"MATAR A ALGUIEN" SEGÚN MAGENTA OBSTINADO

6 de septiembre de 2008



Aquella era la caja en la que en los últimos días había estado guardando cuidadosamente los recuerdos que debían ser olvidados. Había intentado deshacerse de ella demasiadas veces para contarlas, pero una enorme sensación de pérdida de algo demasiado valioso lo invadía, y acababa cediendo ante su vanidad.

Al principio, la escondía tan celosamente, que nunca nadie la hubiera encontrado. Hizo un agujero en la pared del fondo del armario empotrado de su habitación, lo suficientemente grande como para albergar una caja de zapatos, que después cubrió con un tablón del color y tamaño del interior del armario. Así, el arreglo pasaría desapercibido ante cualquier entrometido. Esa fue la primera vez, cuando asustado, temiendo que en cualquier momento lo descubrieran, empapado en sudor y manchado de una sangre que no era la suya, había ideado el escondite perfecto.

Pero nada ocurrió. Los vecinos no sospecharon, sus compañeros de trabajo no notaron nada raro, ni siquiera los pocos amigos con los que contaba, lo percibieron más excéntrico de lo habitual. Y poco a poco, sin ser plenamente consciente de cuánto arriesgaba, se fue volviendo más descuidado, pasando por alto pequeños detalles al principio, pero más importantes cada vez. Dejó de ponerse el gorro de piscina, hablaba con aquellas chicas a plena luz del día poco tiempo antes de la fecha señalada, y lo más alarmante, dejaron de ser desconocidas que no podrían relacionar con él, y se fueron acercando a su círculo, desde la dependienta de la tintorería, pasando por una universitaria que cogía el autobús frente a su casa todas las noches a las 22:45 en punto, hasta la solitaria vecina del piso de arriba, cuyas sesiones nocturnas de blues, despertaban demasiado su curiosidad como para dejarla escapar.

También la caja sintió la falta de precauciones de su dueño. Abandonó su agujero para ocupar el cajón de los calcetines. Al poco, apareció sobre la cómoda detrás de los marcos con fotos de familia, lo suficientemente a la vista como para observarla desde la cama todas las noches antes de dormir. Hasta que por fin, se instaló definitivamente en un lugar privilegiado, sobre la mesa del salón, como soporte a tres pequeñas macetas de prímulas de colores. Le excitaba sobremanera tenerla a la vista, cada persona que entraba en su casa la tenía tan cerca, tan al alcance de la mano… pero nadie imaginaba nada, ignorantes absortos en sus propias conversaciones sin importancia, mientras él dedicaba su vida a algo mucho más elevado.

La última vez que mató, mientras subía a casa de la que luego descubrió que se llamaba Eva, sin guantes siquiera para no dejar huellas, se sentía ya invencible. Todo daba igual, no tenía miedo de nada ni de nadie, y se complacía hasta el éxtasis pensando en que a quien debían temer, era a él.

Uno tras otro, sus descuidos fueron acercando las investigaciones hasta la puerta misma de su casa. La última pista, procedente de un ojo curioso que observaba a través de la mirilla de la puerta de enfrente a la de Eva, justo en el momento en el que él salía, lo situaba en el momento y lugar indicados.

Cuando llamaron a su puerta con tres golpes secos y gritaron su nombre, ordenándole abrir inmediatamente, no se sobresaltó. En el fondo sabía que tarde o temprano ese momento iba a llegar. Dócilmente se dejó capturar y fue testigo de primera fila de cómo destrozaban su casa en busca algo que, aunque en principio no sabían lo que era, finalmente encontraron. La caja.
No tardaron en comenzar los vómitos. Los recuerdos y fotografías tan explícitas que con tanto cariño él había tomado en los momentos más álgidos de su obra, no eran fáciles de digerir, y aquellos hombres no parecían estar preparados para ello. Eran fiel testimonio de su frenética actividad de los últimos meses, y mostraban ciertos detalles que por los cadáveres no habían podido ni llegar a imaginar. Tardaron varios minutos en reponerse, lo suficiente al menos como para gritarle insultos y amenazas, y prometerle que pasaría el resto de su vida a la sombra.

Poco importaba. Lo único que realmente le dolía, era que jamás volvería a bailar con la muerte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

OOOhhh Magenta!!
Conociéndote esperaba q le dieras un enfoque muy distante al tema de matar a alguien, pero me has sorpendido gratamente.
Se q escribes mb, xo ahora ya no se cuales son tus límites... y me alegro muchísimo!!!!

Anónimo dijo...

gracias nani :)
gracias a los ánimos que me das siempre, me dan ganas de escribir más :)