Lucía
agarra bruscamente a François del brazo. Como si la vida le fuera en
ello. Lo ha visto de repente bajo la tenue luz del concierto. Cuando
François se gira hacia Lucía y se da cuenta de que es ella,
palidece. Evidentemente, no esperaba encontrársela allá. Se quedan
un momento paralizados, ella con su mano agarrada como un ave de
presa a su brazo. Él con el brazo inmovilizado, no por ella, sino
por la situación. No dicen nada. Permanecen allá, sin decir nada.
Recuerdan la última vez. Tensión. Mucha tensión. Lucía le
interroga con su mirada, sus ojos negros brillantes como luceros
envueltos en pestañas. Lucía ni siquiera parpadea. Tuerce un poco
la boca en forma de sonrisa. Lo justo para que la mueca describa un
"¿qué haces aquí?". La sorpresa en los ojos de François
pregunta lo mismo. Sin embargo, los dos obvian esa cuestión y de sus
labios sólo sale un falso pero alegre "¿Qué tal?". Con
falso, nos referimos a que si realmente les hubiera interesado saber
el uno del otro, se hubieran llamado en algún momento en los últimos
cuatro meses. Cuando François responde "muy bien" con su
acento francés, también responde (aunque sin decirlo) aquello que
ella sabe y que él sabe que ella sabe. Y no porque se lo haya dicho
él, porque la relación se acabó sin hablar. Un buen día, ella se
levantó y ya jamás volvió a saber de él. Lo que supo, lo supo de
oídas. Entonces, cuando François responde "muy bien",
ella sabe que él sabe que ella sabe que él volvió con ELLA. Y como
volvió con ELLA, ella ya jamás volvió a saber de él. Hasta el día
del concierto. François continúa con un nuevo falso "¿Y tú?".
Decimos falso porque si realmente le importara, jamás habría
desaparecido sin dar una explicación. Ella miente y dice "muy
bien, también, gracias". Y siguen inmóviles. La tensión
aumenta mientras se siguen escrutando el uno en la mirada del otro.
¿Qué más información pueden robarse sólo con la mirada? "¿Se
alegra de verme?, ¿Todavía siente algo por mí?, ¿Se arrepiente de
lo que hizo?, ¿Me está pidiendo perdón?, ¿Me está pidiendo
alguna explicación?". Y mientras siguen observándose, ella
desvía la mirada hacia los labios de François. Tiene tantas ganas
de besarle como la última vez. Se esfuerza en no hacerlo. La música
ahora es una simple melodía de fondo. Todavía con su mano agarrando
el brazo de François, Lucía piensa en mil cosas a la vez en aquel
microsegundo que más tarde recordará como una eternidad. Y mientras
sigue enganchada en la mirada opaca y profunda de François, en esa
mirada que recoge una nariz perfectamente francesa, piensa, por
ejemplo: "aquí, en estos pequeños instantes es cuando te lo
juegas todo. Volver a verle o no solamente depende de lo que diga o
de lo que me calle. Es ahora el todo o nada. ¡Qué
responsabilidad!". Y la tensión del momento, las ganas de
besarle, el saber que no puede porque ya no le está permitido, el no
saber qué hacer y el querer hacerlo todo, hacen brotar de entre sus
labios un "Encantada de volver a verte, que te vaya muy bien".
Y sus piernas se ponen en marcha solas, sin que ella lo quiera.
Camina muy deprisa pero a ella le parece estar caminando muy
lentamente. En realidad quiere desaparecer pero también quiere que
ahora sea él quien la agarre del brazo por detrás, como en las
películas. Y camina deprisa porque sabe que eso no va a pasar pero
todavía tiene esperanza y no quiere perderla. Quiere desaparecer lo
más rápido posible y pensar que si él no la agarra por la espalda
es porque ella se ha ido demasiado deprisa y él no ha tenido tiempo
de frenarla, no quiere pensar que en realidad si él no la frena es
porque realmente no quiere. Y, un momento después, Lucía está tan
lejos en el tiempo y en la distancia de aquel microsegundo, que
vuelve a la realidad. Se da cuenta de que lleva dos minutos en apnea.
Y ahora ya solamente quiere respirar y esperar en un rincón a que él
aparezca. Y como nunca va a aparecer, ella siempre va a pensar "me
fui demasiado rápido".
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