Notaba el
traqueteo en mi cabeza que reposaba en el cristal de la ventana. Íbamos
sentadas la una al lado de la otra y se respiraba una atmósfera diferente, la
rutina de cada día había cambiado ligeramente. Ni nos mirábamos. Su melena interminable
vapuleaba mi brazo cada vez que se giraba para responder a las bromas de los
demás y creaba una pequeña brisa que al menos aliviaba ligeramente mi mareo.
Las risas y los chistes me incomodaban a pesar de estar en un estado casi
onírico, en el que no me enteraba mucho de nada. Cada día era lo mismo, salir con
el estómago encogido, escanear la escalera de salida buscando su melena, bajar
rápidamente hasta el aparcamiento y con una breve mirada, despedirme hasta la
mañana siguiente. Pero este viernes el trayecto era en una dirección opuesta y
no hacía falta despedida, porque su hechizo duraría unos días más.
Casi sin
darme cuenta, habían pasado 30 minutos de trayecto, y su mano por fin se posó
en mi muslo para avisarme de que bajábamos. Casi como un chasquido de dedos de
vuelta a realidad después de una sesión de hipnosis, y en la que el subidón se
había traducido en unas nauseas horribles provocadas por los nervios.
Tuvimos conversaciones
inútiles hasta llegar a la enorme casa, presidida por una imponente piscina,
donde no podía evitar imaginarla a contraluz, los últimos rayos de sol acariciando
su blanca piel y su brillante melena mojada, goteando en su espalda.
En
realidad yo sólo era una víctima, pero estaba preparada para serlo, o eso creía
yo, porque yo solo quería estar con ella, costase lo que costase.
Al final
de la escalera, manteníamos silencio, su mano por primera vez agarraba la mía con
suavidad y me guiaba por la habitación hasta una enorme cama deshecha. Quería
huir, correr tan rápido como me lo permitieran mis piernas, pero
inevitablemente ya estaba dentro de su juego manipulador. Yo sólo era un animal
más en su matadero y ella solo quería primero acariciar mi piel y despellejarme
sin ningún tipo de compasión. Lo cierto es que yo tampoco opondría resistencia,
y eso lo sabíamos desde que nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Era
un hechizo y me hacía incapaz de coordinar mi mente y mi boca.
Nos
sentamos en el mar de sábanas y almohadas con olor a perfume masculino.
“Te veo
el pulso en el cuello.”– me dijo mientras mi boca no paraba de salivar y mi
garganta trabajaba imparablemente para poder tragar. Nunca olvidaré esas
palabras, años después aún hacen eco en mi memoria.
Ella respira silenciosa y suavemente mientras sus manos empiezan recorrer mi ropa con seguridad. Yo inmóvil, paralizada, muerta. Otra víctima más.
Ella respira silenciosa y suavemente mientras sus manos empiezan recorrer mi ropa con seguridad. Yo inmóvil, paralizada, muerta. Otra víctima más.
2 comentarios:
Sutil,sensualidad y con buen ritmo. Me gusta. Púrpura
Sutil,sensualidad y con buen ritmo. Me gusta. Púrpura
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