"ALMA" por GRIS CENIZA

7 de noviembre de 2013







     El bosque permanecía en silencio, como si hubiera muerto junto a todos aquellos hombres. El cielo gris, avergonzado por haber presenciado aquella masacre, lloraba grandes copos de nieve para ocultar los cuerpos sin vida y los charcos de sangre roja, envolviéndolo todo en una blanca mortaja.
     El campamento improvisado había sido arrasado, y los indios asesinados sin contemplaciones. Apenas una hora antes, las persecuciones y los disparos habían quebrado la calma de aquel lugar sagrado, pero ya no se escuchaba ni a los moribundos ni a aquellos que se encargaban de rematarles. Todos se habían ido ya.  
     Aunque no era del todo cierto. Lejos de las tiendas destrozadas, sentado con la espalda apoyada en un árbol, Garra de Águila se aferraba a la vida con toda su fuerza de voluntad. Un disparo le había destrozado la garganta y la clavícula, y lo dejaron atrás creyéndole muerto. Se sujetaba la herida con una mano congelada. Ya no sentía dolor, ni frío, ni miedo, simplemente esperaba la llegada del amanecer con la certeza de que cuando se despidiera del sol moriría. Miraba, con los ojos entrecerrados, las ramas altas de los árboles, hacia el enorme cielo cada vez más claro. Garra de Águila ya podía morir tranquilo, pero sentía que los dioses exigían una última demostración de su fe. Debía honrar al sol durante el amanecer, así se convertiría en el guía de las almas de su pueblo caído, si no, vagarían todos eternamente en aquel lugar, maldiciendo el bosque sagrado. El tiempo se detuvo un instante para confirmarle aquella certeza: vio los copos de nieve suspendidos en el aire, el viento, que hasta ese momento rugía, enmudeció, incluso su propia respiración desapareció. Fue un momento tan hermoso que las lágrimas se asomaron a los ojos de Garra de Águila, y cuando éstas se congelaron el mundo volvió a agitarse.
     Algo se movió unos metros frente a él. Un lobo blanco y sucio se acercaba sin hacer ruido, lentamente, casi pidiendo permiso a cada paso. Garra de Aguila hizo un esfuerzo para mover la cabeza y mirar al animal, y fue en ese instante cuando tuvo el presentimiento de que moriría en aquel lugar pero no a causa de aquel disparo.
     De cerca, el lobo no le pareció una amenaza. Olía a perro mojado, pero lo reconoció como uno de los espíritus del bosque que venía a velar por el viaje de su alma. Eso le hizo preguntarse si no estaría muerto ya. Miró su mano manchada de rojo oscuro, y se tocó la herida, apretando los dientes a causa del regreso del dolor. No, el espíritu del bosque había llegado justo a tiempo. 
     El lobo se sentó frente a él, paciente, y le explicó que su cuerpo y su alma no entendían qué estaba pasando. Encontrarán el camino y la manera de decirse adiós, pero mientras tanto, tendrás que demostrar tu valor y superar esta prueba.
     El cielo seguía siendo una mancha gris apenas salpicada de luz. ¿Porque tarda tanto el sol? Pensó. Trae mala suerte combatir de noche, pero ellos nos han atacado. No tengo que pagar su ofensa. Tampoco debo sentir culpa, he sido generoso con los míos durante el combate. He sido valiente. En cambio ¿no aguantaré ésta última prueba? ¿Yo que he sido el guía de mi pueblo tantos años?
     Sus ojos encontraron los del lobo, y supo que aquel era el fin. Garra de Aguila sintió como se le escapaba el alma a través de la boca abierta. No pudo ni intentar cerrarla. Veía como se formaba entre ellos dos una figura gaseosa; algo que era él mismo y que tenía conciencia propia a la vez. Y por un instante pudo ver a través de los ojos de su propio espíritu. Garra de Aguila, brujo y guía de su tribu, se vio a si mismo desde fuera. Su espíritu se disponía a despedirse de su cuerpo cuando advirtió que el lobo tenía dos cabezas y que ambas sonreían complacidas. El brujo supo que conocía a aquel espíritu embustero, y con un esfuerzo imposible para cualquier otro hombre, cogió una bocanada de aire, y absorbió de nuevo su alma dentro de su cuerpo



"ALMA" por MALVA MITÓMANO

5 de noviembre de 2013


La cinco mil ocho








Llevaba esperando ya largo tiempo, y sinceramente, podía esperar más de tiempo. Mucho más tiempo.

