Por aquella época todavía era un chiquillo aunque, sin lugar a dudas, era bastante bajo, un ‘enclenque’ para su edad. Para sus compañeros de clase era ‘la nena’.Se burlaban de él porque llevaba el pelo largo, y su cuerpo era frágil, como el de una muñeca.
Aquello le traumatizaba, sobre todo, en clase de gimnasia. Siempre era el último al que escogían sus compañeros cuando había que formar un equipo. En esos momentos sentía un calor horrible recorriéndole por todo el cuerpo, incluso podía notar cómo su cara se ponía roja como un pimiento cuando, en mitad de la cancha, sólo quedaban la niña asmática y él.
Al final, siempre elegían a la niña con problemas respiratorios antes que a él. Allí, en mitad del mundo que le rodeaba, que conocía, cerraba los ojos intentando desaparecer de una vez por todas.
Aparte de los sofocos, sentía vergüenza de sí mismo, de su físico abigarrado, de su carita de niña pero, sobre todo, sentía rabia al no poder enfrentarse a los charlatanes cuando, incluso delante de él, le criticaban sin pudor.
Tenían razón, sólo era una “niña asustadiza”, que merecía todo lo que le pasara- pensaba mientras el hipo consumía todo su aliento.
Muy lejos del colegio y después de cerciorarse de que nadie le ve, llora. Llora a raudales, de pura rabia, como lo hace un recién nacido al darse cuenta de que ya no puede volver al abrigo del útero matero.
Con los ojos rojos, hinchados por el berrinche y la vergüenza, mira su casa aun sabiendo que la noche, todavía, puede ser peor.
Sin saber apenas nada de la vida, intuye que el peor crimen del mundo le acecha. Ya no grita, tampoco hay nadie que le escuche. Su madre trabaja toda la noche y los vecinos están demasiado ocupados con sus problemas como para querer preocuparse de los demás.
A veces, él le tapa la boca y le susurra palabras sin sentido al oído. Huele a rancio, a alcohol y a orín. El monstruo jadea mientras palpa su cuerpo infantil, casi de niña.
Cuando la suerte está de su lado, el chiquillo suele soñar con un caballo blanco. Mientras pasa ‘todo lo asqueroso’, el niño imagina que está en un prado verde. Aunque hace calor, la brisa atlántica acaricia cada poro de su piel. Por primera vez en su vida, no tiene las presiones del colegio, se siente libre, como el animal al que acaba de conocer. Está a salvo. Toca y mima al caballo como si fuera la única criatura viva del mundo.
Ambos se relajan. Es la primera vez que ve algo puro, hermoso, en toda su vida. Ya no tiene ganas de llorar.
Aunque de naturaleza salvaje, el caballo se arrodilla y se deja montar por el chiquillo que parece una niña. Cabalgan juntos miles de kilómetros, libres del mundo que les rodea. El chico, al igual que el animal, ya no siente dolor. Vuelan por el mundo, ayudando a otros que como él intentan escapar de la depravación del mundo.
El chiquillo se coge fuerte a la almohada y aprieta los párpados como si así su sueño fuera un poquito más real. Balbucea, a veces grita pero nadie responde. Da igual, él ya es libre. Mientras, los árboles del jardín, movidos por el primer viento del otoño, golpean con fuerza el cristal.
*Inspirado en “Don´t let daddy kiss me” de "Motorhead"
CANCIÓN de PÚRPURA TENUE
27 de diciembre de 2009
Tema: "Canción"
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3 comentarios:
upss, puñetazo,eh?
Buff... creo q llega dentro. Y duele.
Felicidades Púrpura.
me reafirmo, un puñetazo en la barriga...
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