"INICIO DE HISTORIA" DE PÚRPURA TENUE

14 de octubre de 2009

18 de diciembre de 2003


Ella se llevó mis miradas, mis besos y mis dedos. Me incorporé y di un par de vueltas por la desordenada casa. Ella no era nada importante porque lo era todo. Hice una mueca de resignación y volví a la cama, que estaba ocupada por una mujer de cuyo nombre no me acordaba. Le abracé pero tenía la mente en otra parte, intenté dormir pero eso era algo que no podía hacer desde que morí.
(inicio de Fucksia Anorak)

Como alma en pena, ausente y sin ganas de establecer vínculos personales con nadie, deambulaba de un lado a otro. Era capaz de trabajar más de doce horas seguidas sin apenas hablar con nadie. Ya no hacia pausas para desayunar o almorzar. Rehuía cualquier atisbo de compañía. A medida que mi pena aumentaba, subían las ventas de la empresa donde trabajaba. Era el empleado perfecto, un adicto del trabajo al que no le importaba caerle mal al resto de compañeros. Encima, mi jefe me había prometido un ascenso. “No podemos dejar pasar por alto el talento y tú tienes un gran potencial. Tu trabajo merece una recompensa”- me dijo.

Desde que Ella se fue, hace apenas un par de meses, he adelgazado 14 kilos. He de reconocer que su pérdida me vino, físicamente, muy bien. Volví a fumar y empecé a trasnochar en un par de clubs de moda en compañía de gente no muy recomendable. Las tías empezaron a echarme el ojo. Y es que, además de mi físico, mi posición económica había subido como la espuma. Moët, bourbon del bueno y coca de 140 euros el gramo constituían, prácticamente, mi dieta.

Me convertí en un auténtico hijo de puta. Un déspota durante el día con mis subordinados, mientras que por la noche me transformaba en un ser todavía más antipático, cruel. Incluso empecé a tener pensamientos homicidas. A veces, cuando alguien se paraba a saludarme, por el mero hecho de interrumpirme en lo que sea que estuviera haciendo, me irritaba hasta tal punto de que solía imaginar en cómo podría matarle. Sentía un placer extraño con estas visiones.

Ya no tenía alma, tampoco me importaba. Desde que Ella se fue, el resto de mundo, incluido yo mismo, dejó de importarme. Su ausencia precipitó mi sinsentido y aunque sabía el motivo de mi transformación, poco a poco dejé de sentir dolor. Ya no era un ser humano.

Siete meses y seis días después de que Ella me abandonara, encontraron mi cuerpo flotando en río. Me dispararon, la policía dice que fue un “asunto de drogas”, un ajuste de cuentas (ya me habían fichado un par de veces). En realidad, fue una empleada con la que me enrollé. Se quedó embarazada y yo le ofrecí dinero para que se deshiciera de ‘aquello’. Desde donde estoy ahora, no le culpo por hacer lo que hizo. Me porté como un auténtico cerdo con ella.

Dicen que cuando mueres, durante un breve espacio de tiempo, ves pasar tu vida entera, desde que naces hasta el momento mismo de la muerte. Yo sólo la vi a Ella, y tampoco nos conocíamos demasiado.
Entonces yo tenía veintiocho años y Ella acababa de cumplir veintiséis. Me la presentó un amigo en la fiesta de cumpleaños de su novia. Aunque suene a película, desde que nos conocimos, supe que Ella sería la única en mi vida.

Hablamos durante toda la noche, la verdad es que nos caímos genial. Me enamoré de su sonrisa, de su cara de complicidad y sorpresa al contarle un par de chistes malos. En ese mismo instante, el 18 de diciembre de 2003, a partir de las 23.45, supe que quería estar con Ella toda la vida.

Nos fuimos a vivir juntos al mes de conocernos. La gente flipó en colores pero nos daba igual. Todo era perfecto. Cada día era único y, aunque de vez en cuando discutíamos por algo, siempre lo solucionábamos en seguida.

Un día, Ella se despidió de mí para no volver jamás. Me besó como de costumbre, mientras yo aún dormía. Al despertar, todavía podía intuir el olor de su piel entre las sábanas. Me dejó un post-it en la mesilla, diciéndome que nos veríamos por la noche, en el bar que hay justo al lado de su trabajo. Tenía algo importante que decirme.

No sé donde estoy ahora, no puedo ver a nadie, sólo escucho cómo fluye un torrente de agua. ¿Estaré todavía en el río? ¡Dios, no! No quiero que Ella me vea así cuando venga a buscarme.

3 comentarios:

Gris Ceniza dijo...

Me quito el sombrero Púrpura. Posiblemente, xa mi, lo mejor que has escrito aquí. Calidad.

FELICIDADES!!

Blanco Hielo dijo...

Tan genial y a la vez tan desgarradoramente triste... me ha encantado a pesar de haberme dejado afligida. Qué bien sabes apelar a los sentimientos de las personas; es algo propio de un buen escritor :)

vomiton dijo...

está genial crear esa incertidumbre, mola