"1r encuentro" según Púrpura Tenue

14 de julio de 2008

Extraños

Siempre he pensado que soy de la clase de persona que cree que la gente que se conoce por Internet está algo desesperada. Sí, siempre he pensado que uno tiene que estar mucho tiempo sin ‘mojar’ para citarse con un/a desconocido/a así que me chocó cuando una de mis amigas me dijo que había quedado con un tipo que había conocido en un Chat.

De lo de mi colegui y su ciber cita hace ya casi ocho años y aquel tipo (en mi mente un pardillo ‘adefesio’ a más no poder) pasó de ser un extraño a convertirse en la pareja de mi amiga. He de reconocer que el chiquillo no es tan feo ni simple como yo pensaba.

Ahí siguen, con alguna movida de vez en cuando (historias de cuernos) pero compartiendo ‘felizmente’ la hipoteca y planteándose cada vez más eso de formar una familia. Porque es lo que hay que hacer, ¿no? En fin…

Después de haber escrito esta breve introducción, voy a restarle al Tiempo, aunque sólo sea en mi memoria, 6 años, 8 meses y 17 días y convertirme en una de esas personas “desesperadas” de las que antes hablaba.

2001, tras comprobar durante poco más de un año que el ‘efecto 2000’ sólo sirvió para hacer tres o cuatro telefilms catastrofistas, yo (imagino que a estas alturas ya os habréis dado cuenta que si escribo en primera persona es porque esta historia va conmigo), era adicta a la cafeína.

Por entonces estudiaba, iba a la universidad y mis problemas se limitaban a alguna bronca que otra por llegar tarde al curro de mierda de entonces, por no saber qué ponerme un sábado noche o por presentarme a un examen sabiendo que iba a suspender.

Una de esas noches, en la que se suponía que tenía que estudiar, encendí el ordenador en busca de respuestas. Y vaya si las encontré. Aunque ya era otoño todavía hacía calor. Tenía la ventana abierta de par en par y el aroma del galán de noche entraba deliciosamente en mi habitación. Como no quería que nadie me molestara cerré con pestillo la puerta de mi cuarto. Empecé a ‘navegar’, a buscar cosas relacionadas con el temario que tenía que estudiar. Abrí el MSN y encontré a un par de compañeros de clase. En lugar de ponernos a charlar del examen nos trasladamos a un chat del IRC. “Vamos a reírnos un rato”, dijo uno. Y allá fuimos. ¡La de estupideces y trolas que se dicen por Internet pero como nadie ve a nadie… qué más da!

Recibí un mensaje privado, un tipo al que mi ‘nickname’ debió de resultarle ‘algo’. ¿Interesante, llamativo? ¿Estaría aburrido? Quien sabe. Empezamos a hablar. Ni me preguntó cómo era, ni si tenía alguna foto para enviarle, tan sólo hablamos. Me pareció un tipo simpático, espontáneo aunque sin nada que ver conmigo. Aún así, estuvimos a hasta las tantas charlando. Al despedirnos, me pasó su dirección de MSN por si quería agregarle. ‘No te asustes por el nombre, estaba de coña cuando lo hice”, me dijo.

La verdad que su dirección tela pero no dudé, el chaval, a su manera, había conseguido ‘engancharme’, hacerme reír. Ya en el MSN, me ‘presentó’ a alguno de sus amigos a los que también terminé agregando al famoso programilla de chateo. Hablábamos de cine, música… de las chorradas que se nos pasaban por la cabeza, sin meternos en historias personales. Supongo que por eso me cayó bien. Nuestras conversaciones eran superficiales, sin compromisos ni implicaciones de ningún tipo.

Mi amiga, de la que empecé hablando en este relato, ya llevaba unos meses de ‘novia oficial’, mientras, mi nuevo amigo y yo coincidíamos de vez en cuando por Internet.

Poco antes de Navidad, nos pasamos los teléfonos. Resulta que salíamos por casi los mismos lugares. De vez en cuando me hablaba de sus movidas con las tías. Que si estaba con una, que si había conoció a otra...

Un día me dijo de quedar. Nunca me lo planteé como una cita. De hecho le había comentado que salía con alguien (cosa que era mentira). Aunque tenía curiosidad por saber cómo era físicamente, no acudí a ‘nuestra quedada’ pensando que era algo especial, sino más bien como algo normal. Éramos de alguna manera ‘coleguitas’, vivíamos cerca el uno del otro, él tenía sus rollos y yo los míos así que tomar un café tampoco nos comprometía a nada.

A pesar de verlo como lo más normal del mundo tampoco le comenté a nadie la existencia del chaval este, ni mucho menos que habíamos quedado. No sé, hasta aquel momento nunca pensé que toda esta historia fuera algo relevante que mis amigos debieran conocer. Supongo que poco después todo cambió.

Quedamos con el tiempo justo, sobre las ocho de la tarde. Él acababa de salir del curro y yo tenía algo de prisa porque a las nueve y media tenía que estar en la otra punta de la ciudad. Me pedí un Nestea y él un cortado con hielo. Tenía cierto aire a Joseph Fiennes. Sí, me gustó, aunque un poco más bajo que yo, era muy atractivo.

Hablaba y hablaba mientras yo le miraba pensando en lo bien que le quedaba la barba de dos días. Me contó la trágica historia de su primo. El pobre chaval había muerto en un accidente de tráfico. Al parecer, era como su hermano, así que su muerte le había marcado profundamente. Aquella pérdida le había hecho tomarse las cosas de otra manera. ‘La vida es breve, carpe diem’, me dijo. Me enamoré pero supongo que todavía no lo sabía.

Entonces me contó que un día, después de una noche de fiesta, terminó, junto a unos amigos, bañándose desnudo en la playa. Al parecer se quedaron durmiendo y al amanecer fueron sorprendidos por un grupo de tíos que fueron a pescar…

Me acorde de unos chavales, amigos del hermano de una amiga, que vieron a unos tipos en bolas una mañana que fueron a pescar… ‘Menuda panda de maricones, todos en pelotas, que hemos visto hoy’, nos comentó uno en la comida. Sonreí pensando en que probablemente mi nuevo amigo fuera uno de ellos. No le dije nada, sólo pensé en las casualidades de la vida.

Supongo que me encontró fría, distante, con ganas de largarme porque no hacía más que mirar el reloj. Llegaba tarde. Le dije que tenía que recoger a una amiga del curro, y era verdad, (más que nada porque tenía que devolverle el coche). Imagino que pensó que era una excusa. Finalmente me dijo que también tenía que irse, que su gente le esperaba y que tenía que ir a por la cena.

Aquella noche no pude dejar de pensar en él. Supongo que a él también le pasó algo parecido porque al rato me envió un sms. Tres mensajes después supe que mi vida estaría siempre ligada a aquel extraño.

2 comentarios:

naranja venenoso dijo...

Una história muy romántica, yo también soy de las que en principio no cree en el amor via net, pero nunca se sabe lo que te puedes encontrar al otro lado. Me ha parecido una buena história además de ser muy creíble, muy real y emotiva. Por cierto peazo de tio el Joseph Fiennes :)jejeje

vomiton dijo...

al ser algo sincero ha salido una cosa bonita. Ara espero que no sea mentira XDD