"fin de año" según blanco hielo

2 de febrero de 2009

Para el Dinosaurio.

A principios de 2008, yo residía muy lejos de aquí: en el círculo polar Ártico. Compartía una pequeña casita azul de madera a las afueras de Reykjavik. Incluso la desolación del paisaje, eternamente nevado y gris perla, se vivía como un sueño desde la calidez de aquél hogar en el que me había establecido de cara a pasar allí el resto de mis días.Un día de marzo me desperté con más frío que de costumbre, entre una nieve que no me resultaba familiar. Entonces me di cuenta de que ya no estaba allí, sino a muchos miles de kilómetros: me habían deportado a Siberia. Sin una maleta, sin una explicación… la verdad es que nunca llegué a comprender muy bien las leyes por las que se rige Islandia, pero bueno, aquél tampoco era momento para reflexiones: me encontraba sola, herida y perdida en mitad de una tundra que en ese momento creía infinita. Así que eché a caminar. A veces andaba, a veces saltaba, a veces corría y a veces me arrastraba dejando un rastro de sangre y lágrimas a mi paso sobre el hielo, pero siempre lo importante era avanzar. Avanzar hacia donde fuese; dejar atrás cuanto antes aquél desierto de desamparo y desengaño.

A medida que fueron pasando las semanas, los meses y los kilómetros, el frío se fue atenuando. Ví pasar por mi lado las ciudades, los ríos y las gentes de Europa, pero sin detenerme ni un momento; aquellos sitios no eran mi hogar. De hecho, estar tan tierra adentro resecaba mis pulmones Así que un día, sin pensármelo dos veces, tomé la mano de un muchacho que se cruzó en mi camino y me dejé conducir hacia el Manchester de 1965 que sus ojos verdosos me prometían. Pero aquello sólo era una ciudad industrial envuelta en la lluvia fina y la niebla; incluso preguntamos a un lugareño por la fecha que buscábamos, y nos contestó que hacía cuarenta y tres años que ya no vivía allí. Aquel viaje, amago de reconstruir el hogar perdido, no había cumplido ni la mitad de las expectativas que yo tenía en él. Así que, con los ojos y los pies cansados, decidí emplear el mes de mayo en reemprender la vuelta a mi ciudad natal y olvidar por un tiempo mis fantasías de independencia.

He de decir que, a mi regreso, las noches que pasé por el sur de Francia no se vieron escasas de diversiones y alivios momentáneos entre la oscuridad y los focos, pero aquello seguía sin ser el tipo de vida que me hubiera gustado llevar, por lo que tampoco detuve mi paso en aquellas ciudades durante más de alguna que otra noche con alcohol de por medio.

Pero al cruzar los Pirineos no quise seguir hacia el sur. No sólo necesitaba reposo para mi cuerpo, sino también cura para mis heridas y aire puro para respirar; por lo que giré hacia el oeste y me dirigí hacia el que desde hace años ha sido mi refugio por excelencia. Un lugar donde el aire húmedo es como el algodón que me envuelve y amortigua cualquier golpe; donde, haga lo que haga y piense lo que piense, siempre tendré la comprensión y -por qué no- el amor de mi lado, en forma d verdes prados y de días junto al mar.

Sin embargo, mientras convalecía allí, algunas cartas me llegaron que me incitaban a regresar a Madrid, así que eso fue lo que hice en cuanto me ví suficientemente recuperada. Después de tanto tiempo vagando por tierras frías, llegué a septiembre y a la capital con aspecto de norteña. Y después de haberme recorrido todo el continente en busca de un hogar, me di cuenta de que no hacía falta irse hasta el círculo polar Ártico para encontrar una casa y con quién compartirla, sino que aquí, mucho más cerca, en la dirección que remitían todas las cartas, estaba el sitio del que no me gustaría moverme jamás. Las cartas habían ido tomando forma, primero de voz y después de presencia, hasta llegar a convertirse en la cálida placenta que hoy me nutre y me protege, a día 31 de diciembre.

Después de un 2008 de cicatrices, búsquedas y travesías, sólo me queda pedirle al nueve que, ahora y siempre, tu piel verde de gruesas escamas siga siendo el único límite de un mundo mucho más inocuo y confortable, que tú y sólo tú has sabido mostrarme.

2 comentarios:

vomiton dijo...

Bravo!

Anónimo dijo...

Coñe, autobiográfico pero con estilo propio, estilo blanco hielo!! Muy bien Sofieee!!

Aver si nos dura la inspiración y sacamos esto adelante!!

;)