"Surrealismo/Magia" de MAGENTA OBSTINADO

29 de julio de 2011

El te de las seis en punto.

Un día cualquiera en un viejo salón comedor de la zona norte de la ciudad, los señores Fritz tomaban te con su hija. El espacio rectangular alfombrado había visto tiempos mejores, la mesa de madera para 12 invitados había brillado por última vez el verano en que Penélope había cumplido 10 años, los brocados de los manteles habían perdido su tonalidad virginal y los enganches de las cortinas azul oscuro parecían haber adquirido la rigidez de de una escultura en equilibrio inestable.

No hablaban mucho. El matrimonio Fritz había perdido el tema de conversación cuando el negocio familiar quebró. Por un corto período de tiempo, la penuria avivó el parloteo, pues ya se sabe que el drama da mucho más juego que los temas felices, y más aún si es ajeno aunque en este caso era el propio. Pero llegados al punto en que no hubo más que discutir, la tienda cerró, despidieron a los criados y no se volvieron a dirigir la palabra. La señora F., de naturaleza cansada, odió secretamente a su marido por verse en la obligación de dar clases de francés a los niños de los alrededores y hacer arreglillos en las finas prendas de ropa de las señoras elegantes de la vecindad. El señor F. en cambio, que fue desde ayudante de panadero hasta repartidor de leche, nunca se quejó, pero perdió interés en prácticamente todo lo que no fuera llegar a su casa por la tarde a tiempo de leer el periódico tomando el te de las 6 en punto.

En semejante entorno, Penélope creció en silencio, estudió en su habitación en silencio y tomó el te en silencio, fue a la universidad lo más desapercibidamente posible y se convirtió en maestra, utilizando el menor número de palabras por clase que era capaz. Pasar inadvertido era más fácil de lo que parecía, generalmente las personas prefieren escucharse a si mismas y los niños a los que enseñaba eran lo suficientemente pequeños como para no cuestionarse sus métodos.

Pero llegó el día en que Penélope ahorró lo suficiente como para alquilar una pequeñísima casa en las afueras y alejarse por fin de la lúgubre existencia que había conocido hasta entonces.

Ese día en concreto en que se decidió a empaquetar sus pocas pertenencias, esperó al sagrado momento del te para decir adiós a aquellos extraños con los que compartía únicamente el apellido de procedencia alemana, abrió la boca para hablar pero no salió ningún sonido. Sintió sus cuerdas vocales vibrar, incluso el aire cálido rozar su lengua para intentar formar las palabras que tenía en mente, pero no las escuchó. ¿Se habría quedado sorda repentinamente? Lo intentó otra vez. La señora F. la miró con curiosidad.

* ¿A qué juegas? Vas a manchar de jabón la alfombra.

¿Jabón? ¿No le llamaba nada la atención una hija moviendo la boca sin decir palabra?

Ahora el que la miraba era su padre.

* Por dios Penélope, haz caso a tu madre y para con eso. Seguro que a tus alumnos les hace mucha gracia, pero este no es el momento ni el lugar.

Pero por más que lo intentaba, no conseguía decir nada. Se movía de un lado a otro de la habitación por puro nerviosismo, y en una de esas idas y venidas, mientras desoía las quejas de los Fritz, se vio reflejada en la puerta de cristal de la vitrina donde guardaban la vajilla fina. Si, aparentemente todo era normal, su melena negra, su vestido de manga larga y su boca abierta formando palabras, pero lo que salía de ella no era sonido invisible, sino burbujas o más bien pompas de jabón, grandes y pequeñas, en grupos o de una en una. Para entender el mecanismo de las pompas, recitó el poema “…Acuérdate de mi… cerca de mi tumba no pases, no, sin darme una oración, para mi alma no habrá mayor tortura que el saber que olvidaste mi dolor…”. Cuanto más larga era la frase, más pequeñas y juguetonas revoloteaban las pompas. Después de tres poemas, un par de canciones y el abecedario al revés, empezó a gritar. Gritó, gritó y gritó, y de su boca totalmente abierta salía una enorme y única burbuja que se hacía cada vez más grande, tanto como aire era capaz de soltar desde sus pulmones.

Sus pies se despegaron del suelo y ascendió. Dentro de la burbuja o ella misma era la burbuja, ni lo sabía ni le importaba, la sensación era de lo más agradable. Subió lentamente, muy poco a poco hasta desvanecerse haciendo pop contra el techo del salón y salpicar unas gotas de agua jabonosa.