- Número cinco mil ocho, favor de pasar a asignaciones.-  La odiosa vocecita irrumpió en los pensamientos con los que había logrado mantenerse en paz. Con un tenebroso suspiro, se obligó a incorporarse y pasar por la burda puerta grisácea que se integraba delante de él, la que dirigía al departamento de asignaciones que tan bien conocía.

Al otro lado de la puerta, se encontró delante del rancio escritorio negro de siempre, al cual su cabeza apena alcanzaba la altura de sus patas. Como siempre, sólo pudo ver el respaldo azul de una silla digna del más excelso rey. Y no era para menos; se encontraba delante de un abominable y severo tirano. Nunca había sabido darle un nombre, pero en sus viajes había aprendido que en la Tierra tenía muchos, pero le llamaban, generalmente, Dios.

- Estoy decepcionado de tu último desempeño - Su voz era como el eco de muchas voces antiguas, y no hablaba en una lengua que se pudiera clasificar en romance u oriental. Simplemente, hablaba, y él tragó con dificultad antes de contestar -Lo sé. -

La silla de Dos crujió bajo su enojo, pero su voz continuó tranquila - Suicidio. De nuevo. Tu cuerpo no llegó ni siquiera a los veintiocho años. -  El número cinco mil ocho apretó los ojos y a mandíbula. - No lo puedo explicar, simplemente, ya no me gusta. -

Un fuerte manotazo sobre el escritorio negro hizo que todo temblara y él perdiera el equilibrio. Se incorporó sobre sus rodillas después de una torpe caída, y continuó con la cabeza gacha, pensando que en la Tierra, seguramente pasarían ahora por un terremoto  más. -Tengo un número limitado de almas- bramó Dios. - Pero los humanos insisten en procrear más de lo que la tierra y yo podemos soportar. Y tú, un alma de las más milenarias, bajas a cumplir con una vida destinada a la riqueza, y decides suicidarte.-  La silla se giro, y el número cinco mil ocho supo que si volteaba, vería por primera vez el rostro de Dios. Las llamas de un fuerte resplandor amenazaron con quemarle,y lentamente reposó su cabeza en el suelo, eligiendo permanecer con su curiosidad y su existencia intactas.

- Te voy a mandar a la Tierra - empezó Dios, pero el alma le interrumpió con la poca voz que pudo alojar en su terror - No, por favor, ya no más-  -¡Te voy a mandar a la Tierra! - vociferó aquella voz de trueno perteneciente a Zeus, Thor y Rá - Y vas a vivir, muchos años. Una larga y próspera vida, y tu vida seguirá siendo destinada a entretener.- El alma número cinco mil ocho sintió el peso de su asignación caer sobre él una vez más. - Entendido.-

El fulgor que le quemaba la espalda se fue evaporando y supo que Dios le había dado la espalda una vez más. Se levantó y miró de reojo la enorme silla azul. El incómodo silencio entre ambos terminó cuando el alma ya se había dado la vuelta para regresar por donde había llegado, pero Dios le volvió a hablar - Tu castigo será que, esta vez, no tendrás talento alguno. Tu gloria no la merecerás jamás y serás objeto de burla. Y si te vuelvo a ver antes de que pasen al menos ochenta años, te obligaré a que veas mi rostro.-  El alma cinco mil ocho permaneció de pie un momento más antes de abalanzarse sobre la puerta y salir de aquella habitación. Afuera, ya él esperaba la siguiente puerta que debía atravesar. Una puerta color salmón que leía sobre el picaporte el nombre por el que sería conocido una vida más. Aquella alma que había sido una vez escultor de maravillas, cuentista reconocido y estrella de rock, esta vez se llamaría Justin.