"RELATO ERÓTICO" de MAGENTA OBSTINADO

8 de septiembre de 2010

Al entrar, está oscuro. Casi tanto como fuera en la noche, excepto por una pequeña lámpara sobre un mostrador de entrada del que sale una voluptuosa mujer rubia de unos cincuenta años a recibirnos. Él la conoce, se saludan con besos y me presenta como su pareja. Ella bien podría ser la camarera de un bar de carretera en una película de David Lynch, pero es amable y hasta cariñosa, ve en mis ojos la inseguridad y me dice que no va a pasar nada.
Nos lleva a otra habitación con mesas y sofás, iluminada casi únicamente por algo de luz que llega de una pantalla de televisión en un soporte elevado en una pared. Necesito beber alcohol para no salir corriendo por donde entré. Él pide para los dos, está tranquilo y seguro de sí mismo, incluso alegre por haberme traído. Yo no sé decirle que no a nada, me lo impide una especie de magnetismo incontrolable que desprende y que hace que me resulte imposible alejarme de él.
Los nervios mojados en ron me hacen reír, y la velocidad en terminar dos copas borra la sensación de miedo que me oprimía el estómago. Él me explica las condiciones del lugar. Me asegura que no tengo que hacer nada que no quiera y por supuesto podemos marcharnos en cuanto yo lo diga. Mientras habla, se sienta una pareja a nuestro lado e inmediatamente me siento interesada por ellos. Él transmite una mezcla de fuerza por su cuerpo y de dulzura por su mirada y ella por algún motivo me resulta como una amiga mayor a la que podría pedir consejo si alguna vez lo necesitara. En algún momento pierdo la concentración en ellos y cuando vuelvo a mirar ya no están, no sé ni cuándo ni hacia dónde han ido, pero continúo sentada donde estaba pues mi imán sigue allí conmigo.
Cuando por fin nos levantamos, el suelo baila bajo mis pies. Pero sólo unos segundos, no me siento mal, ni mareada, simplemente he perdido la noción de mi misma. Él me da la mano y me guía por unas escaleras al piso de abajo, donde hay algo más de luz y puedo ver a una mujer a medio cubrir por una toalla, masturbando a un hombre desnudo sentado a su lado, un jacuzzi donde varias personas practican el sexo mientras otros los miran, el ruido de fondo son chapoteos y gemidos, y el vapor y la luz tenue dan una sensación de irrealidad que me hace pensar que estoy en un sueño. Al fondo hay una pequeña habitación con la puerta abierta y es allí hacia donde nos dirigimos. Me sorprendo al reconocer a la pareja del piso de arriba, desnudos, él sobre ella haciéndole el amor con esa mezcla de fuerza y dulzura que ya había percibido antes. Nos aceptan con una sonrisa, nos miran fijamente a los ojos y cerramos la puerta al entrar.
Mi acompañante me ayuda a sentarme y comienza a besarme. Como siempre, siento desaparecer el suelo y flotar en el aire, sus caricias me hacen olvidar que hay alguien más allí, y para cuando me ha quitado la ropa y está sobre mí, ya no sé ni dónde estoy. Pasan minutos y minutos de pura intensidad, hasta que de pronto siento un cosquilleo en el brazo. Es ella, me acaricia suavemente. Al momento él me acaricia el muslo. Ambos me miran como esperando consentimiento. No hago nada, pero tampoco los aparto. Ella se acerca un poco más, me roza el cuello con la lengua y sube despacio hasta los labios. Nunca he besado a una mujer antes. Es suave. Él aprovecha mi posición de rodillas para rodearme con sus brazos desde atrás y tocarme el pecho y bajar lentamente hacia el abdomen, mientras ella continúa besándome y acariciándome. Todas las personas de la pequeña habitación me han hecho objeto de su deseo y siento fuego en cada uno de los poros de mi piel. No sé si el tiempo se para o pasan horas, pero cuando por fin se acaba todo, estoy exhausta.
Al contrario de lo que podía haber pensado antes de que todo empezara, no me siento cohibida ni quiero salir de la habitación para huir de sus miradas. Es una sensación extraña pero todos nos ponemos a hablar como si fuéramos amigos desde siempre, aunque no sepamos ni nuestros nombres. Se ha creado una intimidad sin palabras que ha nacido tan rápido como termina, pues cuando nos despedimos, sabemos que nunca más nos volveremos a ver, y en cierto modo, ni siquiera importa.

3 comentarios:

GrisCeniza dijo...

Erótico, elegante y fino, si señor jejejeje

Rojo Celestial dijo...

Me ha gustado mucho tanto por la forma, como la carga erótica; y sobre todo esa idea de que el sexo acaba por "naturalizar" las relaciones y se hablan como grandes amigos... genial!

Magenta dijo...

Muchas gracias :)