"HALLOWEEN" por ATA PATATA
El bosque parecía un laberinto, un orden
desordenado teñido con los escasos rayos de sol que conseguían atravesar la
frondosidad de los árboles. Ella yacía (más o menos) en medio del bosque.
Estaba sentada sobre sus rodillas. Un espejo roto apuntaba a su imperturbable
rostro mientras con un rojo pintalabios trazaba destellos de tímida arrogancia.
Llevaba un par de días sin hablar pues no tenía con quién hacerlo. Llevaba un
par de días sin dormir pues estaba nerviosa pensando y preparando el disfraz
para la fiesta en el palacio de cristal.
Armada de valor, se dirigió por el tortuoso
sendero pero a los cinco minutos de camino paró. Empezó a llorar y a un verde
árbol se abrazó. Quería ir y bailar, sonreír y adivinar quién se escondía bajo
los disfraces que habrían en la pomposa fiesta. Pero algo le impedía continuar
la ruta.
Hizo un gesto afirmativo con la testa y
emprendió el camino de vuelta al medio del bosque. Un grito ahogado le subió
del estómago a la garganta y tuvo que parar. ¡Quería ir al palacio de cristal!
Apretó los puños, dejó la mente en blanco y volvió a dirigirse a la fiesta de
disfraces. ¡Sí!
Nunca llegó al palacio de cristal. Nunca
volvió al centro del bosque. Cada camino empezado era un final prematuro, un
final de reproches y esperanzas que se difuminaban como una huella en la orilla
de una orgullosa playa al ser barrida por el agua del mar. Se quedó en un limbo
de sueños y realidades, de miradas al horizonte y al alma. Un vaivén de rabia y
compresión que la sepultaron para siempre en la incomodidad de una rutina de
metal.
Tema: "Halloween"
"HALLOWEEN" POR DANI TULU
3 de noviembre de 2015
HALLOWEEN (La noche de
los muertos)
Las dos
figuras permanecían inmóviles. Lloraban silenciosamente, recortadas contra el
cielo rojizo, mientras el viento zarandeaba sus cuerpos y su pelo en una danza
fúnebre. La tierra se abría a sus pies como un pozo horizontal o una trinchera;
la oscura boca del diablo, con los brazos y los pies de los cadáveres
asomándose como dientes rotos.
La más joven alargó los brazos y dejó caer en la fosa el fardo que sostenía. La manta fue desenrollándose por la pendiente hasta que liberó el pálido cuerpo de un bebé. Ninguna de las dos apartó la mirada mientras sus lágrimas resbalaban sin fin. El fuego, enloquecido a su alrededor, moldeaba con sombras sus rostros. Si hubiera habido algún superviviente en el pueblo no habría podido apartar la vista del brillo de aquellos ojos rodeados de oscuridad y violencia, pero estaba todo el mundo muerto.
La más joven alargó los brazos y dejó caer en la fosa el fardo que sostenía. La manta fue desenrollándose por la pendiente hasta que liberó el pálido cuerpo de un bebé. Ninguna de las dos apartó la mirada mientras sus lágrimas resbalaban sin fin. El fuego, enloquecido a su alrededor, moldeaba con sombras sus rostros. Si hubiera habido algún superviviente en el pueblo no habría podido apartar la vista del brillo de aquellos ojos rodeados de oscuridad y violencia, pero estaba todo el mundo muerto.
Los últimos gritos se
escucharon hacía mucho. Hasta los perros y las gallinas cayeron ante aquella
epidemia que se los había llevado a todos en una sola noche. Un hombre reía sin
control, enloquecido, mientras las cenizas revoloteaban a su alrededor. Sus
grotescas carcajadas se convirtieron en llanto y se tapó la cara con las manos.
Los ojos empezaron a arderle, se fundieron y resbalaron por sus mejillas como
un volcán de lágrimas y sangre. Desapareció la piel de su rostro, tiras arrancadas por manos invisibles, la cara roja en carne viva. Cayó de
rodillas, la cabeza alzada al cielo, la mandíbula desencajada. Vomitó su propia
lengua. La agarró con ambas manos y tiró de ella hasta cubrir el suelo de
varios palmos de una masa sangrante y viscosa sobre la que cayó sin vida. Fue
el último. Desde entonces solo se escuchaba el crepitar del fuego y los crujidos
de la maleza.
