"ANIMAL" de PÚRPURA TENUE

20 de noviembre de 2012

Esta noche beberé tu aliento a sorbos, a escondidas del resto del mundo y en presencia de una luna rebosante y envidiosa.

Esnifaré el polvo de tu piel. Célula a célula, hasta que mis labios se hinchen y los tuyos pierdan el sentido. Y mientras el dulce cosquilleo nos llega hasta los pies, a mitad de camino te prometo que sentirás miles de pequeños espasmos eléctricos.
Por entonces, te aviso, tu cuello ya habrá perdido la batalla. Le susurraré palabras obscenas que tus oídos no oirán pero que tu cuerpo sabrá interpretar, igual que un músico su partitura. Y para que tus manos no sientan, todavía, la tentación de tocarme, apretaré tus muñecas con fuerza hasta dejarte casi sin pulso. Para paliar un poco la sensación de presión, de dolor, mordisquearé poco a poco tu garganta y recorreré tu vientre con mi lengua mientras la luna se recoge avergonzada.
Entonces, tengo por seguro que querrás devolverme cada mordisco, templar mi sangre con la tuya y tomar el control. No te dejaré. Defenderé mi territorio, como hace una loba por sus cachorros recién paridos.

Sí, tú ríete, puedes disimular todo lo que quieras, pero sabes que voy a beberme tu aliento a sorbos, a sorbos grandes, gigantescos más bien, y no podrás hacer nada para evitarlo. Me alimentaré de ti durante toda la noche. Como un vampiro, te morderé, te arañaré y te dejaré marcas que te serán difíciles de ocultar. Y si por la mañana me da hambre… ten por seguro que volveré a lamerte, devorarte y jugar contigo, como hace un perro con su hueso.


"ANIMAL" de OCRE DE OTOÑO

13 de noviembre de 2012

Lucía agarra bruscamente a François del brazo. Como si la vida le fuera en ello. Lo ha visto de repente bajo la tenue luz del concierto. Cuando François se gira hacia Lucía y se da cuenta de que es ella, palidece. Evidentemente, no esperaba encontrársela allá. Se quedan un momento paralizados, ella con su mano agarrada como un ave de presa a su brazo. Él con el brazo inmovilizado, no por ella, sino por la situación. No dicen nada. Permanecen allá, sin decir nada. Recuerdan la última vez. Tensión. Mucha tensión. Lucía le interroga con su mirada, sus ojos negros brillantes como luceros envueltos en pestañas. Lucía ni siquiera parpadea. Tuerce un poco la boca en forma de sonrisa. Lo justo para que la mueca describa un "¿qué haces aquí?". La sorpresa en los ojos de François pregunta lo mismo. Sin embargo, los dos obvian esa cuestión y de sus labios sólo sale un falso pero alegre "¿Qué tal?". Con falso, nos referimos a que si realmente les hubiera interesado saber el uno del otro, se hubieran llamado en algún momento en los últimos cuatro meses. Cuando François responde "muy bien" con su acento francés, también responde (aunque sin decirlo) aquello que ella sabe y que él sabe que ella sabe. Y no porque se lo haya dicho él, porque la relación se acabó sin hablar. Un buen día, ella se levantó y ya jamás volvió a saber de él. Lo que supo, lo supo de oídas. Entonces, cuando François responde "muy bien", ella sabe que él sabe que ella sabe que él volvió con ELLA. Y como volvió con ELLA, ella ya jamás volvió a saber de él. Hasta el día del concierto. François continúa con un nuevo falso "¿Y tú?". Decimos falso porque si realmente le importara, jamás habría desaparecido sin dar una explicación. Ella miente y dice "muy bien, también, gracias". Y siguen inmóviles. La tensión aumenta mientras se siguen escrutando el uno en la mirada del otro. ¿Qué más información pueden robarse sólo con la mirada? "¿Se alegra de verme?, ¿Todavía siente algo por mí?, ¿Se arrepiente de lo que hizo?, ¿Me está pidiendo perdón?, ¿Me está pidiendo alguna explicación?". Y mientras siguen observándose, ella desvía la mirada hacia los labios de François. Tiene tantas ganas de besarle como la última vez. Se esfuerza en no hacerlo. La música ahora es una simple melodía de fondo. Todavía con su mano agarrando el brazo de François, Lucía piensa en mil cosas a la vez en aquel microsegundo que más tarde recordará como una eternidad. Y mientras sigue enganchada en la mirada opaca y profunda de François, en esa mirada que recoge una nariz perfectamente francesa, piensa, por ejemplo: "aquí, en estos pequeños instantes es cuando te lo juegas todo. Volver a verle o no solamente depende de lo que diga o de lo que me calle. Es ahora el todo o nada. ¡Qué responsabilidad!". Y la tensión del momento, las ganas de besarle, el saber que no puede porque ya no le está permitido, el no saber qué hacer y el querer hacerlo todo, hacen brotar de entre sus labios un "Encantada de volver a verte, que te vaya muy bien". Y sus piernas se ponen en marcha solas, sin que ella lo quiera. Camina muy deprisa pero a ella le parece estar caminando muy lentamente. En realidad quiere desaparecer pero también quiere que ahora sea él quien la agarre del brazo por detrás, como en las películas. Y camina deprisa porque sabe que eso no va a pasar pero todavía tiene esperanza y no quiere perderla. Quiere desaparecer lo más rápido posible y pensar que si él no la agarra por la espalda es porque ella se ha ido demasiado deprisa y él no ha tenido tiempo de frenarla, no quiere pensar que en realidad si él no la frena es porque realmente no quiere. Y, un momento después, Lucía está tan lejos en el tiempo y en la distancia de aquel microsegundo, que vuelve a la realidad. Se da cuenta de que lleva dos minutos en apnea. Y ahora ya solamente quiere respirar y esperar en un rincón a que él aparezca. Y como nunca va a aparecer, ella siempre va a pensar "me fui demasiado rápido".