"Desafío en Grupo"

13 de abril de 2008

¿Cómo había llegado allí? Lo había despertado el sonido del agua, así que lentamente levantó la cara del suelo y enseguida vio la cascada. Sentía un fuerte pinchazo en la cabeza, y le dolía todo el cuerpo. Miró a su alrededor, y un amplio paraje desconocido dio respuesta a su curiosidad. Justo enfrente de él estaba el río de aguas transparentes que seguía a la cascada. Había árboles, hierba, y en esa época del año apenas quedaba ya nieve. La poca que había se estaba derritiendo, alimentando las aguas del río. Bien, estaba en un bosque, de eso no había duda. Pero, ¿cómo había llegado hasta allí?
(Negro Indigo)

Algo que surgía de su interior le hizo internarse en la verde espesura. Al poco, pudo ver una figura humana que aunque de espaldas, estaba agachada y parecía devorar los restos de un animal. Era un zorro al que le habían machacado la cabeza. Decidió acercarse un poco más y le saludó, pero de su boca solo emergió un gruñido. El sujeto se giró y entonces él la pudo contemplar. Era una mujer que tenía la boca y las manos ensangrentadas. Asustada, empezó a moverse bruscamente y a lanzar gruñidos entrecortados. Deseaba que ella se calmase. Quería preguntarle quién era y qué estaba sucediendo. Una creciente sensación de ansiedad fue instalándose en su cuerpo y entonces se dio cuenta. No podían hablar porque no sabían hablar.
(Azul oscuro casi Blanco)

Se quedó pensativo mirando el cielo, cosa que ella aprovechó para lanzarse a la carga contra él. Su delgada figura saltó sobre el ancho torso de el hombre y se agarró clavándole las uñas por donde podía. Él consiguió quitársela de encima, y luego la sostuvo con una mano por el cuello. La levantó hasta dejarla colgando delante de sus ojos, a un metro del suelo, y la empujó contra uno de los árboles que les apuntaba con una serie de ramas rotas. Le atravesaron el pecho tres de los salientes, pero no murió en el acto. Contempló la boca de ella dónde no dejaba de manar sangre; esa visión le recordó al zorro muerto, y repentinamente le entró hambre. Le miró el vientre con renovado interés.
(Gris Ceniza)

No sabía hablar pero por su mente fluían cantidad de nuevas sensaciones. Algo llamó su atención y despistó su mirada hacia otro lugar, un ruido ensordecedor llegaba desde la espesura del bosque. Asustado y muerto de hambre no sabía que hacer, donde esconderse; algo venía hacia él y no parecía ser algo bueno. Volvió a mirar el vientre de su víctima y agarrando una piedra punzante lo rasgó y arrancó un trozo de carne, ese sería el único bocado que se llevaría hoy a la boca. La tierra comenzó a temblar y una repentina explosión lo dejó inconsciente tras lanzarlo contra una roca.
(Blanco Niebla)

Tras varias horas, la atemporalidad de su inconsciencia cesó. Lentamente abrió los ojos mientras sentía el dolor que recorría todo su magullado cuerpo. Poco a poco consiguió enfocar su visión y cuando logró volver a ver perfectamente se dio de bruces con una nueva imagen. Ya no había bosques, árboles ni ríos, tan solo un inhóspito y rocoso lugar en el que no llegaba la luz natural del sol. El fuego emanaba de cada rincón de aquel sitio. ¡Estaba en el mismísimo infierno! Volvió a frotarse los ojos para cerciorarse de que aquello era real. Era real. Echó un vistazo a su alrededor y solo había roca y fuego, fuego y roca. Al fondo, muy al fondo, una figura humana. Corrió sin sentir frío o calor y una vez tenía a aquella figura humana lo suficientemente cerca, contempló atónico que se trataba de la misma mujer salvaje a la que se encontró en aquel bosque. Estaba en la misma posición que en la anterior ocasión, comiendo la carne fresca del mismo zorro muerto.
(Negro Sable)

