitad del duelo, y con toda la familia revoloteando por ahí, se encuentra con un desconocido del que se enamora perdidamente. De repente, éste desaparece sin dejar rastro. Unos días después, la mujer, desconsolada, mata a su hermana, ¿por qué?”
Teo había estado escuchando desde el otro lado de la habitación sin prestarle demasiada atención. Últimamente se aburría en cada sesión. Desde su rincón, y sin apartar la mirada de ventana pensó que Sebastián ya no sabía de qué más hablarle al preguntarle aquello. “Porque sólo así tendría la oportunidad de volverle a ver”, respondió después de varios minutos en silencio. Sebastián sintió cómo un escalofrío le atravesaba todo el cuerpo.

2 comentarios:

vomiton dijo...

¿ ein ? ¿ Pero la conversación es real o no?

GrisCeniza dijo...

Joer a mi tb me has despistado...
el texto es d los q mas me ha gustado!!!
Pero o sobra la conversación final, o falta algo sobre los q hablan, o es demasiado evidente q ella mata a su hermana, o...

Nose, algo me falla, o no lo entiendo. Y no es una crítica feroz, solo q me parece tan bueno, q quiero entenderlo del tooooodooooo!!!!