"Estación del año eterna" de GRIS CENIZA

18 de mayo de 2012

     Al cerrar los ojos observa los cristales de los edificios más altos y sus reflejos punzantes. Levanta la cara hacia el cielo siguiendo el rastro del sol. Imagina posibles trayectorias, inventa parábolas imposibles. Si lo que sospecha le produce alguna emoción su rostro no lo demuestra. Calcula distancias y resuelve operaciones matemáticas. Ya tiene algunas respuestas.
     La luz del sol le distrae; le maravilla como crea brillos en los escaparates y en los coches, y como recorta las siluetas a contraluz de la gente en movimiento que abarrota la calle. Las madres llevan a los niños de la mano y las parejas pasean abrazadas. Nota cierta armonía en la escena. Casi le choca un hombre que pasea a su perro pero, como el resto, pasa por delante de él sin prestarle atención.
     Se detiene un segundo a estudiar sus facciones. Ciertamente son bastante parecidos a él, con algunas diferencias evidentes, pero está seguro que este será un buen sitio para los suyos. Permanece quieto viendo como salen pequeños grupos de gente de todas las puertas posibles. Despacio, como si despertara de un largo letargo, empieza a distinguir un caos latente en la escena. Se muestran cosas extrañas que antes solo aparecían esas décimas de segundo por el rabillo del ojo. Fracciones de otra realidad. Lo que no ha descifrado en sus pequeñas caras blancas se lo dicen ahora los coches abandonados de cualquier manera en medio de la carretera, los comercios vacíos, las puertas de las casas abiertas. Todos andan con lentitud, de un modo cansino. No parecen asustados. No tienen prisa. Tampoco hablan entre ellos. Solo miran hacia el frente, y un paso le sigue a otro llevándoles siempre adelante. Espectros que van todos van en la misma dirección, y terminan desapareciendo calle abajo, donde el horizonte se convierte en una bola de luz cegadora. Una visión extrasensorial del río de almas que abandonó la ciudad.
     Cuando vuelve a abrir los ojos ve la misma calle, pero esta vez está vacía y oscura. Los coches abandonados siguen allí, piezas oxidadas en medio de la nada, y en todas partes están presentes las profundas huellas de los dientes de la rueda del paso del tiempo. Sabe que el sol murió hace mucho, aunque él nunca llegó a verlo vivo, pero son las complicadas conjunciones del espacio-tiempo las que les permitirán vivir aquí durante algunos siglos. Los suyos sabían cuando iba a suceder, y se adelantaron a la cuenta atrás para que no les cogiera de camino. Prepararon su llegada hace mucho. Se deshicieron de los nativos a distancia y se hicieron sitio aquí para poder sobrevivir. Y ahora han llegado a el cascarón vacío de los restos del viejo planeta Tierra abandonado.



2 comentarios:

vomiton dijo...

muy bien, paca. pero me lo tengo que volver a leer ;)

Girs Ceniza dijo...

Eso es, una segunda lectura para leer entre lineas, o para entender algo!! jejee