"SUEÑOS PRESTADOS" de GRIS CENIZA

18 de junio de 2013

     Atravieso corriendo un laberinto de metal; los estrechos pasillos devuelven mi reflejo borroso, y el suelo helado hiere mis pies como la cuchilla de una espada. Me falta el aire y mis zancadas son cada vez más cortas, pero sé que no puedo detenerme, como si al quedarme quieta aquel lugar fuera a devorarme.
     Mi cuerpo quiere descansar pero mi instinto se opone. El miedo araña las paredes de mi cráneo, me duele por dentro un lugar imposible de localizar. La presión se acumula en mi cabeza y empuja tras los ojos, como una gran tormenta que me arrastra y me confunde. No se de qué huyo, pero me aterra. Entonces, desde un rincón interno, se apodera de mí la certeza de que el peligro está fuera del metal. Eso lo cambia todo. Nada es lo que parece aquí dentro. Corro hacia mi fin sin reservas, ignorando que la salida no es la salvación, sinó la muerte eterna e inacabable de mi esperanza. El impacto de la revelación es tan grande que tropiezo desorientada. Un lamento muere antes de partir de mi garganta seca y caigo de rodillas apoyando las manos en el suelo. La gran verdad se muestra tras el reflejo que me contempla. Sobre mi cabeza una mancha negra infinita; es la vastedad del cielo la que me encierra aquí.
     Siento que el mal ahora me mira directamente; una voz incomprensible me lo grita, resuena su eco en mis oídos. La sangre bombea con más fuerza. La cabeza hierve. El corazón se aplasta contra las costillas a cada latido. Los músculos de mi cuerpo se agarrotan, los nervios se contraen y sacuden mi estómago. Mis manos, convertidas en dos garras rígidas, aprietan mi cuello. Los ecos rebotan todavía más fuerte. El terror me posee y necesito expulsarlo a través de un grito que no llega nunca a mis labios. Desesperada, con un raciocinio antediluviano, más instinto que razón, clavo mis dedos en mi cara, y busco a tientas la llave que me libere. Acaricio mis ojos, escarbo caminos inexistentes en sus cuencas, trazo un nuevo mapa sangriento para entrar y termino aplastándolos. Tiro de la gelatina filamentosa en la que se han convertido y arranco la masa viscosa; la sensación es como si tiraran de mi cerebro y mi alma se fuera detrás. Explosión de luces y sombras. Chasquidos eléctricos que ensordecen a los zumbidos y a los ecos. Luego el fin, la nada.


     Sobre sus cabezas las estrellas siguen salpicando la noche. Antiguos astros que mueren lentamente dejando una huella milenaria, un último aliento moribundo. Es la época en la que el mundo gira más deprisa y el cielo pasa cerca del suelo, incluso algunas luces caen cerca del mar, dejando grandes fragmentos de roca negra hirviendo.
Ella se toca de manera inconsciente los ojos, asegurándose de que siguen en su sitio, y pregunta que significado le encuentra a su sueño. El druida la mira fijamente bajo su capucha, no hay dudas en lo que va a responder. La maraña de pelo que le cubre la cara enmarca sus labios gruesos que se humedece antes de contestar.
     -Mujer, estás embarazada.