La mayor inclinó su largo tallo
en una lenta reverencia y se alejó con la cabeza gacha. La otra la imitó y
desapareció con sus pasos cortos. Los que se quedaron allí fueron los cuerpos
de los treinta y seis vecinos muertos de la aldea. Sus huesos, retorcidos y
ennegrecidos, hirviendo en charcos de sangre, mudos de dolor para toda la
eternidad.
Se fueron arrastrando
sus largas faldas por plazas desiertas, dejando atrás ventanas cerradas y casas
a medio tapiar. Una puerta abierta recordaba que allí habían tenido que entrar
a por uno de los que se encerró creyendo que así podría contener fuera a la
muerte. Ambas sabían que aquello era imposible. Allí donde llegaban eran bien
recibidas, pero a los cinco días los animales salían huyendo para caer muertos
en los alrededores, y por la noche toda la aldea ardía entre gritos de dolor y
desesperación. Siempre sucedía lo mismo; una muerte tan dolorosa y terrible
como inexplicable que mataba de mil maneras distintas sin perdonar nunca una
sola alma. Se juraron que esta era la última vez. La última noche de los
muertos. Caminarían el resto de sus días alejándose siempre de los caminos de
los hombres, prohibiéndose el contacto con cualquier otro ser humano.
Al dejar
atrás las últimas casuchas ardieron los setos de la entrada del pueblo, cerrando
así el círculo de fuego alrededor de la aldea huérfana. Aunque las almas torturadas que habían muerto aquella noche no dejaban de gritar
su dolor, era imposible escuchar algo por encima del crepitar salvaje del
incendio. Mientras, la luna roja contemplaba la escena indiferente a la
coreografía destructora del fuego y la sangre hirviendo.
Cinco lunas rojas más tarde, la aldea amaneció cargada de signos ancestrales que habían estado durmiendo en la oscuridad de la noche. Esporas invisibles revoloteando en el aire. Pequeñas raíces rojas trepando en los marcos de las puertas. En la fosa común crecieron unos retorcidos tentáculos apuntando al cielo. Mitad hueso, mitad pesadilla. La semilla estaba plantada, brotaría una nueva y desconocida forma de vida allí, una que se alimentó de muerte y sufrimiento y que estaba preparada para cambiar el destino de los hombres.
Cinco lunas rojas más tarde, la aldea amaneció cargada de signos ancestrales que habían estado durmiendo en la oscuridad de la noche. Esporas invisibles revoloteando en el aire. Pequeñas raíces rojas trepando en los marcos de las puertas. En la fosa común crecieron unos retorcidos tentáculos apuntando al cielo. Mitad hueso, mitad pesadilla. La semilla estaba plantada, brotaría una nueva y desconocida forma de vida allí, una que se alimentó de muerte y sufrimiento y que estaba preparada para cambiar el destino de los hombres.
Tema: "Halloween"
"HALLOWEEN" por DARDO HELGUERA
HALLOWEEN (CUPCAKE PERVERTIDO)
Lo único que
tenía claro de su cita con él,
con "eso", es que ella
la comenzó pidiéndose un cupcake.
Ya sabes, ese pastelito de moda adornado para que su su gusto
estético eleve el placer gastronómico del que lo deguste o devore.
Pues bien.
A partir de ahí, ella ya dudaba.
No sabía decantarse por en qué momento tomó consciencia de que estaba follando y corriéndose con un ente maligno
aquella noche.
Dudaba entre dos, sin aparente solución:
A) Cuando éste la mordía obscenamente su cuerpo como un cepo oxidado y pervertido, de los que desgarraban a
las bruja en la inquisición. Con hambre viciosa.
B) O cuando, ya desnuda, se tapó con sus brazos,
temerosa y mojada, ante semejante mirada de
él.
"Eres lo que comes", así reza el dicho. ¿No?
Microrrelato
de Dardo Helguera
Tema: "Halloween"
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