La señora F. puso cara de horror intentando recordar dónde guardaba la fregona que ella misma tendría que pasar y se sirvió un poco más de te, mientras que el señor F. sacudió un poco el periódico, pasó la página salpicada y continuó leyendo en hoja seca.

"Surrealismo/Magia" de FUCKSIA ANORAK

Lágrimas infundadas que caen de sus arrugados ojos. Caen y chocan con los dedos de los pies. Y surgen brotes, como si fueran tallos de verde brócoli. Los hay a decenas y son como él pero en miniatura, también están llorando.
En un alarde de arrogancia, se los arranca violentamente del pie y los deposita en una vieja olla sorbe la cual vierte agua. Prende la lumbre y espera a que el agua hierva.
Se sienta en la larga mesa de madera y su sirviente, un hombre alto con capucha y túnica negra azabache cuya rostro no se puede ver, inclina su estirado cuerpo y le sirve un poco de vino. "¿Quién ha sido?" pregunta el noble señor.
El sirviente señala hacia el exterior de la casa.A pesar de ser un luminoso día, la habitación tiene las blancas cortinas bajadas. Él se acerca a la ventana y corre un poco la cortina. Ve al jardinero sin cabeza al lado del camino cuidando una inmensa huerta. Abre la tosca ventana y lanza un grito de orden y señorial. Se sienta en una silla y se acerca a la larga mesa.
Acto seguido, aparece el sirviente sin cabeza. ël señor le pregunta: "¿Quién ha sido?". Pero el sirviente sin cabeza gesticula y hace aspavientos con los brazos. Dice que no sabe nada. El señor se levanta violentamente y le recrimina con el dedo índice, lo que provoca que el sirviente sin testa gesticule más y más. El agua hirve y él le da una bofetada al jardinero, pero cómo este no tiene cabeza, lanza un golpe al aire. El sirviente se cubre la...la...se cubre con las manos y el agua empieza a hervir.
El otro sirviente, el de la capucha y túnica negraa zabache le sirve un plato con el brócoli. El jardinero marcha y él empieza a comer. Come medio de lado, con el brazo izquierdo apoyado en la rodilla. empuja el plato violentamente y se retira. Se dirige al establo.

Allí encuentra al mozo de cuadras y le pregunta: "¿ Quién ha sido?". el mozo dice no saber nada y él señor, enfadado, coge una fusta y le azota un par de veces. Acto seguido, le ordena que le prepare para cabalgar a su a. Se motna en el y, al sonido de un grito seco, el caballo arranca ipso-facto. Pero a los 20 metros, el apaloossa se encabrita y lanza a un lado al señor, el cual cae mal y se rompe el cuello. Pasan los minutos. El caballo yace al lado del señor comiendo las pocas briznas de hierbas que tiene el camino. El señor ha muerto boca arriba, con la boca abierta y los ojos aun más arrugados. De la boca le surgen pequeños tallos de brócoli, pequeñas réplicas de él llorando...Esta, un grupo más o menos nombroso, se acerca a la imnesa huerta y se girana apra dar un vistazo, por última vez, al señor.
¿Quién ha sido?

"SURREALISMO/MAGIA" de VERDE ALMA

5 de julio de 2011

Cuando quiso darse cuenta ya había dejado su firma en el mugriento libro de ritos y magia negra de aquel extraño señor.
Al instante supo que ni siquiera un sentimiento de arrepentimiento corría en su interior, ni tampoco de seguridad ante lo que acababa de hacer, simplemente no sentía nada.
Al principio se asustó, su cabeza estaba horrorizada, pero su corazón no recibía los estímulos necesarios para convertir ese pensamiento en sentimiento. Durante la transformación su ansiedad mental aumentaba sin cesar, tenía ganas de llorar, de gritar, y sobretodo de sentir algo; pues ya era tarde, el brujo había robado su parte más íntima, la parte que solo ella podía controlar y que realmente formaba todos los átomos de su esencia.

Sus lágrimas desaparecieron del rostro, dejando sus ojos secos como la mojama. Su corazón estaba ya protegido del mas tenebroso y doloroso sentimiento, aunque también del mas dulce y especial.
Intentó pensar en él, y se dio cuenta de que el ritual había funcionado, ya no le amaba, o al menos se acabó el dolor.

