Asistes simpático al dolor ajeno. Te enmascaras tras el antifaz de la insensibilidad y, sin embargo, te estremeces con el estimulo del trueno en el estallido de la tormenta...No pronuncias nunca la palabra amor por miedo a enamorarte y descubrir que tus sentimientos los cubres con el manto del miedo que te hace impersonal; pero quieres enamorarte aunque no sabes cómo hacerlo. A tu manera deseas despojarte de una falsa identidad que te inhibe sin vivir, sin sufrir, sin gozar... Sientes como un grito desgarrado atraviesa tu alma, el grito de la soledad. Resistes, sufres y te niegas...¿te niegas a resistir o a sufrir el amor? Sufre y se feliz.
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