"ALMA" por MALVA MITÓMANO

5 de noviembre de 2013


La cinco mil ocho








Llevaba esperando ya largo tiempo, y sinceramente, podía esperar más de tiempo. Mucho más tiempo.

- Número cinco mil ocho, favor de pasar a asignaciones.-  La odiosa vocecita irrumpió en los pensamientos con los que había logrado mantenerse en paz. Con un tenebroso suspiro, se obligó a incorporarse y pasar por la burda puerta grisácea que se integraba delante de él, la que dirigía al departamento de asignaciones que tan bien conocía.

Al otro lado de la puerta, se encontró delante del rancio escritorio negro de siempre, al cual su cabeza apena alcanzaba la altura de sus patas. Como siempre, sólo pudo ver el respaldo azul de una silla digna del más excelso rey. Y no era para menos; se encontraba delante de un abominable y severo tirano. Nunca había sabido darle un nombre, pero en sus viajes había aprendido que en la Tierra tenía muchos, pero le llamaban, generalmente, Dios.

- Estoy decepcionado de tu último desempeño - Su voz era como el eco de muchas voces antiguas, y no hablaba en una lengua que se pudiera clasificar en romance u oriental. Simplemente, hablaba, y él tragó con dificultad antes de contestar -Lo sé. -

La silla de Dos crujió bajo su enojo, pero su voz continuó tranquila - Suicidio. De nuevo. Tu cuerpo no llegó ni siquiera a los veintiocho años. -  El número cinco mil ocho apretó los ojos y a mandíbula. - No lo puedo explicar, simplemente, ya no me gusta. -

Un fuerte manotazo sobre el escritorio negro hizo que todo temblara y él perdiera el equilibrio. Se incorporó sobre sus rodillas después de una torpe caída, y continuó con la cabeza gacha, pensando que en la Tierra, seguramente pasarían ahora por un terremoto  más. -Tengo un número limitado de almas- bramó Dios. - Pero los humanos insisten en procrear más de lo que la tierra y yo podemos soportar. Y tú, un alma de las más milenarias, bajas a cumplir con una vida destinada a la riqueza, y decides suicidarte.-  La silla se giro, y el número cinco mil ocho supo que si volteaba, vería por primera vez el rostro de Dios. Las llamas de un fuerte resplandor amenazaron con quemarle,y lentamente reposó su cabeza en el suelo, eligiendo permanecer con su curiosidad y su existencia intactas.

- Te voy a mandar a la Tierra - empezó Dios, pero el alma le interrumpió con la poca voz que pudo alojar en su terror - No, por favor, ya no más-  -¡Te voy a mandar a la Tierra! - vociferó aquella voz de trueno perteneciente a Zeus, Thor y Rá - Y vas a vivir, muchos años. Una larga y próspera vida, y tu vida seguirá siendo destinada a entretener.- El alma número cinco mil ocho sintió el peso de su asignación caer sobre él una vez más. - Entendido.-

El fulgor que le quemaba la espalda se fue evaporando y supo que Dios le había dado la espalda una vez más. Se levantó y miró de reojo la enorme silla azul. El incómodo silencio entre ambos terminó cuando el alma ya se había dado la vuelta para regresar por donde había llegado, pero Dios le volvió a hablar - Tu castigo será que, esta vez, no tendrás talento alguno. Tu gloria no la merecerás jamás y serás objeto de burla. Y si te vuelvo a ver antes de que pasen al menos ochenta años, te obligaré a que veas mi rostro.-  El alma cinco mil ocho permaneció de pie un momento más antes de abalanzarse sobre la puerta y salir de aquella habitación. Afuera, ya él esperaba la siguiente puerta que debía atravesar. Una puerta color salmón que leía sobre el picaporte el nombre por el que sería conocido una vida más. Aquella alma que había sido una vez escultor de maravillas, cuentista reconocido y estrella de rock, esta vez se llamaría Justin.

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