"Relato erótico" de Azul Añil

18 de febrero de 2010

EL AMANTE

Hace ya algúnn tiempo que se acuesta desnuda. Cada noche siente el roce fugaz y alucinado de las sábanas sobre su cuerpo joven. El amante la visita en la terraza del sueño. Le regala palabras misteriosas que ahondan el abismo de sus deseos, gestos prohibidos, frutas de nombre desconocido. Ella le devuelve besos agazapados en sus labios. Se encuentra a sÌ misma en el laberinto de sus fantasÌas: nueva, delicadamente poderosa.
Con la luz de la mañana, Él desaparece.
Sin embargo, hoy se niega a salir de su cuerpo. Se instala en su útero obstinadamente y ella amanece embarazada. Entonces se produce una discusión entre susurros en el cuarto de baño. Ella lucha por expulsarlo de su vientre recién abultado. Pero no hay forma, el amante se empeña, defiende su espacio con tenacidad. Ella busca en el armario del dormitorio, con desesperación, ropas que disimulen su nuevo estado: es mañana de domingo y saldrá a tomar el vermut con su marido. Se viste y se mira al espejo. Resulta prácticamente imposible ocultarlo: su embellecimiento es súbito y descarado. Hay un brillo lejano y extraordinario en sus ojos oscuros, un inquietante velo de placer en su mirada. Los pechos rechazan la prisión del sujetador y expresan su abundancia a través de la camisa blanca. Rebosan una fiebre luminosa , que todo lo puede.
En un momento se abandona. Resulta sencillo rendirse a la evidencia embriagadora de los hechos.
Una vez asumido el episodio inesperado, sonríe feliz, deliciosamente turbada. Está poseída por una extraña alegría: extraviada en su mundo cotidiano, reconciliada con Él.

"Empacho" de FUCKSIA ANORAK

Era genial cuando padre y madre marchaban a hacer unos recados al pueblo. Genial porque, entonces, mi hermana Maria nos hacia la comida y nos servía más de lo que podíamos. Encima, ese día dos de mis hermanos pequeños marcharon también, con lo que la recompensa era más suculenta para Maria, José (mi hermano pequeño) y yo.

Mirad, dijo ella. Después de haber comido un espectacular plato de gachas, mi hermana sacó unos dulces buenísimos. José y yo nos avalanzamos alegres y joviales. Sí, era genial cuando mis padres se iban al pueblo. Comía tanto que mi barriguita se hinchaba y me empachaba, pues no estaba acostumbrada a comer tanto. Ese pequeño malestar para mi era sinónimo de felicidad.

Sentados en la mesa, con los brazos caídos y una enorme sonrisa de felicidad, de repente entró nuestra vecina, la señora Josefa la de los Gardaberos.

Estoy harta de ese maltido gato, protestó energicamente

¿qué ha ocurrido?, dijo mi hermana mayor recogiendo la mesa.

Pues esta vez ha sido el campo de lechugas, se ha dedicado a destrozarlas

Nuestro gato pasaba hambre, y practicamente era salvaje. Vivir en el campoe s lo que tenía. el nervisos gato ya había matado un par de conejos de la señora Josefa, también había destrozado una tomateras...

Fue un segundo, siempre lo recordaré. La eternidad deber ser efímera. Mi hermana mayor entornó lo ojos, yo nunca la había visto así. parecía otra persona. vació un saco de patatas casi vacio y salió a la pequeña huerta que teníamos. No instó a seguirla.
Asió al gato en un instante, fugazmente. El gató maullaba, se encogía y estiraba violentamente. Mi hermana mayor lo metió dentro del saco. Dejó en el suelo el saco y cogió un enorme palo de madera.

El gato gritó. Era un espejismo, el enorme palo de madera descendía a cámara lenta. la primera vez que lo hizo, yo era incrédula y aunque el destino era obvio, quería pensar que no y mantener el suspense. Pero no, el palo de madera golpeó. Una. Dos. Tres veces. Muchas veces. Lo peor era cuando no se oía ruido, ya que indicaba que le había dado de lleno. En cambio, cuando hacía ruido era que había tocado el suelo. Menos la segunda vez, que fue cuando se le oyó crujir el cráneo. Mi hermano pequeño lloraba y se hizo pis encima. Yo tenía un nudo en la garganta que tardó días en irse. Crock, crock,crock. Y el empache también. Crock,crock,crock

Cuando el gato dejó de moverse en su jaula de tela, mi hermana mayor se incorporó y dio un soplido a un mechón de pelo que le caía en su cara.

Bien, dijo, ya no dará problemas.