"INICIO DE HISTORIA" DE BLANCO HIELO

8 de octubre de 2009

No le dio tiempo a levantar la tapa del váter. Echó la cena mezclada con el alcohol que había ingerido durante toda la noche. Vomitó sin tregua, en un lavabo de mala muerte, con su vestido de diseño y sus tacones de siete centímetros. Fuera, podía escuchar a un par de adolescentes cómo hablaban de un tío del Tuenti. “Estoy mayor”- pensó mientras miraba el pozo de porquería, esperando que viniera de nuevo la arcada. La cabeza le daba vueltas, y aunque todavía seguía demasiado borracha para avergonzarse, no podía dejar de pensar en el ridículo que había hecho durante la cena. “¿Por qué no me muero aquí mismo?”- pensó en voz alta.
(inicio de Púrpura Tenue)

Por un momento se le pasó por la cabeza la irónica idea de que, en aquella situación, parecía una imitación esperpéntica de aquella famosa escena de Trainspotting. Se metió prisa a sí misma por acabar cuanto antes, y así, al cabo de unos diez minutos, se enjuagó la boca, limpió el lavabo como buenamente pudo abriendo el grifo y se dispuso a volver a la mesa a fingir que no había pasado nada. Al salir del baño se dio cuenta de que no era capaz de enfocar bien los motivos florales orientales que decoraban las paredes de aquel restaurante de postín; parecían moverse. Hizo todo lo que pudo por mantenerse sobre los tacones mientras caminaba hacia la mesa. “Hay que ver …” - pensó - “yo que me había puesto hasta arriba de vino y champagne para ver si distendía la situación y de paso olvidaba el horrible bochorno de antes, y resulta que ahora estoy borracha y sólo voy a conseguir empeorarlo todo …”.
Llegó y volvió a sentarse en su sitio, rodeada del resto de miembros de la compañía de teatro en la que trabajaba y los directores de un conocido teatro. Todos parecían estar disfrutando de la velada que compartían compañía y dueños del teatro para celebrar el próximo estreno de la obra que habían convenido representar, sin recordar aquel comentario inoportuno que había soltado Beatriz un rato antes; sin embargo, ella creía intuir un gesto irónico en las caras de todos ellos, especialmente en la de la directora de la compañía, que había sido la más afectada por aquella metedura de pata. Sintió repugnancia hacia ella, e impulsivamente se volvió hacia Elvira, la compañera que tenía sentada a su derecha para desahogarse.
- Mira con qué jeta me mira esa perra infernal; qué asco me da con esos morros operados que lleva la muy…
- Cállate, anda, que con la borrachera que llevas te me estás poniendo deslenguada y te va a oír en cualquier momento- le interrumpió Elvira.
- Encima no me digas que me calle, que bastante tengo con aguantarla todos los…
- Anda, ven al baño y me lo cuentas si es que lo tienes que soltar, que como sigas soltando esas perlas aquí delante de todo el mundo, todavía arreglas lo que has dicho esta noche, guapa.
Elvira cogió su copa de champagne y la agarró del brazo. Se excusó ante el resto de los presentes y tiró de Beatriz hacia el baño de señoras del que acababa de salir.
Elvira llevaba ya unos cuantos años en la compañía. Era algo mayor que Beatriz, pero en seguida había sido quien más confianza le había brindado, y pronto se habían hecho más o menos amigas dentro de ese mundillo que Beatriz consideraba lleno de falsos modestos, de falsos bohemios, de poses, de trepas y de hipócritas.
- Bueno, como te iba contando, que si no fuera porque es la que me paga todos los meses y porque si no me hubiera cogido yo no estaría ahora actuando, te digo que yo a esa le decía cuatro cosas, o le escupía en la cara esa de estirada que tiene, o yo qué sé…
- Cómo se nota que eres nueva por aquí, guapa - rió Elvira.- En realidad Patricia no pinta nada aquí. La compañía era de su padre, que la llevaba junto a Ángel, el marido de ella. Al morir, dejó a su hija en la dirección, pero ella en realidad no sabe nada de lo que es este mundillo, sólo pone la cara bonita porque es una figuranta y ya está. El que maneja el cotarro sigue siendo Ángel, vamos, menudo es ese. A la chita callando, y aunque le deje a ella llevar siempre la voz cantante, él es el que está forrado, y el que mueve los hilos detrás de todo ésto, claro. De todas formas no te preocupes, que tu problema de tener que verle la cara a la asquerosa de doña Patricia se va a acabar pronto. Supongo que te imaginarás que después de la de esta noche, estás fuera de la función que nos acaban de dar.
- ¿Qué dices?
- Deberías haberte atado un poquito la lengua. Llevo años aquí y sé cómo funciona. Has puesto en ridículo a la compañía; Patricia está indignada, y podría asegurarte que Ángel en seguida despachará a quien vaya poniendo obstáculos. Créeme que le conozco bien…
Beatriz se echó a llorar desconsoladamente y a lamentarse, con la frente apoyada sobre la pared y dándole golpes.
- Bueno, mujer, no te pongas así, que tampoco es algo definitivo… ya veremos que puedo hacer por ti, ¿eh? - le consoló Elvira mientras le colocaba suavemente el palabra de honor para que no fuese enseñando el sujetador por encima del escote.
Volvieron al comedor cuando Beatriz se hubo secado las lágrimas y arreglado el maquillaje. Allí seguían todos haciendo la sobremesa. Entonces Beatriz se fijó en el tal Ángel, que se encontraba discretamente sentado al lado de su escandalosa mujer y su vestido de leopardo. Estaba callado y con aspecto tranquilo, escuchando la alocada charla de su esposa con los dueños del teatro donde iban a representar. Fumaba despacio un cigarrillo que acababa de sacar del bolsillo de su traje gris marengo, combinado con una corbata naranja. “Con ese aspecto y tan recogido en su segundo plano, cualquiera diría que es el que parte la pana aquí” pensó Beatriz, “a lo mejor lo que acaba de decir Elvira está un poco exagerado”.
El lunes siguiente, Beatriz llegó al teatro a ensayar como si llevase unas pesas sobre los hombros. Mientras abría la taquilla que le habían asignado para dejar sus cosas durante el ensayo, esperaba que llegase en cualquier momento su querida doña Patricia por detrás a comunicarle su despido. Estaba abatida y de hecho había dormido poco aquel fin de semana de darle vueltas a cómo un estúpido comentario inoportuno había arruinado su soñada oportunidad para ser actriz.
Al abrir la taquilla encontró un sobre grande dentro. “Ya está, aquí lo tienes, por metepatas”, pensó. Sin embargo, por fuera del sobre no había nada escrito. Lo abrió y sacó de él otro sobre en el que ponía: “Ya está todo arreglado. Sigues en la obra. Serás la estrella revelación, seguro”. Al abrir ese sobre encontró dentro una corbata naranja, junto a otra nota en la que ponía: “Ahora te toca a ti devolverme el favor…”. Debajo pudo leer la firma de Elvira.

3 comentarios:

Gris Ceniza dijo...

Oye,pues tb hacéis buena pareja, eh? Muy chulo el texto Blanco, nos quedamos con ganas de saber que pasó antes, y que pasó después.

;)

verde bósforo dijo...

Los insultos suelen ser más viscerales, tal vez no era tan buena actriz...
Aunque me he perdido en mitad del marujeo tiene detalles que me han llamado la atención

vomiton dijo...

ostras, pues sorpresa el texto...por el inicio, pensaba que texto iba a ser más oscuro...