"3r aniversario" por Ocre de Otoño

15 de noviembre de 2010

Alicia se levantó violentamente de la silla de su escritorio. De un manotazo, tiró todo lo que había encima de la mesa. Lanzó ferozmente contra la pared los cojines y peluches de su cama. Los pateó con rabia cuando éstos cayeron al suelo mientras soltaba gritos de desesperación. Dio un par de vueltas sobre sí misma mientras seguía chillando. Pataleó como una niña pequeña mientras se estiraba del pelo. Necesitaba sacar toda la rabia que tenía dentro. Abrió las puertas de su armario salvajemente y, entonces, sucedió. Se quedó petrificada. Algo que había entre la ropa la dejó estupefacta. Inmóvil, su pecho subía y bajaba a una gran velocidad. Un montón de imágenes se acumularon en su retina. Apoyó la frente en una de las estanterías. Se concentró en que su respiración volviera a la normalidad. Entonces la rabia y la desesperación dieron paso a la impotencia. Un dolor muy intenso se apoderó de su esternón. Era como si éste se le estuviera hundiendo poco a poco. Estaba segura de que si alguien se fijaba, podía verlo hundirse. “Otra vez”, pensó. Como si se tratara de un efecto rebote, notó que algo le estrujaba las sienes y sus ojos empezaron a humedecerse. “¡Otra vez no, por favor! Y las lágrimas empezaron a brotar sin compasión, ríos de lágrimas iban recorriendo sus mejillas y muriendo en sus labios. Era un llanto silencioso, parecía como si todo el cuerpo se hubiera concentrado en la fabricación de lágrimas y nada más, pues no podía hablar, no podía ni siquiera moverse. Continuaba inmóvil, con la cabeza aún pegada a la estantería sin dejar de llorar y el cuerpo encorvado para paliar aquel dolor tan grande en el pecho. ¿Cómo debía afrontar aquella situación? ¿Cómo hacerlo para que nada le volviera a afectar tanto como aquella vez? Tres años. Pensándolo bien, había pasado mucho tiempo. Mucho tiempo para haberlo olvidado pero no lo suficiente para que su corazón, cabeza, o lo que la gente quisiera que fuese, lo hubiera perdonado.
El jersey estaba doblado inocentemente entre el resto de su ropa. Llevaba allí tres años. No se lo había vuelto a poner más desde aquel día, hoy hacía justamente tres años. Jamás le había dado más importancia de la que tenía. Era un simple jersey. Pero aquella tarde a Alicia se le reveló como algo más. Entonces se dio cuenta de que jamás podría volver a enamorarse, porque el dolor era como un vaso que se va llenando de agua: llega un momento en el que el agua se derrama y entonces necesitamos más vasos si queremos seguir vertiendo agua e impedir un desastre. Pero en este caso, en el caso de la vida, sólo hay un vaso y si ya está muy lleno, si ya lo hemos llenado bastante de dolor y sufrimiento, debemos ir con mucho cuidado para administrar nuestros sentimientos si no queremos llegar a una hecatombe.
Una llamada entrante en su móvil la despertó de su ensoñación. Era ÉL. Podía contestar y tentar a la suerte y al dolor. O podía ignorar la llamada. Cogió el móvil del suelo con cuidado y acarició el botón verde con la yema del dedo pulgar. Mientras veía el nombre de ÉL en la pantalla azul parpadeante, se dio cuenta de que no valía la pena ni siquiera intentarlo. Y entonces apretó el botón rojo y su nombre desapareció de su móvil para siempre. Y de su vida también.

2 comentarios:

Gris Ceniza dijo...

Felicidades Ocre!!!
Has captado perfectamente el funcionamiento del taller.

Muy buen texto, Gran debut!!!

Gracias por aportar tu granito de arena!!!

vomiton dijo...

welcome!