Aquello no podía estar pasando, otra vez no. De repente sintió como si le estallara una minúscula bomba en su interior, clavándole pequeños trozos de metralla en la carne. Su ropa, empapada de sudor, parecía cada vez más pesada. ¿Qué clase de pesadilla era aquélla? Decidió que esta vez no haría nada para llamar la atención de la mujer, así que la dejó inmersa en su pútrido festín.
Mirándola de reojo, comenzó a caminar sin saber muy bien a dónde ir. A pesar de haber agotado casi todas sus fuerzas, decidió escalar una roca para tener otra perspectiva del terreno. Desolado, comprobó que, más allá de donde alcanzaba su vista, el paraje seguía igual de inhóspito. Después de un largo rato tendido en la roca, empezó a recordar las últimas 48 horas. Retazos de imágenes difusas comenzaron a cobrar sentido en su mente. Fue entonces cuando se echó la mano al bolsillo y pensó que todavía no estaba todo perdido…
(Púrpura Tenue)

Allí estaba la cajita que había abierto antes de aparecer en el bosque; entre una cosa y otra no conseguía recordar nada: había en su memoria un gran espacio negro que bien podía haber durado días o años. Siguió buscando en sus bolsillos algo que pudiese recordarle algo más sobre qué había ocurrido y por qué estaba allí, pero sólo encontró algunas ramitas y cenizas, así que se esforzó en pensar un modo para que la caja le sacara de allí igual que le había traído. Tan concentrado estaba que no oyó acercarse de nuevo por detrás a la mujer salvaje, que por lo visto no había quedado saciada con su zorro, y de nuevo se abalanzó por sorpresa sobre él, haciendo que la cajita se cayese roca abajo y casi se perdiera de vista entre la oscuridad y las llamas.
(Blanco Hielo)

Dolor al rojo blanco y pequeñas y afiladas estrellas en el reverso de sus párpados. Su cabeza golpeando en las rocas y el grito triunfal de la mujer salvaje, y la creciente y desamparante sensación de no saber qué hacía ahí o cómo volver a la realidad de la que parecía haber escapado. Todo tenía que ver con aquella cajita. Esquivó el manotazo de la mujer, cuya imagen parecía distorsionarse por momentos, y se dejó caer en un risco inferior. Desde allí podía ver la caja, el origen de todo, el final de la pesadilla. Saltó, con una fuerza que hubiera dicho que no surgía de él, ingrávido, y por unos instantes las leyes de la física no tuvieron cabida en aquel infierno rojizo. Cayó al lado de la caja, la alzó en alto y comenzó a abrirla en el mismo instante en que la infernal mujer se abalanzaba sobre él.
(Naranja Pasado)

Consiguió abrir la caja antes que la salvaje mujer llegara a alcanzarlo y pudo accionar por fin el mecanismo de emergencia, un botón rojo. Al pulsar ese botón inmediatamente sintió como su cuerpo se desintegraba a la velocidad de la luz y volvia a reaparecer, esta vez en un contexto muy diferente al anterior. Ese entorno infernal había desaparecido, las llamas y el calor habían desaparecido, la mujer se había esfumado,... ahora estaba en un lugar más fresco, limpio, higienico, plateado, a salvo, un sitio que le era familiar,... y empezaba a recordar... tenía una misión.
Desde la Tierra le habían encomendado a él junto con el resto de sus compañeros de la nave una difícil misión...
(Naranja Venenoso)

-Bien, ya han expuesto sus intangibles razones y ahora, efectivamente, a uno de ustedes le toca dar el primer paso-, dijo con un áspero tono un narrador invisible que surgía de unos roñosos parlantes metálicos.
Un dominicano sideral, una prostituta de la novena dimensión y él, Alan Alda, estaban nerviosamente sentados alrededor de una austera mesa mirándose suspicazmente bajo una sombra asfixiante.
-Se abre, pues la veda. Empápense de sus amargos rencores y recuerden que el vencedor podrá…
(Fucsia Anorak)