Todo empezó cuando leyó en las páginas de anunciantes del periódico del fin de semana:
QUIERES DEJAR DE SUFRIR?
QUIERES SER INSENSIBLE , FUERTE COMO UN AUTÉNTICO ROBOT?
YO PUEDO CONSEGUIR QUE TUS PROBLEMAS DEJEN DE SERLO, LO VERÁS TODO DISTINTO.
CONTACTA: 900 000 900 400

Estaba tan desesperada, que cuándo quiso darse cuenta ya había concertado cita para la noche siguiente. Le extrañó que la citaran a las 00.00h de la madrugada, era muy tarde para ser un sanador, pero no dudó ni un segundo en acudir.
Y allí estaba metida, en un zulo, un cuarto húmedo y oscuro en el cuál apenas se podía respirar del olor putrefacto que venía directamente del alcantarillado de la calle del viejo barrio del Raval.
Sintió miedo, era muy tarde para andar sola a esas horas por esas calles llenas de traficantes, carteristas, vagabundos y prostitutas. Ella sólo andaba por allí de día o acompañada, pero apenas le dio tiempo a temer nada, pues descubrió la puerta con un símbolo azteca grabado en la vieja madera, tal y como le habían descrito por teléfono. Llamó tres veces al timbre como habían acordado, y una mano oscura abrió la puerta con un ruido tenebroso como pasaba solo en las películas de terror.
Entró; la recibió un chico de color, pensó que era una trampa de alguna mafia africana para el tráfico de mujeres blancas, pero enseguida vio que no era la única. De la otra habitación salió un cuerpo de mujer, apenas 18 años, caminaba recta, sin ningún tipo de personalidad, como si de una máquina se tratara, se fué sin girar en ningún instante la cabeza para despedirse.
Era su turno. Entró a un cuarto iluminado por velas, una sombra al fondo dibujaba la silueta de un señor mayor y jorobado. Al irse acercando pudo ver en su rostro curtido una mirada que leyó hasta la último de sus pequeños pensamientos. Sintió miedo.
Se trataba de un viejo brujo sanador que ahora con la crisis estaba explotando otro sector; a través de la magia y rituales aztecas dejaba a las personas libres de preocupaciones y sufrimiento. Por lo visto muchos desesperados acudían a él para dejar de sentir, para ser simplemente máquinas, sin los 21 gramos de alma que se supone que todos tenemos.
El viejo coleccionista de almas le explicó las reglas que también aparecían escritas en el supuesto contrato:
-Los 800 euros por adelantado y en efectivo ( dejar de sentir no es gratis). No hay marcha atrás; serás una máquina hasta que tu cuerpo oxidado deje de funcionar. No podrás volver a amar ( esto lo remarcó por si la joven se arrepentía. El hombre, era honrado, y vio un espíritu muy joven como para perderse según que cosas)

Al salir por la puerta se cruzó con otra joven desconsolada que sería la siguiente en vender su alma.
De vuelta a casa, pudo saborear los restos de sus últimas lágrimas aún pegadas en sus mejillas; pues jamás volvió a llorar.

"SURREALISMO/MAGIA" de BLANCO HIELO

Poema dadaísta construido a partir de uno surrealista (un fragmento de Poeta en Nueva York, de García Lorca).


Cuando trabajan los ataúdes

La luna helechos se llevarán a ninguno

Rodarán para las poleas el cielo

Rueda amarilla de agujas buscaba

Ninguno los salga y las cercará

Un límite se detenía, que ninguno los quería tumbar

Nube, ni ser la memoria

Pero no del tamboril.

"SURREALISMO/MAGIA" de MAGENTA YUKATA

El zorro salió de la madriguera ajustándose la levita.
La chistera negra en la mano, el pañuelo para secarse el sudor en la otra.
Solo tenía un traje marrón
pero el señor Vargas no se lo tendría en cuenta.
El coche nunca estaba a tiempo y la espera se antojaba eterna.
Se levantó una gran humareda en el camino.
La ciudad centelleaba lejana
y un grumo suspendido amenazaba lluvia.
El zorro miró su reloj
pero las agujas ya no se movían.


Las gotas inmóviles.
Manchas en la levita.


El señor Vargas removía su café con un poco de canela y una nube de leche.

"MICRORRELATO" de BLANCO HIELO

4 de julio de 2011

A veces flexiona la mano y se acaricia la palma con las yemas de los dedos, muy suavemente, reviviendo el recuerdo táctil de otra mano que, una vez, se posó entre sus dedos de forma breve, inconsciente. Demasiado tímida, demasiado fugaz, tal vez demasiado sincera.