Esta
noche beberé tu aliento a sorbos, a escondidas del resto del mundo y
en presencia de una luna rebosante y envidiosa.
Esnifaré
el polvo de tu piel. Célula a célula, hasta que mis labios se
hinchen y los tuyos pierdan el sentido. Y mientras el dulce
cosquilleo nos llega hasta los pies, a mitad de camino te prometo que
sentirás miles de pequeños espasmos eléctricos.
Por
entonces, te aviso, tu cuello ya habrá perdido la batalla. Le
susurraré palabras obscenas que tus oídos no oirán pero que tu
cuerpo sabrá interpretar, igual que un músico su partitura. Y para
que tus manos no sientan, todavía, la tentación de tocarme,
apretaré tus muñecas con fuerza hasta dejarte casi sin pulso. Para
paliar un poco la sensación de presión, de dolor, mordisquearé
poco a poco tu garganta y recorreré tu vientre con mi lengua
mientras la luna se recoge avergonzada.
Entonces,
tengo por seguro que querrás devolverme cada mordisco, templar mi
sangre con la tuya y tomar el control. No te dejaré. Defenderé mi
territorio, como hace una loba por sus cachorros recién paridos.
Sí,
tú ríete, puedes disimular todo lo que quieras, pero sabes que voy
a beberme tu aliento a sorbos, a sorbos grandes, gigantescos más
bien, y no podrás hacer nada para evitarlo. Me alimentaré de ti
durante toda la noche. Como un vampiro, te morderé, te arañaré y
te dejaré marcas que te serán difíciles de ocultar. Y si por la
mañana me da hambre… ten por seguro que volveré a lamerte,
devorarte y jugar contigo, como hace un perro con su hueso.
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